La lista de consejos de un neurólogo para combatir la pérdida de memoria y el Alzheimer
'El arte de la memoria es el arte de la atención'... Richard Restak en su hogar en Washington, DC. Foto: Greg Kahn/The Guardian

Entras a una habitación, pero no recuerdas a qué fuiste. O te encuentras con un viejo conocido en el trabajo y olvidas su nombre. La mayoría de nosotros hemos tenido lagunas de memoria momentáneas como esta, pero en la mediana edad pueden comenzar a sentirse más amenazantes. ¿Nos hacen parecer poco profesionales o viejos? ¿Podría incluso ser una señal de demencia inminente? Sin embargo, la buena noticia para las personas cada vez más olvidadizas es que no solo se puede mejorar la memoria con la práctica, sino que cada vez parece más probable que se puedan prevenir algunos casos de Alzheimer.

El neurocientífico Richard Restak es expresidente de la American Neuropsychiatric Association (Asociación Estadounidense de Neuropsiquiatría), y ha impartido conferencias sobre el cerebro y el comportamiento en todo el mundo, desde el Pentágono hasta la NASA, además de haber escrito más de 20 libros sobre el cerebro humano. Su último libro, The Complete Guide to Memory: The Science of Strengthening Your Mind (Guía completa de la memoria: la ciencia para fortalecer la mente), se centra en el gran temor tácito de que cada vez que uno no recuerda dónde dejó sus lentes para leer, es una señal de fatalidad inminente. “En Estados Unidos actualmente”, escribe, “cualquier persona de más de 50 años vive con el temor de la gran A”. Las lagunas de la memoria son, escribe, la queja más común que las personas mayores de 55 años le plantean a sus médicos, aunque mucho de lo que describen resulta no ser nada de qué preocuparse.

El hecho de salir de una tienda y no ser capaz de recordar dónde dejaste el automóvil, por ejemplo, es algo perfectamente normal: es probable que no estuvieras concentrado cuando lo estacionaste y, por lo tanto, la ubicación del automóvil no estaba bien codificada en tu cerebro. Olvidar lo que fuiste a buscar en una habitación probablemente solo sea una señal de que estás ocupado y preocupado por otras cosas, señala Restak.

“Samuel Johnson dijo que el arte de la memoria es el arte de la atención“, explica desde su despacho en Washington DC (a sus 80 años, Restak sigue siendo profesor clínico en ejercicio en la Facultad de Medicina y Salud del George Washington Hospital). “La mayoría de estos pecados de ‘pérdida de memoria’ son pecados de falta de atención. Si estás en una fiesta y no estás escuchando realmente a alguien, porque sigues pensando en algún asunto relacionado con el trabajo, de repente te das cuenta más tarde de que no puedes recordar su nombre. El primer paso es poner la información en la memoria – eso se llama consolidarla – y después tienes que ser capaz de recuperarla. Pero si nunca la consolidaste en primer lugar, no existe”.

Pero, ¿qué pasa si olvidas dónde dejaste las llaves del auto y finalmente las encuentras dentro del refrigerador? “Ese suele ser el primer síntoma de algo grave, abres la puerta del refrigerador y adentro está el periódico o las llaves del auto. Eso es algo más que ser olvidadizo”.

La memoria varía, destaca, y algunas personas siempre habrán sido despistadas. Sin embargo, la verdadera señal de alarma es aquel cambio que parece extraño. Si eres un jugador de cartas entusiasta que se enorgullece de siempre saber qué cartas se han jugado, y de repente te das cuenta de que ya no puedes hacerlo, podría valer la pena investigarlo. Del mismo modo, Restak ha observado que muchos pacientes que se encuentran en las primeras fases de la demencia dejan de leer obras de ficción porque les resulta demasiado difícil recordar lo que el personaje dijo o hizo unos cuantos capítulos antes, lo cual es lamentable, comenta, porque leer novelas complejas puede ser un valioso ejercicio mental en sí mismo.

Restak y su esposa actualmente están leyendo El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, que cuenta con un complejo reparto: “Es un ejercicio que consiste en ser capaz de seguir el rastro de los personajes sin pasar de una página a otra“. Si eso ya te resulta difícil, señala, no pasa nada si subrayas la primera mención de un nuevo personaje y después regresas a la página para recordarlo si es necesario. “Haz lo que tengas que hacer para seguir leyendo”.

Como si se tratara de seguir una receta, el seguir las tramas de las obras de ficción es un ejercicio de la memoria funcional, a diferencia de la memoria a corto plazo (que almacena temporalmente algo como un número telefónico que seguramente puedes olvidar en cuanto lo marques) o de la memoria episódica, que abarca cuestiones como los recuerdos de la infancia. La memoria funcional es la que utilizamos para “trabajar con la información que tenemos”, explica Restak, y es a la que todos deberíamos darle prioridad. Si la abandonamos a su suerte, señala, la memoria naturalmente comienza a deteriorarse a partir de los 30 años, razón por la cual aboga a favor de practicarla diariamente.

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‘La forma en que estructuramos algo en nuestra memoria es la manera en que después percibimos el mundo que nos rodea’… Richard Restak. Foto: Greg Kahn/The Guardian

El libro de Restak está lleno de juegos, trucos e ideas para perfeccionar la memoria, que suelen implicar la creación de imágenes visuales vívidas de las cosas que se quieren recordar. Restak guarda un mapa mental de su barrio en su cabeza, en el que incorpora puntos de referencia visualmente familiares -su casa, la biblioteca local, un restaurante al que va con frecuencia- y para cada elemento de una lista que quiere recordar, creará una imagen visual fácil de recordar y la adjuntará a algún lugar específico del mapa. Para recordar que tiene que comprar leche, pan y café más tarde, por ejemplo, podría imaginar su casa transformada en una caja de leche, la biblioteca llena de barras de pan en lugar de libros, y una taza gigante de café derramándose en el restaurante.

El libro también aborda consejos más generales sobre el estilo de vida. Recientemente, una investigación realizada por la comisión de la revista Lancet sobre la demencia sugirió que se podría prevenir o retrasar hasta el 40% de los casos de Alzheimer -al igual que las enfermedades cardíacas y muchos cánceres- mediante la limitación de 12 factores de riesgo, que abarcan desde el tabaquismo hasta la obesidad y el consumo excesivo de alcohol.

Restak les aconseja a sus pacientes que dejen de consumir alcohol a más tardar a los 70 años. A partir de los 65 años, escribe, uno suele tener menos neuronas cerebrales que cuando era más joven, así que ¿por qué arriesgarlas? “El alcohol es una neurotoxina muy, muy ligera: no es bueno para las células nerviosas”.

También es un defensor de las siestas cortas por la tarde, ya que el hecho de dormir lo suficiente ayuda a la función cerebral (lo cual puede ayudar a explicar la razón por la que las madres primerizas privadas de sueño, y las mujeres menopáusicas que sufren de sudores nocturnos e insomnio, con frecuencia se quejan de la niebla mental).

De forma más inesperada, recomienda solucionar rápidamente los problemas de audición o visión, ya que estos dificultan las conversaciones y los pasatiempos que hacen funcionar el cerebro. “Tienes que tener un cierto nivel de visión para leer cómodamente, y si eso falta entonces vas a leer menos. Como consecuencia, vas a aprender menos y serás una persona menos interesante para los demás. Todo esto se reduce en realidad a la socialización, que es la parte más importante para mantener alejados el Alzheimer y la demencia, y para conservar tu memoria”.

¿Acaso está diciendo que perfeccionar la memoria puede evitar que uno padezca Alzheimer? “Nadie puede garantizar que nadie más va a padecer demencia. Tomemos como ejemplo a Iris Murdoch (la fallecida escritora, que la padeció); probablemente no haya una mujer más brillante en toda Europa, así que esto demuestra que puede pasar. Pero yo lo comparo con conducir un automóvil: no puedes garantizar que no tendrás un accidente, pero si usas el cinturón de seguridad, controlas la velocidad y le das mantenimiento al auto, puedes disminuir tus probabilidades”.

Sin embargo, no todos los recuerdos son algo que las personas quieran atesorar. Muchos tienen imágenes mentales que preferirían olvidar, independientemente de que se trate de un error vergonzoso o de una dolorosa relación fallida, o de recuerdos intrusivos de un trastorno de estrés postraumático.
La fantasía de hacer un borrón y cuenta nueva está muy presente en la cultura popular, desde la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (que trata de una pareja que rompe y utiliza una máquina futurista para borrar los recuerdos del otro) hasta la franquicia Hombres de negro, en la que los agentes secretos que luchan contra los alienígenas borran electrónicamente los recuerdos de cualquier persona que los vea en acción, protegiendo así a los simples mortales de la verdad de lo que existe ahí fuera.

Quizás sean estrictamente fantasías, pero Restak sugiere que ya disponemos de la tecnología necesaria para impedir que las personas guarden recuerdos que puedan atormentarlas en el futuro. Se ha descubierto que los beta bloqueadores, fármacos que en ocasiones se utilizan para tratar la hipertensión arterial, atenúan la respuesta emocional que se desencadena cuando se recuerda algo aterrador, no obstante, Restak señala que existen pruebas de que también interfieren en la consolidación de los sucesos como recuerdos.

“De hecho, hay debates sobre si estos medicamentos deberían formar parte del arsenal que se utilizaría si tenemos que enviar a las personas a escenarios terribles, como después de un tiroteo, debe ser una experiencia horrible, entrar ahí y limpiar esos lugares”. Pero se trata de una herramienta sin filo -los medicamentos no pueden distinguir entre los recuerdos que podrían ser útiles en el futuro para los socorristas, y los que simplemente son angustiosos- al tiempo que plantea cuestiones complejas sobre la ética de manipular la mente de las personas.

Restak también destaca la preocupación que suscita lo que denomina como “guerras de memoria”, o intentos de influir en la memoria colectiva de una nación mediante la discusión de lo que significa un determinado acontecimiento o periodo. “La forma en que lo estructuramos en nuestra memoria es la manera en que después percibimos el mundo que nos rodea, y eso es lo que se codifica en la memoria”, explica, refiriéndose a las recientes discusiones políticas en Estados Unidos respecto a si la recesión técnica a la que ha entrado el país -definida como dos trimestres de contracción económica- de verdad es una recesión “real”. “Es importante porque si crees que estás en recesión tienes ciertas creencias y formas de actuar, y esa es la manera en que vamos a recordar julio de 2022”.

Además, tal como él mismo argumenta, la memoria es intrínseca a lo que somos. Une a las familias y a las parejas cuando recordamos nuestro pasado común. En cuanto a los individuos, la experiencia pasada le da sentido y estructura a la vida. “Somos lo que podemos recordar. Cuantas más cosas puedas recordar, con mayor claridad, más completas y enriquecidas serán nuestras personalidades”, comenta Restak, quien sostiene que las personalidades de las personas que padecen demencia se pueden volver más simples y atenuadas. “Las personas dicen: ‘Oh, no parece ser la misma persona'”. Tal vez por eso le tememos tanto al Alzheimer: la memoria está tan estrechamente relacionada con el sentido del yo.

Sin embargo, incluso después del inicio de la pérdida de memoria, no es necesariamente demasiado tarde para ayudar a las personas a conservar lo que les queda. Un neurólogo que Restak conoce tuvo dos pacientes que “no sabían dónde se encontraban o qué día era”, pero que aún podían jugar una partida decente de bridge. Si un ser querido tiene Alzheimer, explica Restak, no debemos molestarlo cuestionando constantemente sus errores o lagunas de memoria; en lugar de eso, debemos conocerlo como es ahora.

“¿Qué es lo que todavía le interesa? Háblale de eso, trabaja con eso, porque muchas cosas se mantienen dentro del rango normal incluso cuando hay un patrón de demencia”, explica. “No hay que considerarlo como una situación sin esperanza, aunque es una situación muy frustrante y es muy triste”. Donde queda un destello de memoria, quizás, hay esperanza.

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