La estancia en Mar-a-Lago salvó a Giuliani de la bebida y la depresión, dice un libro
Rudy Giuliani en Mar-a-Lago en la Nochevieja de 2019. 'Nos mudamos a Mar-a-Lago y Donald guardó nuestro secreto', comentó Judith Giuliani. Foto: Jim Watson/AFP/Getty Images

Deprimido y bebiendo en exceso después del fracaso de su campaña por la candidatura presidencial republicana en 2008, Rudy Giuliani se recuperó en secreto en la casa de Florida de un amigo cercano y aliado, Donald Trump.

“Nos mudamos a Mar-a-Lago y Donald guardó nuestro secreto”, relata la tercera esposa de Giuliani, Judith Giuliani, en un nuevo libro.

Giuliani: The Rise and Tragic Fall of America’s Mayor, escrito por Andrew Kirtzman, será publicado en septiembre. The Guardian obtuvo una copia.

En 2018, Giuliani contó al periódico New York Times que “pasó un mes en Mar-a-Lago, relajándose” tras las elecciones primarias celebradas una década antes. No ha vuelto a hablar de ese periodo.
Inicialmente, Giuliani obtuvo buenos resultados en las encuestas de 2008, no obstante, solo ganó un delegado y se retiró tras quedar en cuarta posición en Florida.

El exalcalde, escribe Kirtzman, había “soñado con convertirse en presidente desde muy joven, (pero) desaprovechó su gran momento cuando llegó”.

Judith Giuliani le cuenta a Kirtzman que su esposo cayó en “lo que, como enfermera, sabía que era una depresión clínica”.

“Ella comentó que él empezó a beber en mayor cantidad”, escribe Kirtzman. “Aunque a Giuliani siempre le gustaba beber whisky con sus puros mientras era el centro de atención en el Grand Havana o en el Club Mac, sus amigos nunca lo consideraron un bebedor problemático. Judith creía que bebía para mitigar el dolor”.

Giuliani ha negado en repetidas ocasiones que tuviera problemas con el alcohol. Sin embargo, los informes sobre su consumo de alcohol mientras desempeñaba su papel en las últimas etapas de su carrera como abogado personal de Trump son numerosos, tanto en lo que respecta a su comportamiento con los periodistas como durante su presencia en la Casa Blanca la noche de las elecciones de 2020, cuando le exhortó a Trump a declarar la victoria antes de que se contaran todos los resultados.

En su testimonio ante el comité de la Cámara de Representantes que investiga el 6 de enero, Jason Miller, un alto asesor de Trump, manifestó que Giuliani estaba “definitivamente intoxicado” esa noche.

La información de Kirtzman sobre la poco conocida estancia de Giuliani en 2008 en Mar-a-Lago –un periodo en el que, en palabras de la exesposa de Giuliani, este acudía a terapeutas y “siempre se caía de borracho en algún sitio”– también presagia el papel actual de Giuliani en la vida pública estadounidense, como un caótico y picaresco promotor de Trump aparentemente inmune a la vergüenza personal o política.

Trump es un abstemio de toda la vida, pero también un viejo aliado de Giuliani. En 2008, explica Kirtzman, cuando Giuliani tenía dificultades incluso para levantarse de la cama, Trump acudió a su rescate.

El exalcalde y su esposa, escribe Kirtzman, se mudaron a un bungalow ubicado al otro lado de la calle de Mar-a-Lago, pero que estaba conectado por un túnel debajo de South Ocean Boulevard, uno de los muchos pasajes y habitaciones poco conocidos que hay debajo del extenso complejo. La ruta secreta permitía que la pareja entrara y saliera de la casa de Trump sin que los medios de comunicación lo supieran.

A medida que se aproxima la publicación del libro de Kirtzman, las habitaciones subterráneas de Mar-a-Lago son noticia, después de que el FBI registrara algunas de ellas en busca de material clasificado sustraído de la Casa Blanca al final de los cuatro años de Trump como presidente.

Giuliani finalmente salió de su reclusión para aparecer en el programa Saturday Night Live. Hizo “bromas autocríticas sobre el fracaso de su campaña”, escribe Kirtzman, sin embargo, “su maquillaje difícilmente ocultaba una gran cicatriz sobre su ceja derecha”. De acuerdo con Judith Giuliani, la cicatriz fue el resultado de una caída cuando se bajó de un automóvil.

Kirtzman escribe que la tercera esposa de Giuliani “era conocida por exagerar, y que la profundidad de su depresión (durante su estancia secreta en Mar-a-Lago) es algo que solo ella y Giuliani sabían con certeza”. No obstante, el autor también cita a amigos, entre ellos el candidato republicano a la alcaldía de Nueva York en 2013, Joe Lhota, que comentan que los Giuliani no mantuvieron contacto durante la época en cuestión.

Kirtzman narra la carrera de Giuliani desde sus días como riguroso fiscal de Nueva York hasta sus dos mandatos como controvertido alcalde, los atentados del 11 de septiembre y el liderazgo ampliamente elogiado de Giuliani inmediatamente después de los mismos.

El autor también aborda los negocios de Giuliani después de dejar su cargo y su fallida candidatura al Senado contra Hillary Clinton en el año 2000.

VIDEO: Giuliani ‘intoxicado’ quería que Trump declarara la victoria en la noche de las elecciones, se dijo en la investigación, video

En la crisis de Giuliani después de las elecciones primarias de 2008, Kirtzman encuentra las semillas de una relación que en última instancia vio a Giuliani contribuir al primer juicio político de Trump, en relación con los acercamientos que tuvo con Ucrania para obtener información política, y a los intentos de Trump para anular las elecciones de 2020. Esos esfuerzos desembocaron en la segunda destitución de Trump, por el motín que se produjo en el Capitolio, y en un gran peligro profesional y legal para Giuliani.

Como informó el periódico New York Times, Kirtzman describe en última instancia la petición fallida de un socio de Giuliani para que Trump indultara a su aliado tras el ataque contra el Capitolio, y que de paso le concediera la Medalla Presidencial de la Libertad.

Giuliani y Trump tenían “una amistad convincente”, escribe Kirtzman. “El exalcalde y el famoso constructor eran dos gigantes de Nueva York, fósiles de otro tiempo y lugar”. Judith Giuliani le cuenta a Kirtzman que Trump y su propia tercera esposa, Melania Trump, “velaban por la protección” de sus amigos.

Judith, escribe Kirtzman, “sostiene que, ocho años antes de que Washington comenzara a hablar de Rudy Giuliani y Donald Trump al mismo tiempo, el futuro presidente tomó al fracasado candidato bajo su ala protectora en un momento vulnerable”.

“Lo que queda claro es que la amistad de los dos hombres sobrevivió cuando un centenar de otras relaciones de Trump se extinguieron como tantos matrimonios de conveniencia. Giuliani nunca le daría la espalda a Trump, para su detrimento”.

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