Cómo las mujeres camboyanas están utilizando el teatro para denunciar la violencia doméstica
Lakhon Komnit, que se traduce como 'teatro pensante', trabaja con víctimas de violencia doméstica durante todo el año. Foto: Cortesía de Lakhon Komnit

Chenda suele pasar los días en su pueblo rural recogiendo chatarra y cuidando a sus siete hijos. Sin embargo, una tarde reciente, esta mujer de 42 años lució un bigote dibujado y una camisa de hombre a cuadros mientras se tambaleaba en un escenario improvisado junto a una carretera muy transitada, interpretando a un esposo borracho que le gritaba a su esposa.

“Te lo he dicho una y otra vez. No me sigas ni me pidas que regrese a casa cuando estoy bebiendo”, gritó la actriz. “Te mataré”.
Era una escena que reflejaba la propia experiencia de Chenda de años de abusos físicos y emocionales por parte de su esposo.

Durante los 30 minutos siguientes, alrededor de 60 vecinos y amigos observaron sentados bajo una gran carpa en la ciudad noroccidental de Battambang, mientras Chenda y un pequeño grupo de supervivientes de la violencia doméstica interpretaban una historia familiar para muchas personas en Camboya, que incluye una pareja violenta, vecinos chismosos y autoridades que no actúan.

El espectáculo forma parte de un esfuerzo popular –dirigido por artistas locales camboyanos que han experimentado o han sido testigos de abusos– para suscitar debates en la comunidad sobre la violencia doméstica. La violencia familiar sigue siendo un tema tabú, a pesar de que una de cada cinco mujeres camboyanas denuncia haber experimentado maltrato por parte de su pareja.
“Antes, cuando había violencia en mi familia, nunca lo revelé”, comenta Chenda. “(Ahora) quiero revelarlo y decirles a todos que es un problema”.

Nov Sreyleap, cofundadora de la organización sin fines de lucro Lakhon Komnit, productora del espectáculo, explica que la historia de violencia de su propia familia la hizo cerrarse emocionalmente hasta que creció y comenzó a interpretar como actriz. Quiere que las mujeres utilicen el teatro para “pensar por sí mismas” y abrirse a las demás. “Pueden ver su propia historia y empezar a entender su propia vida cada vez más”, comenta.

Aunque la obra de Chenda estaba programada para que coincidiera con los 16 días de activismo contra la violencia de género, Lakhon Komnit –que se traduce como “teatro pensante”– trabaja con víctimas de violencia doméstica durante todo el año, además de trabajar con comunidades LGBTQ+ y personas con discapacidad, reclutando a gente para que asista a talleres, participe en juegos de rol e interprete sus propias obras.

La escena teatral de Camboya, junto con otras artes, quedó destruida por el genocidio de los Jemeres Rojos en la década de 1970. Desde entonces, el teatro se ha limitado en gran medida a formas tradicionales, como el teatro de sombras y la danza apsara, y las teatroterapias como la de Lakhon Komnit son prácticamente desconocidas en todo el país.

Probar el teatro fue una experiencia muy incómoda para Sreymean, madre de tres hijos que trabaja como vendedora en una tienda. Se seca las lágrimas cuando recuerda los años de abusos por parte de su esposo, impulsados por el alcohol. Al principio, no le gustaba mover su cuerpo ni hablar de sí misma, explica. Menos de un año después, se separó de su esposo y se sintió cómoda invitando a sus hijos adolescentes a la obra, incluso compartiendo el tráiler de Facebook con ellos de antemano. “Me dijeron: ‘Mamá, ¿eres tú? Y yo les pregunté: ‘¿Les parece bien? Me respondieron: ‘Sí, es muy bueno'”.”No quiero que mi vida sea como (era antes)”, añade Sreymean. “Quiero que mi vida cambie”.”Tengo suficiente poder para abrir mi boca y confrontarlo para decir lo que quiera y hacer lo que quiera”. Chenda

Cuando terminó la función, el público aplaudió antes de que los actores volvieran a empezar las escenas. Pero esta vez, el público levantó la mano –pidiendo “¡alto, alto!”– cuando querían que un personaje se comportara de otra manera. Uno a uno, una mujer mayor, un adolescente y un agente de policía se levantaron de sus sillas de plástico para ocupar el lugar de distintos actores, improvisando las escenas de una forma nueva.

La mujer mayor, actuando como la vecina, convirtió el personaje de espectadora entrometida en héroe interventor. El agente de policía, que interpretaba a la esposa maltratada, evitó un enfrentamiento pidiendo a un amigo que llamara a las autoridades.

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Las obras pretenden suscitar debates en la comunidad sobre la violencia doméstica. Foto: Cortesía de Lakhon Komnit

En un momento determinado, el animador pidió que los asistentes levantaran la mano: “Si usted fuera el vecino de la familia, ¿tendría el valor suficiente para detener al esposo en medio de una discusión y llamar a las autoridades para que intervinieran?”.

Solo unas pocas personas levantaron la mano. Una de ellas, una mujer de 27 años que observaba la obra en silencio desde el fondo, explicó posteriormente que ha sufrido violencia física por parte de su hermano durante toda su vida. Ver la función y escuchar a la gente hablar abiertamente de los abusos “afecta mucho mis sentimientos”, comenta. Pero “la historia es solo actuación. Lo importante es la realidad, ¿podemos comportarnos como lo hacen los actores en el escenario o no?”.

Los intérpretes se enfrentan a la misma pregunta. Chenda, que interpretó al esposo maltratador, vive en un albergue, mientras que su esposo real se encuentra en un centro de detención de drogadictos. No sabe cuándo volverá a casa su esposo. Protagonizar la obra la ha hecho “sentir que he ganado confianza (en mí misma), no que alguien me la haya dado”.

“Tengo suficiente poder para abrir la boca y confrontarlo para decir lo que quiera y hacer lo que quiera”, comenta. “Nadie puede detenerme”.

Se cambiaron los nombres.

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