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Los hombres afganos abandonan la universidad tras la prohibición de estudiar impuesta a las mujeres

Un decreto talibán contra la educación superior para las mujeres –calificado como 'traición a la nación'– ha llevado a profesores y estudiantes hombres a retirarse en solidaridad.

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A Baktash Amini le encantaba su trabajo como profesor auxiliar de la Facultad de Física en la Universidad de Kabul. Además de su pasión por la enseñanza, se enorgullecía de ayudar a sus estudiantes a emprender carreras en el campo de la física, estableciendo asociaciones con el Centro Internacional de Física Teórica y la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), entre otros.

Sin embargo, sus esfuerzos por fomentar la educación científica en Afganistán parecieron inútiles cuando los talibanes anunciaron que se prohibiría el acceso de las mujeres a la educación superior. “La noche en que (los) talibanes cerraron las puertas de las universidades a las mujeres afganas, recibí muchos mensajes y llamadas de mis estudiantes. No encuentro palabras para describir su situación. Soy un académico y la única forma en que podía expresar mi protesta era (abandonando) un sistema que discrimina a las mujeres”, explica. Renunció al “trabajo de mis sueños” el 21 de diciembre.

La profesora Amini es una de los al menos 60 académicos afganos que han renunciado en protesta por el decreto talibán que prohíbe el acceso de las mujeres a la educación superior. “Los talibanes han tomado la educación de las mujeres como rehén de sus beneficios políticos. Esto es una traición a la nación”, señala Abdul Raqib Ekleel, profesor de desarrollo urbano en la Universidad Politécnica de Kabul, que también renunció a su puesto.

“En el último año y medio, los talibanes han impuesto muchas exigencias irracionales a las alumnas, como regular su vestimenta, el hiyab, clases separadas, ir acompañadas de un mahram (tutor legal hombre) y las alumnas han cumplido todas ellas. Todos los profesores impartían las mismas clases dos veces a la semana, una para los hombres y otra para las mujeres. A pesar de eso, los talibanes seguían prohibiendo a las mujeres”, comenta Ekleel.

“Estas prohibiciones van en contra de los valores islámicos y del interés nacional. Afectan a todas las personas, no solo a las mujeres. Yo no podría formar parte de un sistema así”, añade.

Otro profesor de la Universidad de Kabul rompió sus títulos y documentos académicos en televisión nacional. “Hoy, si mi hermana y mi madre no pueden estudiar, ¿de qué me sirven estos (títulos) de educación? Aquí tienen, estoy rompiendo mis documentos originales. Fui profesor y enseñé (a estudiantes), pero este país ya no es un lugar para la educación”, dijo Ismail Mashal entre lágrimas en un video que se volvió viral en las redes sociales.

Cuando el presentador le preguntó qué quería, Mashal respondió: “Hasta que no permitan que mi hermana y mi madre (vuelvan a las universidades), no daré clases”.

Incluso antes de la toma del poder por parte de los talibanes, la universidad con frecuencia era un entorno desafiante para las mujeres afganas, que se enfrentaban al acoso y la discriminación. “Todos los días era una lucha para demostrar que merecíamos estar ahí (en el campus)”, comenta Samira, de 23 años, estudiante de último año. “Pero las cosas no han hecho más que empeorar desde la toma del poder por parte de los talibanes. Seguían restringiendo todos los movimientos, incluso estaba prohibido hacerle preguntas a un profesor hombre. Y ahora nos prohibieron por completo”.

Samira había pasado la tarde estudiando para los exámenes cuando se enteró de la prohibición. “No puedo describirles el dolor. Estoy en mi último semestre. Solo me faltaban unos meses para graduarme. Quería salir y gritar”, explica.
Esa noche, escribió en un grupo de WhatsApp compartido con sus compañeras: “¿A nadie le importa que esté en juego el futuro de las mujeres de Afganistán?”.

Muchas de sus compañeras de clase ya se estaban movilizando en grupos de WhatsApp, debatiendo formas de protestar contra la prohibición. En el último año y medio, las mujeres afganas han protestado con regularidad en las calles contra las políticas regresivas de los talibanes, a pesar de las amenazas y los ataques. No obstante, pocos hombres se han unido a ellas y con frecuencia han sido criticados por su ausencia en las manifestaciones en una sociedad civil ya debilitada.

Sin embargo, con la prohibición de la educación superior impuesta a las mujeres, los hombres han tomado cartas en el asunto: además de la renuncia del personal docente masculino, los estudiantes han abandonado las aulas y las salas de exámenes en solidaridad con sus compañeras de clase.

“Nos levantamos en apoyo de nuestras hermanas porque no podíamos tolerar más esta injusticia”, dice un estudiante de 19 años, que participó en las salidas del 21 de diciembre junto con docenas de otros estudiantes de la Universidad de Nangarhar.

Se registraron protestas similares en otras provincias –como Kabul, Kandahar y Ghazni–, donde cientos de estudiantes y profesores organizaron huelgas y corearon consignas de “todos o ninguno”, exigiendo que se permitiera el regreso de las mujeres a los campus.

“Nuestras hermanas son talentosas y merecen algo mejor, pero también estas prohibiciones de la educación tendrán un impacto muy negativo e irreversible en nuestra sociedad. Por este motivo, nosotros (los hombres afganos) tenemos que alzar la voz ahora”, añade el estudiante de Nangarhar.

El descontento por las políticas cada vez más regresivas y el entorno de miedo creado por los talibanes ya era considerable entre los académicos afganos.

El profesor Faizullah Jalal, que criticó abiertamente el régimen de línea dura de los talibanes, fue detenido en enero de 2022
Foto: Wakil Kohsar/AFP/Getty Images

No obstante, la brutal reacción de los talibanes ante la disidencia disuadió a muchos de tomar medidas. Uno de los pocos académicos que se atrevió a alzar la voz fue el profesor Faizullah Jalal, que fue detenido en enero del año pasado.

“Anteriormente, queríamos manifestarnos contra las decisiones que eran injustas con nuestras hermanas. Habíamos creado grupos para movilizar a los compañeros para alzar la voz, pero entonces los talibanes se enteraron y enviaron amenazas a todos los administradores de los grupos, y no tuve más remedio que callarme”, cuenta el estudiante de Nangarhar.

Pero, a medida que la situación empeora en Afganistán, los hombres, en particular en el mundo académico, cuestionan ahora su silencio. “Los profesores universitarios no pueden (tomar) un arma y enfrentarse a los talibanes y a su decisión. En cualquier otra sociedad democrática, los movimientos civiles son una de las formas de luchar”, explica Ekleel.

“Aunque no hay justicia ni democracia bajo el régimen talibán, las mujeres han estado protestando desde la llegada de los talibanes, protegiendo nuestros valores ellas solas. Creo que es nuestro deber apoyarlas”.

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