Gillian Anderson explica por qué está coleccionando fantasías sexuales: ‘Las mujeres disfrutan de una vida erótica tan rica como los hombres’
Liberación... Gillian Anderson en Sex Education. Foto: Netflix

Tenía apenas cinco años en 1973 cuando el éxito de culto de Nancy Friday Mi jardín secreto: Las fantasías sexuales de las mujeres llegó a las librerías y a las bolsas de las mujeres de Estados Unidos; y solo tenía siete años cuando llegó a las del centro de Inglaterra. Mi jardín secreto era un testimonio del hecho de que las mujeres disfrutaban de una vida interior erótica tan rica y diversa como los hombres. Por fin había un libro en el que mujeres y chicas comunes –”tú, yo y nuestra vecina de al lado”– hablaban con sinceridad sobre la excitación, la masturbación, los sueños y los deseos sexuales. En sus mentes, nada quedaba fuera de los límites, ni siquiera el alsaciano del vecino.

Lo que el libro de Friday reveló fue que, para algunas de nosotras, el sexo que tenemos en la cabeza puede ser más estimulante que las tuercas y tornillos físicos de cualquier acoplamiento, independientemente de cuán excitante sea. Libres de las limitaciones sociales interiorizadas, de la timidez o quizás del miedo a asustar a nuestra pareja, en nuestra imaginación podemos entregarnos a nuestros deseos más profundos y sucios. Fue revolucionario, incluso provocador, al principio, y después se convirtió en una lectura obligatoria para todos, un bestseller mundial de varios millones de ejemplares, un clásico.

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Nancy Friday en 1973. Foto: Granger/Historical Picture Archive/Alamy

No sé si mi madre, Rosemary, analista informática, llegó a tener el libro de Friday. Ciertamente no era una casa puritana en la que este tipo de lecturas estuvieran desaprobadas, pero a pesar del carácter liberal de mi infancia, no habría sido algo que ella dejara por ahí sobre la mesa de centro.

Cuando era adolescente, una vez encontré un ejemplar de Story of O escondido detrás de un cojín del sillón en casa de nuestros vecinos y definitivamente le eché un vistazo. También recuerdo cuando, siendo mucho más joven, entré a una sala de estar donde alguien había dejado la televisión encendida y me quedé paralizada de fascinación mientras la pareja en pantalla participaba en actividades bastante castas, pero evidentemente ilícitas. Incluso hoy todavía recuerdo las sensaciones que me produjo. Sin embargo, indudablemente, aunque sin saberlo, como mujer joven me beneficié de este nuevo amanecer del movimiento feminista positivo con respecto al sexo. Al parecer, las mujeres habían comenzado a hablar de forma más abierta y honesta sobre lo que realmente querían. Bueno, algunas lo habían hecho.

De hecho, tendría que esperar casi 50 años para descubrir personalmente esta colección de fantasías privadas de mujeres anónimas. A principios de 2018, me eligieron para interpretar a Jean Milburn, la fabulosamente liberada y sincera terapeuta sexual de la serie Sex Education de Netflix. Siempre había escuchado a la gente hablar de Mi jardín secreto, así que para prepararme lo leí por primera vez. Su honestidad sin filtros y dolorosa me impactó. Estas cartas y entrevistas eran increíblemente íntimas y muy crudas.

No estaban necesariamente demasiado perfeccionadas, ni intentaban ser literarias; parecían surgir directamente del misterioso corazón del anhelo más íntimo de las mujeres.

Lo que también me impresionó, con algo más que un poco de tristeza, fue la fuerte nota de frustración sexual que expresaban muchas de estas mujeres en los años 70 (¡a pesar de la revolución!). La experiencia de las mujeres seguía siendo tal que lo que querían no necesariamente era lo que obtenían. Muchas de ellas nunca habían experimentado un orgasmo. Algunas no sabían lo que era una fantasía sexual; otras no podían reconocer que las tenían. Para la mayoría suponía la admisión de una profunda vergüenza y culpa; todavía existía un gran puritanismo y vergüenza en torno al sexo y a lo que fantaseaban.

Una y otra vez, estas mujeres confesaron el temor de ser las únicas que tenían dichas fantasías, y soltaron un desgarrador grito de alivio al poder expresarlas por fin. Como escribió una mujer: “Nunca le he confiado mis fantasías sexuales a un alma viviente, pero siento que debo contárselas a alguien, y por eso agradezco la oportunidad de desahogarme. Siempre me he sentido avergonzada de ellas, porque creo que los demás las considerarían antinaturales, y me considerarían una ninfómana, o algo parecido”. Y otra bromeó: “Realmente creo que su libro es una buena idea, ya que rara vez se discuten de forma abierta las fantasías y experiencias sexuales femeninas no ficticias. Normalmente están en las obras de ficción escritas por hombres”. Finalmente, las mujeres empezaron a sentirse capaces de abrirse un poco. Se sentían menos solas.

En la actualidad, gracias a Dios, vivimos en un mundo diferente. Podemos hablar de estas cuestiones con nuestros contemporáneos. Creo que esa es una de las cosas que a la gente le parece tan liberadora de Sex Education. Mostramos personajes que tienen problemas con sus relaciones sexuales y, sin embargo, son lo suficientemente valientes como para hablar de ello con sus amantes y parejas, de modo que puedan obtener lo que necesitan sexualmente. La serie pone todo sobre la mesa y hace que esté bien hablar de ello.

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En la actualidad vivimos en un mundo diferente… Planet Sex con Cara Delevingne. Foto: BBC

Y sin embargo, aunque programas como el mío, y otros como Naked Attraction o Planet Sex de Cara Delevingne, están en la tele, me intriga saber si es algo que las personas se sienten cómodas haciéndolo en la vida real. Desde que se emitió Sex Education, amigos y periodistas comenzaron a preguntarme si las mujeres en ocasiones se sentían obligadas a compartir conmigo sus problemas o fantasías sexuales. Bueno, en realidad no. Esto es lo que, en última instancia, me dio la idea de escribir un libro –un Mi jardín secreto para el siglo XXI, por así decirlo– que fuera revelador y profundo, y que incluyera a todas.

Quiero que las mujeres de todo el mundo, y todas aquellas que ahora se identifican intrínsecamente como mujeres –queer, heterosexuales y bisexuales, no binarias, transgénero, poliamorosas–, todas ustedes, mayores y jóvenes, independientemente de su religión, y casadas, solteras u otro, me escriban y me cuenten en qué piensan cuando piensan en sexo. Ya sea cuando lo practican solas o en pareja, o con más de una. Cuéntenmelo. Fantasías, frustraciones, exploraciones, lo prohibido, la infancia, los sonidos, los fetiches, la culpa, la insaciabilidad. Cincuenta años después, los límites desaparecieron, sobre todo en nuestra propia sexualidad: BDSM, el significado moderno del género, etc., todo es posible. ¿Siguen siendo las mujeres el sexo silencioso?

Supongo que esa es una de las cuestiones que vamos a averiguar. Espero que sus voces, procedentes de diversas nacionalidades y entornos, iluminen hasta qué punto hemos llegado desde 1973.

Como escribió Friday en su introducción original: “Al intentar comprender qué significa ser mujer, ni la nacionalidad ni la clase social ayudan tanto a definirnos como la honestidad de nuestros sentimientos sobre nosotras mismas y nuestros deseos”. Creemos un texto que defina una época y que aborde directamente el núcleo de lo que significa ser mujer en la actualidad. Un libro que, esperemos, inspirará a las mujeres de las generaciones venideras.

Por el momento, simplemente llamémoslo “Querida Gillian”: será publicado por la editorial Bloomsbury y habilitamos una dirección de correo electrónico segura para recibir sus contribuciones; todas las identidades estarán protegidas y sus contribuciones serán tratadas de forma anónima. Yo, por supuesto, incluiré mi propia carta, de forma anónima. Espero leer la suya.

Envía tus fantasías a deargillian.com hasta la medianoche del 28 de febrero.

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