Cómo unos periodistas encubiertos captaron en cámara a los agentes de desinformación del ‘Equipo Jorge’

Cuando el hombre que se hacía llamar “Jorge” estrechó la mano de dos posibles clientes, bromeó: “Vieron lo que dice en la puerta, ¿verdad? No dice nada. Eso es lo que somos. No somos nada”.

Estaba elegantemente vestido con un reloj caro, más llamativo de lo que esperaban los consultores –que en realidad eran periodistas encubiertos–. Era finales de diciembre y, a pesar de varias reuniones en internet, esta era la primera vez que los consultores veían al hombre con el que se habían estado comunicando. El hombre mantuvo la cámara apagada en cada una de las cinco videollamadas anteriores.

Y ahora un saludo cálido y amable, pero todavía sin nombre.

Flanqueado por dos de sus colegas, Jorge se lanzó a presentar una demostración en una pantalla colgada en la pared. Era similar a las que habían mostrado a los consultores en las reuniones de Zoom: una presentación de cómo, según presumía Jorge, había manipulado más de dos docenas de elecciones en todo el mundo mediante el hackeo, la difusión de desinformación y el engaño.

Lo que Jorge y su equipo no sabían, mientras presumía sobre cómo podía entrar en la cuenta de Gmail de un blanco sin ser detectado, era que su demostración estaba siendo grabada en secreto por periodistas encubiertos.

Tres periodistas –Gur Megiddo, del periódico TheMarker, Frédéric Métézeau, de la emisora Radio France, y Omer Benjakob, del periódico Haaretz– seguían la pista de Jorge desde hacía más de seis meses, haciéndose pasar por consultores que trabajaban en nombre de un empresario que quería retrasar unas elecciones en un país grande e inestable de África.

Se trataba de una elaborada operación encubierta cuyo objetivo era arrojar luz sobre los proveedores de desinformación, una industria en crecimiento que opera en la sombra.

La fuente de Megiddo, periodista de investigación, le había hablado de una dudosa empresa ubicada la ciudad de Modi’in, en Israel, que se dedicaba a la desinformación electoral. No conocía el nombre y señaló que toda la operación, incluidas las personas implicadas, permanecían en el anonimato.

No obstante, mientras Jorge llevaba más de dos décadas operando clandestinamente, utilizando múltiples cuentas de correo electrónico y un teléfono registrado en Indonesia para realizar llamadas con posibles clientes, el hombre que se escondía detrás del seudónimo era Tal Hanan, un empresario aparentemente común de unos 50 años, que tenía cuentas en LinkedIn, era experto en seguridad y explosivos y que incluso fue citado en el periódico The Washington Post en 2006.

Sin embargo, a pesar de todos sus alardes sobre sus habilidades para el engaño y el secretismo, Jorge no sospechaba que se trataba de una trampa encubierta. Y a medida que avanzaba en las presentaciones iba dejando un rastro que proporcionaba pistas sobre su verdadera identidad.

En reuniones anteriores grabadas por los periodistas, Jorge mencionó a un exsecretario de Estado adjunto estadounidense para asuntos del hemisferio occidental llamado Roger Noriega, que trabajó durante la presidencia de George W. Bush y es conocido como un conservador de línea dura.

Una biografía de Hanan aparecía en la página web de Vision Americas, la empresa de consultoría de Noriega ubicada en Washington DC, en la que también figuraba como asociado.

Cuando The Guardian lo contactó, Noriega rechazó realizar comentarios sobre la identidad de Jorge. “No he trabajado ni he hecho ningún trabajo en nombre de ninguna campaña política (extranjera o no) con Tal Hanan ni con ninguna otra persona”, señaló. No hay indicios de que Noriega tuviera conocimiento o estuviera implicado en la operación de desinformación y hackeo de Hanan.

La biografía de Hanan en la página web de la empresa de Noriega lo nombraba como director ejecutivo de Demoman, una empresa con sede en Israel que afirmaba haber capacitado a agencias de seguridad e inteligencia estadounidenses y europeas e instruido a miembros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos en artefactos explosivos improvisados y guerra urbana.

Una cuenta de LinkedIn de Hanan mencionaba una empresa, Sol Energy, ubicada en Kensington, Maryland, Estados Unidos, por lo que cuando los periodistas encubiertos vieron el logotipo de la empresa en un pizarrón de la sosa oficina en diciembre, tuvieron un momento de entusiasmo.

Daba la impresión de que la búsqueda se acercaba. No obstante, en diciembre, cuando los periodistas encubiertos dejaron la oficina ubicada en Modi’in, aún no habían resuelto de forma definitiva la pregunta más importante: ¿quién era Jorge? Ahora tenían un rostro y muchas pistas, entre ellas una fuente anónima que vinculaba a Jorge, el hombre que habían conocido en la oficina, con Tal Hanan. Sin embargo, de manera frustrante, no era suficiente para desenmascarar de modo concluyente al hombre que hablaba rápido y estaba lleno de fanfarronería.

La idea de que Hanan respondiera él mismo la pregunta parecía extremadamente improbable. (Posteriormente, cuando se le pidió que hiciera comentarios, Hanan no respondió las preguntas detalladas, sino que se limitó a decir: “Niego haber cometido algún delito”).

La pista final provino de una afirmación de Jorge, realizada al final de la reunión con los periodistas encubiertos. En un alarde descartable, Hanan afirmó haber estado vinculado en el pasado a la famosa empresa de consultoría Cambridge Analytica, ya desaparecida.

La fanfarronería sirvió para desvelar por fin el misterio. Enterrada en los correos electrónicos filtrados de Cambridge Analytica había una pregunta. Resultó que los periodistas no eran los únicos que habían buscado respuestas sobre el misterioso israelí.

Alexander Nix, el director ejecutivo de Cambridge Analytica, le había preguntado a un colega: “¿Cuál es el apellido de Jorge (de la empresa israelí de operaciones encubiertas), por favor, y también el nombre de su empresa?”.

Su colega respondió un día después: “Tal Hanan es CEO de Demoman International”.