El ladrón de libros que robó más de mil manuscritos ‘quería apreciarlos antes que nadie’
Objetivo de tapa dura ... 'Beautiful World, Where Are You' de Sally Rooney. Foto: Vickie Flores/EPA

El exempleado de una editorial que robó manuscritos de libros de Margaret Atwood, Sally Rooney e Ian McEwan indicó que tenía un “ardiente deseo” de sentir que era un profesional del mundo editorial, y que no tenía intención de filtrar los libros que robó.

Filippo Bernardini se declaró culpable en enero en Nueva York de un delito de fraude electrónico relativo al robo de más de mil manuscritos.

Bernardini trabajaba como coordinador de derechos en Londres para la editorial Simon & Schuster, que no se vio implicada en ninguno de sus delitos. Bernardini se hacía pasar por agentes y editores a través de correos electrónicos con el fin de obtener novelas y otras obras de escritores y sus representantes.

Según la revista británica The Bookseller, en los documentos judiciales hechos públicos la semana pasada Bernardini indicó que nunca filtró los manuscritos que obtenía, sino que “quería mantenerlos cerca de mi pecho y ser uno de los pocos en apreciarlos antes que nadie, antes de que terminaran en las librerías“.

En su declaración, señaló que sentía una “conexión especial y única con el autor, casi como si yo fuera el editor de ese libro” cuando leía algunos de los manuscritos.

Al detallar la forma en que inició su trama para obtener manuscritos, Bernardini explicó que veía que se los repartían “entre editores, agentes y scouts literarios o incluso con personas ajenas a la industria”, y se preguntaba la razón por la que él no podía conseguirlos también.

A partir de agosto de 2016, y de forma continua hasta su detención en Nueva York en enero de 2022, Bernardini se hizo pasar por cientos de personas del mundo editorial enviando correos electrónicos desde cuentas falsas.

“Un día, creé una dirección de correo electrónico impostora de alguien que conocía en la industria editorial, y envié un correo electrónico a otra persona que yo conocía pidiéndole un manuscrito preprint“, dijo Bernardini en su declaración. “Escribí siguiendo el mismo estilo y utilizando el mismo lenguaje que usaban mis excolegas. Cuando esa solicitud resultó exitosa, a partir de ese momento, este comportamiento se convirtió en una obsesión, un comportamiento compulsivo”.

Bernardini escribió que sabía cuán “atroces, tontas y equivocadas fueron mis acciones” y que siempre estaría asociado a su delito.

Su abogada, Jennifer Brown, escribió en el escrito de sentencia que Bernardini creció como un niño homosexual, solitario y agredido en una zona conservadora de Italia, y que los libros lo consolaban.

Argumentó que Bernardini “sufrió la ruina profesional y de su reputación”, y que el hecho de que se le prohibiera “efectivamente el acceso a la industria editorial” fue “particularmente doloroso” para él debido a “su deseo de sentirse como alguien perteneciente a la industria”.

Bernardini será sentenciado el 5 de abril.

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