Preocupación por la violencia mientras los palestinos se preparan para el Ramadán en Jerusalén
Un grupo de palestinos se reúne en la mezquita de Al-Aqsa, también conocida como Monte del Templo, en Jerusalén, para observar la luna creciente el martes. Foto: Anadolu Agency/Getty Images

En la Ciudad Vieja de Jerusalén y en los vecindarios palestinos que la rodean avanzan los preparativos para el Ramadán: hileras de luces decorativas y linternas están listas para darle la bienvenida a la puesta de sol del jueves, mientras las tiendas de dulces y los panaderos están ocupados preparando qatayef, bolas de masa hervida rellenas de crema o queso dulce, que tradicionalmente se comen durante el mes sagrado musulmán.

El periodo de ayuno que conmemora cuando Gabriel le reveló el Corán a Mahoma es un tiempo para la autodisciplina, la reflexión y las celebraciones con la familia y los amigos. Sin embargo, como ocurre con casi todas las celebraciones religiosas en la conflictiva ciudad, este año el Ramadán está acompañado de preocupación por el aumento de la violencia.

Al menos 88 palestinos, de los cuales aproximadamente la mitad eran militantes y la otra mitad civiles, y 16 israelíes, de los cuales 15 eran civiles, han muerto desde enero, según indican los grupos de defensa de los derechos, lo que convierte al 2023 en el comienzo de año más mortífero de los últimos 20 años en las zonas ocupadas de Jerusalén Oriental y Cisjordania. El derramamiento de sangre ha provocado especulaciones sobre la posibilidad de que la región se encuentre ante el comienzo de una tercera intifada, o levantamiento palestino.

Contrariamente a la creencia popular, el mes sagrado musulmán no necesariamente coincide con un repunte de la violencia, aunque la coincidencia este año con la Pascua y la Semana Santa aumenta la posibilidad de que surjan fricciones, ya que Jerusalén alberga una afluencia inusualmente grande de peregrinos.

El incesante afán del nuevo gobierno israelí de línea dura de demoler viviendas palestinas en Jerusalén, y la decisión tomada a principios de esta semana de derogar una ley de 2005 que ordenaba la evacuación de cuatro asentamientos particularmente conflictivas en Cisjordania, también exacerbaron las tensiones regionales. Y cada año sin falta, el Ramadán centra la atención en el control israelí del Monte del Templo de Jerusalén –conocido por los musulmanes como al-Haram al-Sharif o mezquita de Al-Aqsa–.

“Llevo 50 años trabajando en el habiz y ya he visto de todo”, comentó Azaam al-Kateeb, director del organismo jordano responsable de la gestión de los recintos islámicos del complejo sagrado. “Joe Biden me dijo una vez que se alegra de no tener mi trabajo. Pero estoy bastante seguro de que el Ramadán de este año será tranquilo“.

Cada año, los 500 empleados del habiz tardan dos meses en prepararse para el Ramadán, explicó Kateeb, incluso con la ayuda de voluntarios. La logística de gestionar el acceso y las oraciones de cientos de miles de personas, así como las cenas nocturnas de iftar para hasta 10 mil personas, constituyen su preocupación inmediata.

“La policía nos asegura que no interferirá y que se permitirá que los fieles acudan a Al-Aqsa sin problemas”, señaló. “Si algo sale mal, será porque ellos decidan que así sea. La policía y el gobierno israelí tienen el control“.

En un comunicado, la policía de Israel indicó que su objetivo durante el Ramadán era “permitir la libertad de culto y la correcta existencia de la festividad, sus oraciones y costumbres, manteniendo al mismo tiempo la seguridad, la ley y el orden público”, y que se desplegarían fuerzas policiales y fronterizas adicionales alrededor de la ciudad.

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Gráfica de The Guardian. Fuente: © Colaboradores de OpenStreetMap

Muchos habitantes de Jerusalén con los que habló The Guardian esta semana no se mostraron optimistas. Rehab –una animada mujer de 72 años que pasa el tiempo con sus vecinos en Bab al-Majlis, ubicado en el centro de la Ciudad Vieja– comentó que tenía problemas para caminar desde que una granada aturdidora israelí la hirió en una pierna hace dos años. “Sería bueno que pudiéramos disfrutar este mes, pero creo que Ben-Gvir quiere que se produzca una escalada“, señaló.

Itamar Ben-Gvir, un supremacista judío condenado por incitación al racismo que hasta hace poco tiempo lo rechazaba la corriente dominante israelí, se convirtió en ministro de Seguridad Nacional de Israel hace tres meses, y ahora está a cargo de la policía en la ciudad dividida.

La diferencia ya era perceptible, dijo Aboud, un hombre de 30 años que trabaja en la tienda de dulces Al Najaf, situada cerca de la Iglesia del Santo Sepulcro. “Me hace ilusión el aumento del negocio durante el Ramadán, pero ahora todos los días, cuando salgo de casa, hay algún tipo de problema con la policía, con los colonos. Solo veo que la situación empeora“, comentó, antes de usar un dicho palestino: “¿Con quién te quejas cuando tu enemigo es el juez?“.

Los colonos de la Ciudad Vieja, y otros israelíes judíos devotos, han visitado en mayor número el Monte del Templo en los últimos años. En virtud de un antiguo compromiso, se les permite visitar el lugar pero no rezar en él, y cualquier intento de alterar el statu quo se convierte en un imán para la violencia.

Casi inmediatamente después de asumir el cargo, Ben-Gvir decidió visitar el complejo sagrado, una acción ampliamente considerada como una provocación y que suscitó críticas internacionales. Muchas personas temen que Ben-Gvir intente hacer algo parecido durante el Ramadán.

“Cuando Ben-Gvir vino aquí era como un ratón. Se quedó cinco minutos, rodeado por la policía, y se volvió a ir”, explicó Kateeb. “¿Se supone que eso debe preocupar a 2 mil millones de musulmanes? A mí no me preocupa en absoluto”.

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