Desde <i>Bond</i> hasta <i>Heroes</i>: ¿qué se vio afectado por la huelga de guionistas de 2007?
Daniel Craig y Gemma Arterton en 007: Quantum. Foto: Sony Pictures/Allstar

A principios de esta semana, el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos (WGA) inició oficialmente una huelga en toda la industria ante la continua negativa de la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP) de encontrar un punto en común razonable en sus negociaciones para alcanzar un nuevo contrato colectivo.

El sindicato ha luchado por que el personal de televisión tenga un número garantizado de semanas de trabajo, por estructuras salariales que compensen los honorarios residuals que ha eliminado el streaming y por normativas que frenen la inminente amenaza existencial que supone la inteligencia artificial.

La organización que representa a los estudios y las cadenas contraatacó con una negativa rotunda a restringir la cantidad de trabajo que se puede hacer legalmente sin remuneración, y propuso una “tarifa diaria” para los guionistas de comedia que básicamente convierte el proceso de hacer televisión en una especie de empleo autónomo a voluntad.

Estos grupos ahora deben jugársela por el alma del arte en Estados Unidos, que depende directamente del derecho humano fundamental a hacer su trabajo en condiciones económicamente dignas. La otra vía en esta encrucijada decisiva conduce a un evidente callejón sin salida para el cine.

Esta crisis está relacionada con la dinámica entre empresarios y trabajadores, sin embargo, como consumidores, tendemos a percibir el conflicto en términos de lo que significará para nosotros, las personas comunes. Afortunadamente para aquellos que deseen jugar al analista sabelotodo, la historia reciente ofrece un claro precedente de los tiempos difíciles que se avecinan.

La última huelga del WGA duró 14 semanas, y comenzó a finales de 2007, cuando la rápida expansión de los nuevos medios de comunicación y la economía en internet transformó el panorama del cine y la televisión. La huelga tuvo un efecto catastrófico en la producción, ya que los proyectos en curso murieron en el camino, las series se volvieron caóticas sin la guía de sus guionistas y las películas entraban, salían y entraban precipitadamente en producción. Esperemos que la AMPTP no vuelva a permitir que la situación se torne tan grave, pero en caso de que lo haga, ya tenemos una idea de cuán extendidos podrían ser los daños colaterales.

El WGA también se declaró en huelga en 1988, época en la que los ejecutivos de Fox eludieron la falta de guionistas disponibles creando Cops, una recopilación de material vérité sin guion que documentaba los encuentros de los agentes de policía en servicio; el reality TV también irrumpió en 2008 como una forma rápida y económica de generar contenidos libres de la carga de la inspiración creativa.

En 2007, la serie The Apprentice experimentó una caída constante de audiencia, temporada tras temporada, hasta que la cadena NBC desvió sus recursos para convertir el programa en The Celebrity Apprentice y creó un éxito monstruoso en plena crisis laboral. (Se trata de uno de los muchos posibles puntos A que nos encaminaron hacia el punto B de la frase “Los Estados Unidos de Trump”).

La tendencia al alza rápidamente desembocó en la creencia aceptada de que los programas de reality TV significaban días de paga rápidos, fáciles y seguros, y otras cadenas siguieron su ejemplo. En los meses posteriores a la huelga, The Learning Channel –que estrenó su programación original en 1993 con la serie Great Books, un estudio literario coproducido por Walter Cronkite– estrenó los programas Princesitas, Cake Boss, No sabía que estaba embarazada, 19 Kids and Counting, El mundo de Bill y Jen y un clon femenino de Cops llamado Police Women of Broward County.

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Guionistas en huelga en 2007. Foto: Damian Dovarganes/AP

Los programas nocturnos viven y mueren en las salas de sus guionistas, y su cambiante situación reflejó los efectos de la huelga en tiempo real. Ellen DeGeneres no cedió a la huelga y continuó con su programa, eliminando el monólogo y explicando que no se atrevía a despedir a los más de cien empleados que se verían afectados por la huelga.

Conan O’Brien adoptó un enfoque diferente para cuidar a su personal: mientras pagaba sus salarios de su propio bolsillo, regresó al aire con un comunicado en el que expresó su solidaridad con su causa, y después mantuvo al programa como rehén con secuencias deliberadamente tediosas cuyo objetivo era centrar la atención en lo mucho que necesita a sus guionistas. Tontos, surrealistas y muchas veces graciosos a pesar de sí mismos, los segmentos que se emitieron durante este extraño periodo de limbo mostraban a O’Brien consultando a los ociosos guionistas mientras jugaban el videojuego Rock Band, y retándose a sí mismo a superar su récord personal de hacer girar durante más tiempo su anillo de boda sobre su escritorio.

Las series de ficción fueron las más afectadas durante la huelga, ya que los ejecutivos redujeron los pedidos de episodios y cancelaron definitivamente las series que no consideraban dignas de ser conservadas. (Las víctimas de esta doctrina despiadada incluyeron la comedia de situación de larga duración Girlfriends, la modestamente aclamada comedia dramática Men in Trees, la serie de culto de ciencia ficción Los 4400 y la serie de procedimientos ambientada en Nueva Orleans K-Ville).

Las telenovelas intentaron seguir adelante con equipos de guionistas no sindicalizados, y los fanáticos rechazaron con vehemencia la mala imitación del artículo genuino. Fox arrebató el control de Padre de familia a su creador, Seth MacFarlane, y terminó tres episodios sin su aprobación.

La experiencia de Tina Fey en el programa Saturday Night Live le permitió llevar al escenario la versión truncada de la serie 30 Rock para presentarla en vivo en el teatro Upright Citizens Brigade de Nueva York. Muchas series nunca se recuperaron de la interrupción en su narrativa, siendo Heroes el ejemplo favorito de una mitología que perdió el rumbo tras una sólida primera temporada.

Pushing Daisies mantuvo un nivel de calidad más constante, no obstante, las caprichosas decisiones de ABC interrumpieron la serie antes de que pudiera conectar con un público más amplio.

Dado que el guion de una película representa un acto más limitado y aislado que la continua interacción entre la escritura y el rodaje para la televisión, al sector cinematográfico le fue un poco mejor, aunque no estuvo exento de sus desastres. Muchos aspirantes a éxitos taquilleros se encontraron trabajando contrarreloj para plasmar algo en papel antes de que la huelga entrara en vigor, una situación que llevó a Michael Bay –que en absoluto es un hombre de letras– a encargarse de esculpir un boceto para Transformers: La venganza de los caídos.

La película de James Bond 007: Quantum, muy criticada en su estreno por su trama difícil de entender, también se vio afectada por la falta de guionistas, lo cual obligó a su protagonista, Daniel Craig, a intentar escribirla él mismo durante el rodaje. En 2008, George Miller ya había comenzado el casting de su crossover de superhéroes Justice League: Mortal en 2008, sin embargo, Warner Bros deseaba rediseñar el concepto, algo que no permitió la huelga. En lugar de eso, el estudio canceló la producción y cerró un portal de oportunidades a un universo cultural pop drásticamente diferente del nuestro.

Este polémico capítulo de la historia presagia un futuro sombrío, aunque la lucha por unos salarios justos no es tan alarmante como un futuro sin ellos. Si los guionistas no pueden ganarse la vida con su oficio, no habrá más guionistas. Los empresarios que confían en que ChatGPT puede crear la próxima ¡Huye! o Mad Max: furia en el camino se llevarán una gran decepción al darse cuenta de que no existe ningún sustituto sintético para el pensamiento humano, y a medida que el público se vaya dando cuenta de este hecho, los márgenes de ganancias que tanto les gustan a los ejecutivos empezarán a avanzar en direcciones que no los harán felices.

La codicia empresarial, motivada por el insostenible mandato de Wall Street de mantener de algún modo un crecimiento exponencial eterno, representa una espiral suicida para el mundo del espectáculo. El reconocimiento de la valía de los profesionales que aportan valor a estas cadenas y estudios trasciende la astucia en los acuerdos, e incluso el imperativo moral: es simple y objetivamente correcto, la única forma viable de avanzar tanto para los financiadores como para los artistas y los espectadores.

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