San Quintín, los últimos días del corredor de la muerte en California
Primer plano: Jarvis Masters. Fondo: Keith Doolin con su familia. Ambos hombres se encuentran en el corredor de la muerte en San Quintín. Foto compuesta: The Guardian/ Cortesía de freejarvis.org/Cortesía de Keith Doolin/ Eric Risberg/AP

Los guardias de la prisión de San Quintín colocaron grilletes en las manos de Keith Doolin detrás de su espalda y lo escoltaron hasta una pequeña celda. Eran las 8 de la mañana de un sábado de principios de marzo, y Doolin, junto con otra docena de hombres –todos ellos condenados a pena de muerte por el estado de California– se encontraban sentados en unas celdas de 1.8 por 2.4 metros. Había barrotes metálicos en todos los laterales y en la parte superior, lo que le confería a la sala de visitas del corredor de la muerte el aspecto de un refugio para animales.

Doolin, de 50 años, sonreía mientras explicaba el motivo por el que había elegido usar una camisa azul andrajosa que la prisión le había entregado hace más de dos décadas. A diferencia de los nuevos uniformes de los presos, esta prenda no lleva la etiqueta de “preso” ni la marca de “Departamento de Correccionales y Rehabilitación de California” (California Department of Corrections and Rehabilitation, CDCR): “Usaré esta camisa hasta que se caiga… Aquí, te despojan de tu nombre y te dan un número de CDC. Forma parte de la guerra psicológica: te destrozan, te hacen sentir que no vales nada y ni siquiera te reconocen como ser humano”.

Durante 27 años en el corredor de la muerte, Doolin ha estado encerrado en una celda solitaria, muchas veces durante 23 horas al día. En todo ese tiempo, nunca ha caminado sin la vigilancia de un guardia, ni se ha movido sin las manos esposadas, ni ha utilizado un teléfono celular o una laptop, ni ha pisado el césped, ni ha comido con un grupo de personas.

San Quintín, los últimos días del corredor de la muerte en California - SanQuentin-1280x854
Prisión Estatal de San Quintín, en el Área de la Bahía de California. Foto: Justin Sullivan/Getty Images

Sin embargo, es posible que Doolin no viva en estas condiciones durante mucho más tiempo. En marzo, el gobernador Gavin Newsom anunció que convertiría San Quintín, una de las prisiones más antiguas e infames de Estados Unidos, en un “centro de rehabilitación” siguiendo el modelo de las instalaciones ubicadas en Noruega, que tienen pocas restricciones y dan prioridad a las condiciones cómodas y a preparar a las personas para regresar a casa.

Newsom, que suspendió las ejecuciones en 2019, se comprometió a cerrar las unidades de reclusión que conforman el corredor de la muerte, el más grande del país, para dar paso a la “instalación de justicia restaurativa más relevante del mundo”.

Los 546 residentes del corredor de la muerte de San Quintín seguirán condenados a la pena de muerte, no obstante, serán trasladados a la población general de las prisiones de todo el estado, lo cual probablemente les proporcionará algunas comodidades básicas y pequeñas libertades de movimiento que se les han negado desde hace décadas.

En docenas de entrevistas con hombres que viven los últimos días en las instalaciones del corredor de la muerte de San Quintín, algunos describieron un nuevo sentido de esperanza, mientras que otros hablaron sobre sus profundas ansiedades y temores respecto al cambio. Muchos se quedan pensando: ¿qué significa salir del corredor de la muerte si sigues condenado a la ejecución? Y si el gobernador toma en serio la reforma, ¿llegarán a experimentar alguna vez la vida fuera de la cárcel?

La prisión de San Quintín, creada en 1852, está ubicada en una península en el norte de San Francisco, con pintorescas vistas a la bahía y un largo y sinuoso puente que desaparece en la neblina en la distancia. Una alta torre de vigilancia situada cerca de la orilla domina el complejo amurallado, que cuenta con cuatro grandes bloques de celdas y un centro de máxima seguridad.

Para los presos del Bloque Este, que alberga el corredor de la muerte, es difícil ver el agua o cualquier otra cosa del exterior, ya que hay cinco pisos de celdas de aproximadamente 1.2 por 3.0 metros apiladas unas sobre otras, “como sardinas en una lata”, explicó Doolin. Cada celda tiene un retrete, un lavabo y una cama de estructura de acero.

“Vivo a 60 metros del océano, pero no puedo meter los pies en él”, comentó Doolin. “Un día, me encantaría ir a una playa, meter mis dedos de los pies en la arena, ver las olas y simplemente respirar hondo”.

En su celda, lo suficientemente pequeña como para tocar las dos paredes al mismo tiempo, Doolin duerme en el piso, de modo que puede usar su cama como escritorio para guardar cientos de papeles legales y su posesión más preciada: su máquina de escribir.

San Quintín, los últimos días del corredor de la muerte en California - SanQuentin2-1
Keith Doolin en San Quintín en marzo: ‘Usaré esta camisa hasta que se caiga’. Foto: Cortesía de Keith Doolin

Doolin, excamionero, ha afrontado la amenaza de ejecución dedicando la mayor parte de sus horas de vigilia a sus esfuerzos legales de demostrar su inocencia: “Aquí ponen a prueba tu mente, tu cuerpo y tu alma. Este lugar está construido para destruir tu fuerza de voluntad. Pero no me voy a callar ni a sentarme en un rincón. Seguiré luchando con lo poco que tengo”.

Doolin, que fue condenado por matar a dos trabajadoras sexuales y por disparar a otros cuatro, firma todos sus correos como “hombre inocente de hecho tras las rejas desde el 18/10/1995”. Sus abogados presentaron pruebas que sugerían que una testigo de la acusación era la responsable de uno de los asesinatos.

Tras el suicidio de esa persona en 2001 cuando estaba en la cárcel por otro asesinato, su abogado presentó una declaración en la que indicó que tenía información que “exoneraba” a Doolin, pero que no revelaría a menos que un tribunal anulara su privilegio abogado-cliente.

Doolin también ha argumentado la ineficacia de su abogado, que recientemente se había declarado en quiebra por deudas de apuestas y que se robó con la mayor parte de los fondos destinados a los investigadores y peritos.

En la sala de visitas, Doolin comió una hamburguesa congelada procedente de una máquina expendedora ubicada afuera de su celda. “Es increíble cómo algo tan sencillo puede significar tanto”, comentó.

A su alrededor, los demás hombres del corredor de la muerte estaban reunidos con sus madres y parejas, comiendo bocadillos y comida para microondas que los visitantes pueden comprar para ellos y jugando a las cartas mientras los agentes permanecían a su lado. El personal les permitió abrazarse brevemente dentro de sus celdas, aunque un cartel cercano advertía contra las “excesivas muestras de afecto”.

Doolin se siente inquieto por los próximos traslados. Le preocupa que no pueda conservar su máquina de escribir y no sabe cómo guardará todos sus documentos legales en caso de que tenga que compartir celda. También teme que lo trasladen lejos de sus abogados en San Francisco y de su madre, que vive en Redding, una localidad ubicada a tres horas al norte de San Quintín.

“Que me trasladen a la fuerza a otra prisión, añade otras 10 mil libras de peso sobre mis hombros. ¿Y si me trasladan más al sur y estoy el doble de lejos de mi familia y mis abogados?”.

En 2020, el CDCR emprendió un programa piloto que permitía que 100 de los condenados a pena de muerte se trasladaran de forma voluntaria fuera del corredor de la muerte y se mudaran a otras prisiones, un proceso que ahora se convertirá en algo obligatorio para todos los condenados a pena de muerte.

San Quintín, los últimos días del corredor de la muerte en California - SanQuentin3
Bloque Este del corredor de la muerte de San Quintín. Foto: Eric Risberg/AP

Ramon Rogers, de 63 años y preso en el corredor de la muerte desde 1997, aprovechó la oportunidad: “Estaba ansioso de salir de ahí. Sabía que me esperaban cosas mejores y más brillantes que las que tuve que esperar en los últimos 24 años”.

Su salida del corredor de la muerte fue inmediatamente abrumadora. Su grupo de aproximadamente una docena de hombres, que se dirigía a una prisión ubicada a las afueras de Los Ángeles en julio de 2021, hizo una breve parada en el Valle Central, y cuando bajaron del autobús, muchos de ellos se quedaron paralizados, explicó.

Por primera vez en décadas, estaban pisando césped. Cuando le explicaron a un guardia la razón por la que estaban tan atónitos, el agente les permitió caminar hasta una zona de césped aún más frondosa. “Nos maravilló la suavidad y el olor del césped y la tierra. Era extraordinario. El agente nos dejó quedarnos ahí y ver cómo dejábamos nuestras huellas en la el césped. Es simplemente algo increíble que las personas dan por sentado”.

En su nueva prisión, Correll Thomas, de 49 años, que había estado en el corredor de la muerte desde 1999, experimentó una sobrecarga sensorial: “En el patio, solo hay movimiento, personas corriendo a diferentes velocidades, gente haciendo lagartijas y ejercicio, alguien lanzando una pelota de futbol de un lado a otro, personas jugando futbol mientras otras juegan futbol americano. Yo estaba atento a todo, intentando asimilar todo lo que podía, volteando a la derecha y a la izquierda cada dos segundos. En el corredor de la muerte no tenemos movimientos tan rápidos”.

San Quintín, los últimos días del corredor de la muerte en California - SanQuentin4
Correll Thomas: ‘Estaba intentando asimilar todo lo que podía’. Foto: Cortesía de Correll Thomas

El hecho de poder salir de su celda sin esposas y sin que lo registraran desnudo también fue un cambio bien recibido: “Durante 22 años me esposaron y me escoltaron de un lado a otro como si fuera un animal. Ahora ya no tengo que desnudarme para que me registren cuando me llaman para una cita médica. Es mucha más libertad”.

Rogers, que actualmente se encuentra en una prisión de San Diego, comentó que algunos hombres estaban tan condicionados a llevar girlletes que seguían poniendo las manos en esa posición incluso cuando ya no estaban esposados.

Rogers comentó que también había llegado a apreciar las pequeñas cosas, como comer un helado frío en el comedor o salir al patio en la tarde, lo que le permitía, por primera vez en su encarcelamiento, ver el cielo nocturno.

La primera ejecución en California fue un ahorcamiento en San Quintín en 1893. Posteriormente, quinientas personas fueron condenadas a la pena de muerte hasta que, en 1972, la Corte Suprema del estado revocó la pena de muerte por considerarla “inadmisiblemente cruel”.

No obstante, los votantes rápidamente aprobaron un referendo destinada a restablecer la pena de muerte y, desde 1978, más de mil personas han sido condenadas a pena de muerte, aunque solo se ha ejecutado a 13, ya que las apelaciones se prolongan durante décadas. La ejecución más reciente ocurrió en 2006 mediante una inyección letal.

Existen graves disparidades en este sistema, que le ha costado al Estado 4 mil millones de dólares desde la década de 1970. Las personas afroamericanas representan el 6.5% de la población de California, sin embargo, representan más de un tercio de las personas que se encuentran en el corredor de la muerte. La gran mayoría de los condenados a pena de muerte en la última década han sido personas afrodescendientes.

Al menos un tercio de las personas que están en el corredor de la muerte también tienen diagnosticadas enfermedades mentales graves, y la población está envejeciendo, ya que hay 250 personas mayores de 60 años, lo que supone el 38% de la población. Existen 20 mujeres condenadas a pena de muerte, recluidas en la prisión de mujeres más grande del estado.

Hoy en día, el Bloque Este parece un estacionamiento para sillas de ruedas, comentó Doolin, dado el gran número de residentes ancianos y discapacitados.

Aunque cada vez existe una mayor oposición bipartidista a la pena de muerte, incluso por parte de algunos defensores de las víctimas, el plan de cerrar el corredor de la muerte de San Quintín ha suscitado escepticismo y preocupación por parte de algunos de los “condenados”, pues sus abogados y familiares cuestionan la forma en que la transición afectará sus casos.

Jarvis Masters, de 61 años, ha estado en prisión durante 42 años, condenado a la pena de muerte por un delito que desde hace mucho tiempo ha dicho que no cometió: afilar un arma que otra persona utilizó para matar a un guardia penitenciario.

Los testigos que lo acusaron se han retractado, y otros confesaron haber fabricado el arma, lo cual ha provocado una gran indignación por el caso y muestras de apoyo a Masters, entre ellas la de Oprah Winfrey. Con sus abogados y seres queridos en el Área de la Bahía, a poca distancia en automóvil de San Quintín, se ha vuelto cada vez más ansioso ante la perspectiva de ser trasladado, posiblemente a cientos de kilómetros de distancia, a instalaciones remotas de difícil acceso.

San Quintín, los últimos días del corredor de la muerte en California - SanQuentin6
Jarvis Masters, a la derecha, con un maestro budista, Anam Thubten Rinpoche. Foto: Cortesía de freejarvis.org

“Mi vida depende de la comunicación con mi abogado”, explicó por teléfono. “La cordura de muchas personas depende de eso: de tener la seguridad de que sus abogados están haciendo todo lo posible para conseguir alguna resolución positiva en su caso”.

Después de vivir en una celda solitaria durante varias décadas, señaló, también le preocupaba la idea de tener compañeros de celda y perder intimidad.

“No existe ningún lugar en el que no sienta que estoy en el corredor de la muerte y que soy inocente”, comentó Masters. “Pueden ponerme en un lugar con una nueva cancha de basquetbol o donde pueda lavar mi ropa o entrar a un comedor sin grilletes, pero aún estaré pensando en mi estatus. El hecho de decir que les vamos a conceder a los presos el derecho a no estar atados de manos, siento como si toda mi vida estuviera atada de manos”.

El 17 de marzo, en el interior de San Quintín, Newsom se paró frente a los residentes encarcelados y sugirió que su proyecto de remodelación de la prisión al estilo noruego podría convertir el corredor de la muerte en un “patio de honor” dedicado a ofrecer programas a los residentes: “Tenemos que trabajar en el regreso a casa. No se trata únicamente de rehabilitación… Quieres que las personas vuelvan sintiéndose mejor”.

Las prisiones noruegas, que han sido calificadas como las “más humanas” del mundo, cuentan con personal capacitado en trabajo social, y las personas encarceladas tienen privilegios, como la posibilidad de cocinar, visitas familiares privadas y puertas sin cerrojo.

Se trata de una situación muy distinta a la de San Quintín, que, si bien es conocida por sus programas de arte y sus clases, sigue siendo una prisión estadounidense abarrotada y sumamente punitiva. Y mientras en Noruega no hay cadenas perpetuas, en California más de 5 mil 700 personas están condenadas a pena de muerte o a cadena perpetua sin libertad condicional.

Algunas personas que se encuentran en el corredor de la muerte esperan que los traslados los acerquen un poco más a la posibilidad de salir de prisión, especialmente en un momento en que algunos legisladores estatales presionan para que se introduzcan reformas que anulen algunas de las penas de prisión más severas.

Aunque se puede volver a condenar a una persona o se puede anular su condena a pena de muerte, se necesitaría una reforma importante para poder volver a condenar a un gran número de personas, y solo se puede derogar la pena de muerte como forma de castigo mediante un referendo.

San Quintín, los últimos días del corredor de la muerte en California - SanQuentin7
Los abogados y familiares de algunos condenados que se encuentran en el corredor de la muerte han expresado su preocupación respecto a cómo afectará la transición a sus casos. Foto: Eric Risberg/AP

El CDCR y la oficina del gobernador rechazaron las solicitudes de entrevistas. Un vocero del gobernador destacó los comentarios que Newsom realizó en diciembre, según los cuales las conmutaciones para las personas condenadas a pena de muerte eran “algo que se ha considerado desde hace mucho tiempo”.

Dana Simas, vocera del CDCR, señaló en un correo electrónico que era posible que algunos reclusos del corredor de la muerte fueran trasladados a otras partes de San Quintín, pero que las asignaciones de alojamiento se realizarían caso por caso en función de las “necesidades de seguridad, médicas, psiquiátricas y de programas” de cada individuo. Indicó que el programa de traslados ampliaría el acceso a programas de rehabilitación y oportunidades laborales, lo cual permitiría que las personas condenadas a pena de muerte pagaran indemnizaciones a las víctimas.

No existía un plazo establecido para que se completen los traslados, señaló Simas. “Ojalá los poderes establecidos me consideren merecedor de una verdadera segunda oportunidad”, comentó Tracy Cain, de 60 años, que se encuentra en el corredor de la muerte desde 1988.

Cain es una de las 40 personas condenadas a pena de muerte que pasaron por el proceso de apelación y vieron confirmadas sus sentencias de pena de muerte por parte de tribunales estatales y federales, lo que significa que si un nuevo gobernador reanudara las ejecuciones, él correría peligro. Aunque le gustaría que se revocara su condena a pena de muerte, señaló, también teme la alternativa más probable: “La cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional es una condena a pena de muerte con otro nombre… ¿En qué momento la rehabilitación se convierte en algo tan importante como el castigo?”.

San Quintín, los últimos días del corredor de la muerte en California - SanQuentin8
Tracy Cain: ‘Ojalá los poderes establecidos me consideren merecedor de una verdadera segunda oportunidad’. Foto: Cortesía de la familia de Tracy Cain

Las personas que ya han sido trasladadas fuera del corredor de la muerte señalaron que era alentador estar rodeadas de personas que hacen planes para la vida después de la cárcel: “Nos da un poco de esperanza”, comentó Rogers. “Estoy en un entorno en el que la gente está estudiando para las audiencias de libertad condicional para irse a casa. Las personas están empacando y saliendo a la calle, y eso es un poco emocionante”.

Thomas señaló que desde entonces había tenido la oportunidad de participar en grupos de autoayuda y ahora era moderador de una clase en la que los hombres procesan sus traumas y participan en terapia grupal: “Existe cierta sensación de normalidad, en lugar de estar simplemente encerrado en una celda y ser considerado basura e indigno de algo. Cuando estás solo en una celda de San Quintín, te guardas todo esto para ti. Pero una vez que estuve en este círculo y recibí esta clase, aprendí a sincerarme y a compartir”.

Algunos de los hombres del grupo están motivados por sus próximas audiencias con la junta de libertad condicional. Thomas, no obstante, ha tenido que encontrar su propia motivación: “Este cambio que he hecho en mi vida, este crecimiento, convertirme en una persona mejor, es solo para mí. Así es como lo afronto. Muchos hombres hacen esto para poder salir. Pero yo todavía no tengo esas oportunidades”.

La madre de Doolin, Donna Doolin-Larsen, señaló que la incertidumbre de los traslados los agobiaba, pero que su hijo intentaba protegerla de los aspectos más oscuros del corredor de la muerte: “Keith se ocupa de muchas cosas por su cuenta que yo nunca sabría que ocurren. No obstante, Keith siempre ha sido positivo. Cualquiera que lo haya visitado nunca lo ha visto decaído. Pero eso no significa que no esté abatido a puertas cerradas”.

Doolin comentó que lo más difícil de su encarcelamiento fue que no pudo estar al lado de sus seres queridos cuando tenían dificultades: se perdió algunos funerales y no pudo ayudar a su madre, de 80 años, a superar el agravamiento de sus problemas de salud. “Estar esposado físicamente diariamente, eso duele”, señaló. “Pero ser físicamente incapaz de ayudar a mi familia, eso es lo que más duele”.

Por ahora, Doolin se aferra a la esperanza de que se anulará su condena y de que, cuando salga de San Quintín, lo hará en libertad y no se dirigirá a otra prisión.

Fantasea con una comida en una mesa con su familia, utilizando cubiertos y platos de verdad, y bebiendo agua con hielo. Sueña con vivir en una zona con mucho césped, árboles y terreno abierto. Y ansía no volver a vestir el color azul de los uniformes de los presos.

Síguenos en

Google News
Flipboard