La oscarizada chica de al lado: el eterno atractivo de Jennifer Lawrence
Jennifer Lawrence en la premier de Hazme el favor. Foto: Kristina Bumphrey/Shutterstock

Dado que la publicidad de la nueva comedia Hazme el favor ha anunciado la película como una burda farsa en la grandiosamente subida de tono tradición de las indecencias de clasificación casi R, los espectadores podrían sorprenderse al encontrar una sincera carta de amor a Montauk escrita en los márgenes alrededor de los sucios garabatos.

Más que un escenario atractivo para la pantalla, la ciudad portuaria situada en el extremo oriental de Long Island realmente significa algo para los personajes que viven en ella, un oasis obrero de mañanas frescas y noches templadas que rápidamente se está volviendo demasiado costosa para los lugareños que fomentan su encanto incrustado en percebes. Los lugareños están resentidos con los turistas que llegan en masa de la ciudad y de los ricos suburbios neoyorquinos cada verano, mientras dependen de su dinero para ganar lo suficiente como para sobrevivir el resto del año, cuando el turismo es más escaso. El guion se centra principalmente en cuestiones sentimentales, pero también encuentra tiempo para plantear la cuestión de durante cuánto más podrán sobrevivir en tiempos difíciles las casas erosionadas por la intemperie y los típicos bares del muelle.

La producción se filmó en Ted’s Fishing Station, un local de Point Lookout que se encuentra a dos horas en auto al oeste de Montauk, por lo que contar con una chica de al lado respondona, atractiva y al mismo tiempo poco femenina que sirva gin-tonics detrás de la barra contribuye a la verosimilitud del pueblo. Aquí entra en escena Jennifer Lawrence, nacida en Kentucky, que dejó sus estudios de preparatoria a los 14 años y es una de las pocas estrellas de cine de alto perfil capaces de interpretar de forma creíble a una persona ordinaria en el mismo estilo que Sandra Bullock. Como hermana pequeña de varios hermanos, posee una afabilidad indiscutible que resulta decisiva para la simpática y canalla Maddie, en su elemento tanto coqueteando agresivamente con un vestido ajustado como bebiendo una cerveza con una sudadera oversize holgada. Es la escurridiza chica genial, aunque hasta cierto punto, uno puede imaginársela viendo un partido de hockey por voluntad propia, pero también aleja a todo el que está cerca de ella bebiendo en exceso y acostándose con quien sea. Además de propiciar las payasadas, aceptar la oferta de una pareja adinerada de desflorar a su hijo dulcemente torpe le proporcionará una nueva madurez, tal como saben los espectadores. Tiene que ser así; así es nuestra J-Law.

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Jennifer Lawrence en Hazme el favor. Foto: Macall Polay/AP

Como película atractiva para el público y con una recaudación de taquilla respetable (aunque la película se estrenó en cuarto lugar el pasado fin de semana, 15 millones de dólares no están nada mal para una comedia original, justo un poco menos que la recaudación de Cocaine Bear), Hazme el favor representa la culminación del pequeño regreso de Lawrence, que astutamente se mantuvo alejada de los focos durante la segunda mitad de la década anterior para evitar la sobreexposición y tener tiempo para iniciar una familia. Lawrence saltó a la fama por despellejar ardillas en la cruda película independiente Winter’s Bone, ambientada en Ozark, en 2009, y alcanzó el estatus de estrella de los Oscar por sus colaboraciones con David O. Russell a principios de la década de 2010, en las que interpretó a mujeres estridentes e imperfectas que intentaban sobreponerse a sus profundos defectos y que, en la mayoría de los casos, fracasaban. (Mis investigaciones indican que, por esa misma época, apareció en una saga de películas llamada Los juegos del hambre. Yo, como la cultura en general, no guardo ningún recuerdo de esto). Se mostró auténticamente como una celebridad del pueblo durante una época obsesionada con aquello con lo que se puede #identificar, cayéndose en su camino hacia el podio de los premios de la Academia y celebrando después fumando un porro en Hawai.

En una reciente aparición en la poco importante serie web de entrevistas Hot Ones, Lawrence hizo la astuta observación de que todos sus papeles importantes comparten la característica de que les imponen la vida adulta antes de que estén preparados, una tendencia que se mantiene en la más reciente fase de su carrera. (La otra: un compromiso total con el físico, sus proezas de baile y tiro con arco se ven superadas en Hazme el favor por la paliza que propina desnuda a unos adolescentes despreocupados). Como joven novia en ¡Madre!, bailarina obligada a trabajar como asesina a sueldo en Operación Red Sparrow, científica agotada que carga con el peso del mundo en No miren arriba, y veterana conmocionada en la excepcional Resurgir del otoño pasado, Lawrence plasma la lucha por estar a la altura de las expectativas de uno mismo en una amplia variedad de géneros y tonos. Su cimentada cualidad de mujer común –el calibre de su atractivo que hace que una persona consiga un trabajo como modelo de Abercrombie cuando es adolescente, compensado por la falta de seriedad que hace que retiren esas fotos– no ha hecho más que madurar a medida que se adentraba en la treintena, el punto en el que la edad adulta de sus personajes casi coincide con la responsabilidad que pesa sobre ellos.

En este sentido, Hazme el favor se convierte más bien en una reintroducción que en una reinvención, un recordatorio de los atractivos innatos de Lawrence que no han desaparecido durante su semi-retiro autoimpuesto. Como si se tratara de una colección de grandes éxitos adoptando forma humana, el papel de Maddie combina la dureza propia de Winter’s Bone con la disfunción sentimental de Los juegos del destino. En esa película, otra extraña visión de la comedia romántica, Lawrence ofreció una idea completamente hollywoodense de la depresión, no muy alejada de los problemas paternos disfrazados que el guion de Hazme el favor inserta en su segundo acto.

Aunque su punto en común más significativo es su carácter incompleto, el empeño de un trabajo en curso que se ganó el cariño del público por primera vez hace poco más de 10 años en una versión torpe y discreta del ídolo de la pantalla. La facilidad de Lawrence para la comedia, la capacidad cada vez más difícil de identificar y soltar un chiste, puede resultar un tanto inesperada si se tiene en cuenta su filmografía, rara vez centrada en el humor. Sin embargo, su desgarrada humanidad nos resulta reconfortantemente familiar, algo que recordamos no solo de sus interpretaciones anteriores, sino de nuestras propias experiencias con las muchas personas reales que viven en esas mismas circunstancias. Si entras a cualquier bar de barrio, ella podría estar detrás de la barra preguntando qué vas a tomar.

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