Boyas mortales, alambres de púas y guardias armados en el Río Bravo: Greg Abbott está obsesionado con mantener alejados a los migrantes
Las fuerzas del orden estadounidenses patrullan el Río Bravo cerca del puente del tren en Eagle Pass, Texas. Fotografía: Michael González/The Guardian

Juanita Martínez estaba de pie en las orillas fangosas del Río Bravo observando la icónica cinta de agua que marca la frontera entre Estados Unidos y México. Estaba separada del río por rollos de alambre de púas y estaba justo río arriba de las infames boyas gigantes de color naranja instaladas para disuadir a los migrantes de cruzar a Texas. Al borde de las lágrimas, dijo: “¿Qué le han hecho a nuestro río?”

Cerca de allí se apilaban viejos contenedores de carga rematados con más alambre de púas. Martínez, nativa de Eagle Pass y presidente del Partido Demócrata local del condado de Maverick, dijo a The Guardian: “Es muy inhumano exponer a migrantes inocentes a esto”.

Del lado mexicano, las familias de Piedras Negras podían pasear por la verde orilla del Río Bravo, con niños jugando y gente pescando.

Del lado estadounidense, alambre de púas, contenedores de carga, tropas del Departamento de Seguridad Pública de Texas y soldados de la guardia nacional de varios estados se desplegaron en kilómetros a lo largo de la nivelada ribera del río y franjas de tierra local expropiadas. Hacer cumplir las leyes fronterizas es un deber federal, pero Texas se asegura de tener personal estatal vigilando en patrullas, hidrodeslizadores, camiones de estilo militar y helicópteros. También está la famosa cadena de boyas de 300 metros de largo, con redes debajo y hojas en forma de sierra entre los flotadores.

Se trata del “muro” del gobernador de Texas, Greg Abbott. El derechista republicano ha realizado multimillonarios esfuerzos antiinmigración para militarizar la frontera, con su polémica Operación Estrella Solitaria, ahora asistida por muchos otros gobernadores republicanos, desde Dakota del Sur a Florida, que han enviado personal o equipamiento.

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Juanita Martínez, nativa de Eagle Pass, posa para una fotografía en su casa. Fotografía: Michael González/The Guardian

La adición de una línea de boyas en el río por parte de Abbott en julio fue una táctica demasiado exagerada para los críticos humanitarios y ambientales, y para la administración Biden. Se espera que un juez federal se pronuncie pronto sobre una demanda del Departamento de Justicia de Estados Unidos que busca eliminar la barrera de boyas de un millón de dólares, alegando que viola la Ley de Ríos y Puertos de 1899.

Martínez se burló de una carta que Abbott envió a Joe Biden diciendo que las boyas eran para la seguridad de los migrantes.

“Ha colocado las boyas en el lugar donde el agua es más baja, por lo que está presionando a la gente para que tenga que cruzar en partes (más) peligrosas del río”.

Señaló que incluso si se retiran las boyas, permanecerán la brutal barrera de alambre, el personal armado y sus vehículos.

El río en Eagle Pass es un punto de cruce típico para algunos de los miles de migrantes que huyen de situaciones desesperadas en Centroamérica o lugares tan lejanos como Venezuela, Haití, Cuba e incluso partes de África. La profundidad y las corrientes son a veces benignas, a veces letales, con o sin boyas.

La gente quiere eludir a las fuerzas del orden o, muy a menudo, entregarse rápidamente a agentes federales para ejercer su derecho a solicitar asilo, al no haber podido acceder a un sistema altamente restringido. El muro físico y humano de Abbott pretende disuadirlos.

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Arriba: Una serie de boyas mortales flotando en el Río Bravo. Derecha: Una sección de las boyas con hojas en forma de sierra que el estado de Texas implementó en el Río Bravo se encuentra sobre una franja de pasto. Izquierda: Una sección de alambre concertina entre contenedores de carga a lo largo de las orillas del Río Bravo para disuadir a los migrantes de cruzar el río. Fotografía: Michael Gonzalez/The Guardian

Pero durante varios días de la semana pasada no se vieron migrantes en la orilla mexicana ni debajo del puente internacional, donde a menudo esperan para cruzar el río de día o de noche. Los pescadores locales mexicanos dijeron que estaba demasiado cerca de las boyas, los alambres y las tropas, por lo que la gente caminaba río arriba o río abajo para cruzar con menos obstáculos.

Mientras tanto, en el campo de golf de nueve hoyos propiedad de la ciudad, los juegos continuaban. Los contenedores de carga son una monstruosidad y un letrero en un puente para que los carritos de golf lleguen a los distintos hoyos ahora dice: “Propiedad del gobierno de Estados Unidos, prohibido el paso”.

Pero el veterano de la guerra de Vietnam y simpatizante de Donald Trump, Danny Gutiérrez Jr., detuvo su práctica para decirle a The Guardian que aprueba que Abbott intensifique la aplicación de la ley estatal en la frontera, a pesar de las interrupciones en Eagle Pass. “Todos lo apoyamos… porque queremos sentirnos seguros mientras jugamos una partida de golf”, dijo.

“Estábamos jugando… temprano en la mañana y algunas personas (migrantes) salían de detrás de los contenedores como si vivieran allí”. Acusó a los migrantes de intentar robar bolsas de golf y también de asustarlo “saltando a su paso” y hablándole.

También especuló que entre lo que describió como gente buena que intenta venir a Estados Unidos en busca de asilo, hay “gente mala” que intenta contrabandear drogas para “matar a nuestros niños pequeños”.

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Danny Gutiérrez Jr. posa para una fotografía en la casa club del campo de golf de la ciudad a lo largo del Río Bravo en Eagle Pass, Texas. Fotografía: Michael González/The Guardian

Un compañero jugador, Guillermo Barrera, que cruza desde su México natal la mayoría de los fines de semana para una ronda, dijo que la fuerte presencia de las fuerzas del orden era “una distracción”.

“No soy un muy buen golfista, así que tener gente cerca donde puedas golpear a alguien es algo a tener en cuenta, por lo que juegas de manera diferente”, dijo.

Y teme que una pelota de golf perdida que rompa la ventanilla de una patrulla pueda ponerlo en una posición complicada, ya que no es ciudadano estadounidense.

Abbott celebró una conferencia de prensa a orillas del río la semana pasada con otros gobernadores republicanos, rodeado por docenas de agentes del orden, vehículos militares, hidrodeslizadores y helicópteros, mientras promocionaba la Operación Estrella Solitaria.

Para dar cabida a todo este armamento y personal, Texas ha barrido con la vegetación y el hábitat de la vida silvestre y ha arrasado algunas pequeñas islas en el río donde los migrantes que cruzan a menudo hacen una pausa para respirar, especialmente si están luchando por mantener seguros a sus hijos.

La hija de Juanita Martínez, Adriana Martínez, nació y creció en Eagle Pass, pero ahora es profesora asociada en la Universidad del Sur de Illinois, donde es geomorfóloga fluvial e investiga cómo la actividad humana da forma a los ríos.

Comparó las boyas de Abbott con “una cadena de rocas de 300 metros de largo en medio del canal”, cambiando el flujo natural del río, lo que viola los tratados con México y es potencialmente perjudicial.

“Cuando cambiamos el flujo de agua, cambiamos la erosión”, dijo. Martínez señaló que las inundaciones del Río Bravo, el aumento del agua y los residuos flotantes podrían golpear las boyas, el alambre concertina o los contenedores de carga provocando su desprendimiento y sean arrastrados río abajo y causen importantes daños ambientales y estructurales.

De vuelta en la orilla del río, su madre, Juanita Martínez, contó nostálgicas historias de cómo pescaba allí con su abuelo. Luego llamó a la gente que pescaba y se relajaba en el lado mexicano, gritando en español: “¡Hola! Estamos luchando para que retiren esta maldita alambrada”.

Traducción: Ligia M. Oliver

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