Ecuador sumido en la violencia de las bandas de narcotraficantes: “Deberíamos tratarlo como una guerra”
Un vidrio a prueba de balas en el taller de la compañía de seguridad Auto Express en Quito, Ecuador, mientras los propietarios de automóviles pagan fortunas para protegerlos contra la violencia de las pandillas. Fotografía: Martin Bernetti/AFP/Getty Images

Un vidrio a prueba de balas en el taller de la compañía de seguridad Auto Express en Quito, ya que los propietarios de automóviles pagan fortunas para protegerlos contra la violencia de las bandas. Fotografía: Martin Bernetti/AFP/Getty Images

El capitán de la policía parecía agotado y exhausto cuando tomó la lata de bebida energética que había sobre su escritorio y bebió un trago. Liderar la unidad encargada de encontrar personas desaparecidas en la principal ciudad portuaria de Ecuador, Guayaquil, le estaba pasando factura.

Este año se han reportado cientos de desapariciones, dijo el oficial, que pidió no ser identificado por razones de seguridad. Cada vez más se recurre a los antropólogos forenses para exhumar restos humanos. En las redes sociales se suben imágenes gráficas de asesinatos entre pandillas, a veces con una banda sonora de reggaetón.

Un laberinto de islas en el delta del río Guayas, que da nombre a la ciudad y a la provincia circundante, se ha convertido en un cementerio para las víctimas de una sangrienta guerra entre bandas narcotraficantes y las víctimas colaterales de secuestros extorsivos.

“Es como un cementerio con pedazos de cuerpos humanos esparcidas por todos lados”, dijo el capitán de policía, mientras hojeaba videos espantosos en su teléfono móvil.

En los últimos años, la nación sudamericana ha experimentado un descenso de pesadilla hacia la violencia, y los sucesivos gobiernos han demostrado ser incapaces de frenar a las facciones del crimen organizado. El mes pasado, los cárteles demostraron su poder con una toma masiva de rehenes en seis prisiones, en aparente respuesta al traslado a prisión de un alto líder de una banda.

Antes de eso, el candidato presidencial Fernando Villavicencio fue asesinado a tiros a plena luz del día, menos de dos semanas antes de la primera vuelta de las elecciones.

Ecuador irá a una segunda vuelta el 15 de octubre entre la favorita Luisa González, quien ha prometido reactivar los programas sociales del expresidente Rafael Correa, y Daniel Noboa, hijo de un destacado empresario bananero y cinco veces candidato presidencial.

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Fuerzas militares hacen guardia frente a la prisión de Guayas 1, donde una nueva ola de enfrentamientos entre presos de bandas rivales cobró seis vidas el domingo, en la ciudad portuaria de Guayaquil, Ecuador, el 25 de julio. Fotografía: Marcos Pin/AFP/Getty Images

“En este momento estamos totalmente invadidos por el narcoterrorismo y tenemos que combatirlo con todas las fuerzas que tenemos”, dijo Noboa a The Guardian, quien es descendiente de una de las familias más ricas de Guayaquil, después de la primera ronda de votación.

“La violencia y las tasas de mortalidad que enfrentamos son como las de una zona de guerra, por lo que debemos tratarla como una guerra y tratar a estos grupos narcoterroristas como nuestro enemigo”, dijo.

Pero las fuerzas armadas y la policía del país parecen estar perdiendo la batalla contra los narcos que han convertido al país en una superautopista de la cocaína, ya que las bandas, tanto dentro como fuera del débil y superpoblado sistema penitenciario, compiten por las rutas del narcotráfico, con el respaldo de los poderosos cárteles mexicanos.

El tráfico de drogas no es nuevo en Ecuador, gracias a su ubicación entre los principales productores de cocaína del mundo, Colombia y Perú, sus porosas fronteras y sus principales puertos en el Océano Pacífico. La cantidad de cocaína incautada en los puertos del país se ha triplicado desde 2020 a 77.4 toneladas el año pasado.

Pero en los últimos años, la escala de la violencia que la acompaña se ha disparado. Ecuador registró 4 mil 600 muertes violentas en 2022, el doble que el año anterior, y el país está a punto de batir nuevamente el récord con 3 mil 568 muertes violentas en el primer semestre de 2023. De ellas, casi la mitad ocurrieron en Guayas, la provincia que incluye a Guayaquil, donde casi mil 700 personas han sido asesinadas en lo que va de año.

“Todas las noches salimos a patrullar. No sabemos si regresaremos”, dijo el capitán de policía Luis Paredes mientras él y sus compañeros registraban los vehículos que ingresaban a Isla Trinitaria, un peligroso distrito portuario. Un flujo constante de camiones que transportan contenedores recorre sus congestionadas calles en dirección a las terminales portuarias.

Unas horas más tarde, al otro lado de la ciudad, un escuadrón de soldados paraba y registraba motocicletas y automóviles en el periférico barrio de Monte Sinaí, mientras padres vigilantes acompañaban a sus hijos uniformados a autobuses, y panaderías y tiendas de comestibles abrían sus puertas a la tenue luz del amanecer.

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Benny Colonico, propietario de un restaurante italiano, fue secuestrado a punta de pistola de su local por secuestradores vestidos como agentes de policía en junio. Fotografía: Marcos Pin/AFP/Getty Images

“Es una zona muy violenta, dominada por grupos del crimen organizado”, dijo el líder de escuadrón, el teniente Carlos Hernández, refiriéndose a las pandillas, Los Choneros, Los Lobos y Los Tiguerones, que están librando una guerra territorial en el extenso suburbio gris.

Mientras abría el maletero de su sedán azul para una inspección, el conductor Santos Veloz dijo que desearía que hubiera más controles militares, añadiendo secamente que hoy en día es más probable que te detengan los ladrones que los soldados.

“Los delincuentes vienen en moto a robarte. No puedes hacer nada porque te matan”, dijo.

La extorsión es la moneda corriente, añadió. Cada hogar debe pagar un dinero de protección de alrededor de cinco dólares a la semana, conocido como “vacunas”, o enfrentar las consecuencias.

“Si no pagas, vienen a medianoche y ponen una bomba o esperan en la esquina y te disparan”, dijo el comerciante.

Las empresas, grandes y pequeñas, también son objeto de extorsión y corren el riesgo de ser secuestradas si se niegan a pagar. En junio de este año, el propietario de un restaurante italiano, Benny Colonico, fue secuestrado a punta de pistola por secuestradores vestidos como agentes de policía.

“Todos los días pensaba en qué momento me matarán”, dijo Colonico, de 49 años, quien negoció su libertad ofreciendo pagar parte del millonario rescate. “Cuando salí dije: Dios, dame otra oportunidad de vida”.

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Arturo Carpio recibió un disparo afuera de la casa donde habita su familia y murió afuera de su casa en Guayaquil, Ecuador. Su pareja, que pidió no ser identificada, afirmó que la banda a la que pertenecían los asesinos también se había infiltrado en la policía local. Fotografía: Dan Collyns/The Guardian

Pero para los jóvenes que buscan una vida fuera de las pandillas, no hay escapatoria. Arturo Carpio tenía solo 24 años cuando le dispararon en una reunión nocturna frente a la casa de su familia en julio. Murió a causa de sus heridas días después en el hospital.

Las imágenes de videovigilancia muestran a los asesinos corriendo y huyendo del lugar en un vehículo blanco, pero su desconsolada pareja, que también pidió no ser identificada, dijo que su asesinato no fue reportado a la policía “por temor a que hicieron con los miembros de su familia lo mismo que hicieron con él”.

“No tendría sentido intentar hacer algún tipo de denuncia”, afirmó la universitaria de 19 años, alegando que el cuerpo policial estaba infiltrado por la misma banda que perpetró su asesinato.

Ella también teme por su vida, ya que los asesinos, conocidos por ella y su familia, siguen prófugos. La pareja llevaba tres años junta y soñaba con un futuro juntos fuera de Ecuador, dijo.

Otros miles de ecuatorianos, impulsados también por la pobreza y el desempleo, se están yendo.

Un informe de las Naciones Unidas publicado el viernes dijo que el aumento de la violencia en Ecuador es una llamada de atención para abordar urgentemente la pobreza. “La falta de oportunidades laborales y la mala educación han convertido a los jóvenes en reclutas fáciles para las bandas criminales”, dijo Olivier De Scutter, relator especial de la ONU sobre pobreza extrema y derechos humanos.

“Estas bandas, a su vez, están alimentando la pobreza al extorsionar a las pequeñas empresas, apoderarse de las escuelas e interrumpir la educación de los niños, y crear tal miedo y desesperación que un número creciente de ecuatorianos simplemente están abandonando el país. Este círculo vicioso solo podrá romperse si el país invierte más en su gente”, añadió De Schutter.

Más de 822 mil personas de entre 18 y 45 años se marcharon en el primer semestre de este año y 1.4 millones de ecuatorianos migraron en 2022. Un número récord de personas ha intentado atravesar el peligroso Tapón del Darién (casi 35 mil en lo que va de año), según la oficina de migración de Panamá.

Temerosos de confiar en las promesas de empleo y prosperidad de los políticos y con una guerra contra el narcotráfico a sus puertas, es probable que muchos miles los sigan, arriesgándolo todo para buscar un futuro lejos de casa.

Traducción: Ligia M. Oliver

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