Gene Simmons habla de Kiss, sexo y dejarlo todo: “mientras tus tonterías funcionen, te sientes inmortal”
“No tengo idea de qué hice para merecer todo esto”: Gene Simmons (izquierda) toca con Kiss en junio en Birmingham. Foto: Keith Leroux

“¿Qué es un sombrero de bruja?” Gene Simmons pregunta con no poca consternación, a mitad de nuestra entrevista. Estoy desconcertado: ¿se refiere a un cono de tráfico?

“¡Exactamente! ¡Un cono de tráfico! ¿Por qué lo llaman sombrero de bruja?”

“Porque parece un sombrero de bruja”.

“¿Ah, de verdad?” dice. “¿Y cuándo fue la última vez que viste a una bruja?”

Hablar con Gene Simmons, cofundador y colíder de Kiss durante los últimos 50 años, es estar deliciosamente enredado. A lo largo de nuestra charla de 30 minutos, una conversación divertida y divergente, cubrimos temas como las brujas, la monogamia, The Beatles y la paternidad. La semana que hablamos, está preparando su próxima fiesta de cumpleaños, la número 74, en una bolera y terminará recaudando más de 100 mil dólares para niños que no pueden pagar la atención quirúrgica que necesitan. Se trata de alguien que nunca superó por completo su sueño juvenil de ser rabino o maestro de escuela, si lo de estrella de rock no funcionaba.

Por supuesto que funcionó, razón por la cual Simmons está concediendo entrevistas: Kiss está de regreso en Australia por última vez, solo 14 meses después de que estuvieron en Australia. El público lo exigió. Y también llegó convenientemente a tiempo para tocar en el espectáculo de entretenimiento de la gran final de la AFL. Pero esta, nos asegura, es la última vez, la última, palabra de Satanás. Y ha tardado mucho en llegar.

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Un concierto de Kiss es un encuentro vital con lo ridículo y lo sublime. Foto: Igor Vidyashev/Atlas Icons

El primer concierto de Kiss fue en 1973 en un pequeño bar de Nueva York, el Popcorn Club. Solo acudieron 10 personas, casi la mitad de ellas sus entonces novias.

“Aún recuerdo el olor de ese lugar”, dice Simmons. “No había casi nadie. Teníamos una especie de maquillaje, un poco diferente. Recuerdo mirar al otro lado del escenario y pensar: “¡Guau!” … Estábamos tocando estas canciones que escribimos”.

Ahora, por supuesto, Simmons está al otro lado de una de las carreras más exitosas en la historia del rock. “He tenido muchísima suerte en la vida”, dice. “No tengo idea de lo que hice para merecer todo esto”.

Simmons nació en Haifa, Israel, hijo único de una madre sobreviviente del Holocausto y un padre que abandonó a su joven familia cuando Simmons tenía seis años. Creció tan pobre que cuando era niño, él y su primo vendían naranjas caídas que recogían en las calles. Emigrar a los Estados Unidos poco después le inculcó un ferviente impulso por el éxito y la seguridad material que más tarde solo las máquinas de pinball, las canchas de minigolf, los c(k)ondoms y los bollos de carne con tomate y chile súper picantes que llevaban el nombre de su mundialmente famosa banda pudieron sofocar.

Para aquellos millones que han tenido la suerte de ver uno, un concierto de Kiss es un encuentro vital con lo ridículo y lo sublime. Es cualquier excusa para ceder al impulso abrumador de cantar palabras extremadamente tontas, en voz muy alta con varios miles de personas a la vez. Cada vez que veo tocar a la banda, llevo a alguien diferente conmigo con la promesa de que le encantará y que, si no, ya no podremos ser amigos. Simmons se ríe feliz al escuchar que hasta ahora no he perdido a nadie.

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“Nuestro trabajo durante esas pocas y preciosas horas en el escenario es brindar algo de asombro”, dice. “La vida es corta y hay suficientes cosas que te deprimen. Guerras, racismo, polaridad política. ¿Cuál es el sentido de la vida? ¡No tengo ni idea! Nadie en el escenario lo sabe. Simplemente estás aquí y, con suerte, estás disfrutando de la vida y luego se acaba”.

A lo largo de sus cinco décadas, en las que fueron admitidos al Salón de la Fama del Rock and Roll, compusieron la adorada banda sonora de El alucinante viaje de Bill y Ted (Bill and Ted’s Bogus Journey) y (¡¡¡¡criminalmente!!!!) no han recibido ningún premio Grammy, Kissha resistido no pocos cambios de sus integrantes. Pero Simmons y Paul Stanley han seguido siendo la fuerza creativa impulsora, coescribiendo la mayor parte de la larga lista de éxitos de la banda. Su relación, y la sana competencia entre ellos, fue la base sobre la que se construyó su búsqueda por el dominio del rock.

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Gene Simmons sin maquillaje.

“Paul es como el hermano que nunca tuve”, dice Simmons. “No habría podido hacer nada al nivel que pude hacer por mi cuenta sin Paul. Y me gustaría pensar que es lo mismo al revés. No puedes hacerlo todo tú mismo, simplemente no eres tan bueno”.

“La mayor influencia que jamás haya tenido fueron The Beatles, y claramente Lennon y McCartney estaban mucho mejor juntos que cuando cada uno trabajaba en solitario… Tener a alguien cerca que cuestione y desarme las cosas es lo que realmente hace que las cosas sean mejores”.

Stanley hizo eco del sentimiento en un correo electrónico. “Ver a alguien en las mejores y peores situaciones te muestra a lo largo de los años quién es. Gene es mi hermano en las buenas y en las malas… Él es familia y su familia es parte de mi familia”.

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El corresponsal de NBC News, Edwin Newman, con Kiss en 1977. Foto: Associated Press

Simmons alcanzó la fama mundial en un momento de la historia en el que los apetitos de las estrellas de rock podían describirse generosamente como libertinos. Como alguien que tituló su autobiografía Sex Money Kiss, no se avergüenza de su pasado en el que se acostó con, según sus cálculos, más de 4 mil mujeres.

“Escucha”, dice con la seguridad de alguien que sabe. “Los hombres son idiotas. No hay suficiente sangre para alimentar dos cabezas a la vez, por lo que se pueden tomar muchas decisiones realmente estúpidas cuando esa cabecita toma el control.”

“Cuando eres mujer y ves a un hombre, es grande, tiene el pecho peludo y es guapo, y ves eso, lo que estás viendo es un espejismo. En realidad, es un niño cachondo de 14 años. Todavía joven, tonto y lleno de semen. Ni siquiera podemos pensar con claridad cuando te vemos. No digo esto como defensa, porque soy culpable de todo”.

Gracias a ello, su matrimonio con su esposa, Shannon Tweed, ha sido un enorme éxito. Juntos desde hace 40 años, la monogamia no jugó un papel en su funcionamiento.

“¿Me iría alguna vez si Shannon me hubiera engañado como hice yo? No. Absolutamente no, eso nunca sucederá. Este será el único matrimonio que tendré porque mi definición de matrimonio no se basa en esas cosas, se basa en alguien que en un sentido real dará su vida por ti. Y lo hemos demostrado al crear dos formas de vida nuevas, maravillosas y asombrosas; nuestros hijos. Nadie más puede hacer eso”, dice con cariño. “Al final del día, mi vida será juzgada por Shannon y (sus hijos) Nick y Sophie”.

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“Cuando el confeti empiece a caer por última vez y todos en el público se estén volviendo locos, todos se pondrán a llorar. Sé que nosotros lo haremos”. Foto: Igor Vidyashev/Atlas Icons

Kiss continuaría para siempre si no fuera por el incómodo camino de la flecha del tiempo, aunque, como dice Simmons, “Mientras tus tonterías funcionen, te sientes inmortal”. Pero pronto ya no habrá multitudes adoradoras, ni legiones ruidosas del Ejército Kiss; ya no escucharán sus canciones resonando en estadios llenos de manos alzando los puños: el tiempo de rockear toda la noche y divertirse todos los días debe llegar a su fin, como todos los grandes viajes de la vida.

El último concierto de Kiss será en el Madison Square Garden en diciembre. (“Que nos hayamos tardado 50 años en llegar a 10 cuadras de donde empezamos a tocar nos parece bien”). Para entonces, Stanley y Simmons habrán pasado más de dos tercios de sus vidas juntos en Kiss, al tiempo que habrá dado casi 3 mil conciertos en todo el mundo y ventas de más de 100 millones de álbumes. ¿Quién será Gene Simmons, dios del trueno, cuando ya no sea esa persona en el escenario?

“Ahora puedo verbalizarlo, pero las emociones son diferentes a las palabras, van más allá. Será un tsunami de emociones”, afirma. “Cuando el confeti empiece a caer por última vez y todos en el público se estén volviendo locos, todos se pondrán a llorar. Sé que nosotros lo haremos. Va a ser mucho.”

“Qué viaje tan maravilloso… No puedo enfatizar lo suficiente lo bendecidos que somos, ya sea que seas religioso o no, esa es la palabra. Soy el hombre en dos piernas más afortunado que jamás haya caminado sobre la faz del planeta”.

Traducción: Ligia M. Oliver

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