Acontecimientos en Nagorno-Karabaj muestran que Rusia está perdiendo el control de su antiguo patio trasero
Manifestantes en la capital de Armenia, Ereván, gritaron consignas contra Rusia el martes. Foto: Karen Minasyan/AFP/Getty Images

Cuando Armenia pidió a Rusia el martes que interviniera después de que Azerbaiyán lanzara operaciones “antiterroristas” en la disputada región de Nagorno-Karabaj, rápidamente se hizo evidente que los 2 mil cascos azules rusos estacionados allí se mantendrían al margen.

Estacionadas a lo largo de la carretera clave que atraviesa la zona en disputa, las fuerzas de paz rusas llegaron a la región en 2020 bajo un mandato de cinco años después de que Moscú negociara el fin del conflicto anterior entre los dos países.

Con una base militar en Armenia, Rusia ha sido durante mucho tiempo el garante de la seguridad del país, incluida la gestión de las tensiones sobre Nagorno-Karabaj, pero cuando Azerbaiyán lanzó su ofensiva en la región montañosa separatista, Moscú dejó claro que sus tropas no tenían intención de impedir que Bakú atacara.

“Mientras las fuerzas de paz no estén amenazadas, no tienen derecho a usar armas” dijo el martes el jefe del comité de defensa parlamentario de Rusia, Andrei Kartapolov, una declaración a la que otros funcionarios hicieron eco durante el día.

El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, incluso pareció aprobar tácitamente las acciones de Bakú, diciendo que Azerbaiyán estaba actuando “en su territorio”.

La inacción de Rusia en Nagorno-Karabaj no es nueva. Distraído por su guerra en Ucrania, Moscú se mostró mayormente pasivo cuando Azerbaiyán estableció un nuevo puesto de control de seguridad a lo largo del corredor de Lachin la primavera pasada, cortando el flujo de personas y mercancías entre Armenia y la región.

“No criticamos a las fuerzas de paz rusas, pero expresamos preocupación por sus actividades, y esta preocupación tiene raíces largas”, dijo en enero el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, mientras crecían las tensiones entre Ereván y Moscú.

Desde entonces, la relación entre los dos aliados tradicionales ha alcanzado un mínimo histórico, ya que Pashinyan hizo varios movimientos demostrativos criticando y distanciando a su país de Rusia mientras buscaba influencia en Occidente.

Armenia anunció a principios de este mes que acogería a soldados estadounidenses para un ejercicio militar conjunto sin precedentes. También envió ayuda humanitaria a Ucrania, que fue entregada personalmente por la esposa de Pashinyan, Anna Akobyan.

Algunos funcionarios rusos y destacados propagandistas se regodeaban con la reanudación de los combates del lunes.

Dmitry Medvedev, presidente del consejo de seguridad de Rusia y expresidente de Rusia, arremetió contra Pashinyan en Telegram por “coquetear con la OTAN” y brindar ayuda a Ucrania.

“Adivina qué destino le espera…”, dijo.

La editora en jefe de Russia Today, Margarita Simonyan, repitió una retórica similar y escribió que, si bien Pashinyan exigía que las fuerzas de paz rusas protegieran Nagorno-Karabaj, debería esperar la ayuda de la OTAN.

Laurence Broers, miembro asociado de Chatham House, dijo: “La irritación rusa por las quejas de Armenia contra el Kremlin también añade un telón de fondo ideal para una operación de ese tipo”.

Algunos observadores especularon que al obligar a Armenia a renunciar a su control sobre Nagorno-Karabaj, el Kremlin buscaba debilitar o incluso derrocar a Pashinyan.

Cuando el miércoles por la mañana llegó la noticia de que se había alcanzado un acuerdo de alto el fuego un día después de que Azerbaiyán lanzara su nueva ofensiva, Moscú parecía ansioso por proyectar autoridad sobre las negociaciones.

“A través de la mediación del mando del contingente ruso de mantenimiento de la paz, se alcanzó un acuerdo entre la parte azerbaiyana y los representantes de Nagorno-Karabaj sobre un cese completo de las hostilidades”, dijo el Ministerio de Defensa en un comunicado.

“La implementación de los acuerdos se llevará a cabo en coordinación con el mando del contingente ruso de mantenimiento de la paz”.

Peskov también dijo que Vladimir Putin llamaría a Pashinyan, tachando de “infundados” los reproches de Armenia a Rusia.

Aun así, la incapacidad de Rusia para salvaguardar los intereses de Armenia seguramente tendrá consecuencias duraderas en la posición del país en la región.

“Si hay un deseo de proteger, ellos (Rusia) protegen, y si no quieren, pueden encontrar mil razones”, dijo el miércoles el secretario del Consejo de Seguridad de Armenia, Armen Grigoryan, resumiendo el estado de ánimo en Ereván.

También se escuchó a manifestantes en la capital gritar consignas contra el Kremlin el martes por la noche mientras la gente se reunía en la plaza central de la ciudad. “Lavrov es un hijo de perra. Putin es un imbécil”, gritaron algunos.

Traducción: Ligia M. Oliver

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