Ten mucho sexo y monta un negocio: 10 lecciones de vida que aprendí de Jilly Cooper
Marcus Gilbert y Cécile Paoli en Riders. Foto: ITV/Rex/Shutterstock

Jilly Cooper, la reina de las novelas eróticas, lleva a todo el mundo de regreso a Rutshire con su nuevo libro. No aprenderás mucho sobre futbol, pero sí sobre caballos. La vida se te presenta deprisa cuando Jilly Cooper está al mando. Su última novela, ¡Tackle!, se publica esta semana. Si no conoces la serie te adentrarás de golpe y sin problemas al idilio de Rupert Campbell-Black en Cotswold, lleno de mascotas, y él sigue siendo el hombre más guapo del mundo (según todo el mundo).

Podemos aprender mucho de ¡Tackle! como del resto de la obra de Jilly Cooper. Pero para poneros al día: Rupert sigue con las costillas rotas (alguien intentó asesinarlo), Taggie tiene cáncer de mama, pero Safety Car, un caballo hipnotizadoramente feo, está bien (había sido secuestrado). Feral, uno de los adolescentes sin escrúpulos con corazón de oro de Wicked, ha vuelto de Australia y está a punto de convertirse en futbolista. Rupert ha comprado un equipo de fútbol por 20 millones de libras (431 millones de pesos aproximadamente), que creo que ganó apostando a su propio caballo. O quizá ya tenía 19 millones de libras en el banco (más o menos 410 millones de pesos), por guapo, y ganó un millón (21 millones de pesos). Los detalles no son importantes; es solo dinero. Bienvenido a Rutshire.

¿Aprenden mucho los personajes, de Jilly Cooper, en ¡Tackle! sobre sí mismos? La verdad es que no. Pero ¿a quién le importa eso? La verdadera pregunta es: ¿cómo vivir la vida como si fuera en serio, como si realmente la estuvieras disfrutando?

Cuando piensas que todo el mundo es fantásticamente atractivo, eso ayuda. Han pasado 38 años desde que Rupert apareció en Riders. Ahora tiene 67 años, lo que significa que le conocimos cuando tenía 29, aunque parecía tener 35. No importa. No importa; la edad no puede marchitarle porque sigue siendo el hombre más guapo del mundo. Por supuesto, todos sus parientes biológicos, hijos y nietos, son extraordinariamente guapos, al igual que su círculo más amplio y su familia. Mancillaría su supremacía si se pusiera al lado de alguien que no fuera guapo.

En el universo de Jilly Cooper, todo el mundo es atractivo: son “pálidos, morenos y guapos”, “bellos y malvados” e incluso “arrebatadoramente guapos”.

El único calificativo que Cooper ha utilizado que no signifique guapo o bello es “de mentón débil”. Es para los humanos lo que David Attenborough es para los animales: todo lo que le llama la atención le parece exquisito. Sé más así. La vida te resultará más fácil, te lo prometo. He aquí otras lecciones de vida que he aprendido de ella.

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“Ella es para los humanos lo que David Attenborough es para los animales”… Jilly Cooper en casa. Foto: Thousand Word Media/Alamy

Lección 1 de Jilly Cooper: vestir siempre cachemira

Los lectores de Jilly Cooper recordarán, por supuesto, cuando Rupert finalmente cede a su amor por Taggie O’Hara en Rivals. Pensaba que era demasiado viejo y canalla para su inocencia y pureza de espíritu. Tenía razón, pero entonces ella se puso un suéter de cachemira gris. Después de eso, nada más importó.

Todavía tiene sus prendas de punto perfectas. En ¡Tackle!  lleva un poncho azul; me gusta pensar que es de color aciano. Su hija Bianca contagia alegría con una bata de cachemira floreada, que debe de ser un infierno para lavar en seco, pero que así es. Dora Belvedon, que es una periodista increíble y una jefa de prensa estupenda, cosa que nunca ha sucedido, obtiene un gran trabajo, también en cachemira azul, mientras que las esposas y las novias (en adelante Wags, pero eso ya lo sabes) de los futbolistas lucen, de forma variada y sin ningún orden en particular, piernas, curvas, vulnerabilidades, estatus, picardía y espíritu de equipo mientras van ataviadas con cachemira. ¿Lo escribió una polilla?

Lección 2 de Jilly Cooper: Aprende a dejar de preocuparte y odiar a los justicieros sociales y raciales

Rupert odia la quinoa, los aguacates, el pollo escalfado y cualquier líquido que no sea whisky. Por lo visto, The Guardian lo odia, aunque puedo decirles gratuitamente que nosotros no. Jackie Carslake, el director del Cotchester Times, odia que no se le permita preguntar a las mujeres en edad fértil en una entrevista de trabajo si va a tener que pagar la baja por maternidad; todo el mundo odia a los izquierdistas y a los bienhechores, por razones que todos parecen considerar completamente obvias. ¿Tiene todo esto sentido? ¿Tendrían más en común con los trabajadoratis de lo que creen si nos conocieran? ¿Se dan cuenta de que también nos gustan los perros?

Lección 3: Los hombres con muy mal genio son aparentemente sexys

Rupert no lo está pasando muy bien viendo a su mujer pasar por su tratamiento contra el cáncer. “Por el amor de Dios”, le grita a una enfermera. “Se supone que son enfermeras, ¿por qué no pueden encontrar la maldita vena?” Le prepara a Taggie una sopa asquerosa, que pretende ser entrañable, y luego le grita: “¿Cómo demonios vas a mejorar si no comes?” Entonces ella tiene que fingir estar dormida para evitarlo.

A decir verdad, sigue haciendo berrinche desde que lavó el desodorante vaginal de las partes íntimas de Helen en 1985. Siempre duerme mal, se hace heridas y finge que no le duelen, se lanza a la victoria (en polo) con un hombro dislocado y cubre su dolor con estoicismo y más berrinches. En el relato de Cooper, esto es increíblemente ardiente y es exactamente el tipo de hombre que quieres para ti (y en tu cama con dosel).

Todo lo que puedo decir es: niños, si están leyendo esto desde el velo de la ignorancia, no se lo tomen demasiado al pie de la letra. En la vida real, por supuesto que no es sexy que alguien te haga comer una sopa asquerosa: es abusivo.

Lección 5 de Jilly Cooper: Los caballos también están sujetos a normas patriarcales

La arquitectura narrativa equina de Rutshire es fascinante. Los caballos actúan como refugio de todas las emociones humanas profundas, especialmente para los personajes tímidos o que pasan desapercibidos, que solo pueden ser ellos mismos cerca de un caballo, y también para los presumidos, que solo pueden adorar de verdad a un caballo.

Los caballos también conservan gran parte de la energía dinástica, ya que cada preciado pura sangre engendra otro igual y gana cosas. Sin embargo, al final, son prescindibles; pueden ser mordidos hasta la muerte por otros caballos (¡Love Rat in Mount!) sin perturbar la atmósfera fundamentalmente romántica. Así, son casi como un eco dialéctico, el melodrama contra el drama, la profundidad contra la ligereza.

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¿Refugio de todas las emociones humanas profundas? Una escena del telefilme Riders, de 1993. Foto: ITV/Shutterstock

No es de extrañar, por tanto, que Delectable, que es un caballo, siendo la única yegua en una carrera por lo demás masculina y también muy bonita, para ser un caballo, sea objeto de mucha atención por parte de los hombres. Muchos de los hombres hablan como si también les gustara. Pero no pasa nada, porque eso la hace correr más rápido.

Lección 6 de Jilly Cooper: La quimioterapia es una pesadilla

Es curioso, con todo este cumplimiento de deseos (estas crónicas se van pareciendo cada vez más a los cuentos de hadas a medida que avanzan), recibir un cubetazo de agua fría de la realidad médica. Pero ¿sabe que en las novelas literarias nadie tiene trabajo? Lo mismo ocurre con el cáncer: o lo contraen y mueren o lo contraen y, giro argumental, no mueren. En ninguna de ellas se habla de sentarse en una silla de plástico con una sonda de quimio, ni de que el pis sea de color malva y la caca sea como grava. Se trata de un útil correctivo al pensamiento predominante sobre el cáncer: “sé positivo”. Aunque no mueras, sigue siendo horrible.

Lección 7: Dale una oportunidad al emprendimiento, es mucho más fácil de lo que parece

Sir Craig Eynsham es un hombre malo, vanidoso y grosero. También es extremadamente rico, gracias a inventar lo siguiente: un medicamento para perder peso; un medicamento para el acné; “SpecFind, en el que apretabas un botón y tus gafas te decían dónde estaban”; una forma de mantener a los ciervos alejados de las macetas; un tinte plateado para pintar el clítoris y que la gente pueda encontrarlo; y “Poover, una boquilla colocada en el ano y … succionaba suavemente la caca”.

¿Pero de verdad? ¿Podría un hombre inventar estas cosas, sacarlas al mercado y hacerse lo suficientemente rico como para comprar un equipo de fútbol? Siempre he dudado de la comprensión de Cooper de la esfera empresarial. Tuve mis dudas durante Rivals sobre si el éxito era tan fácil como presentarse a una subasta para recaudar fondos con tres botones de la camisa desabrochados, en lugar de dos. Pero, al fin y al cabo, ella es rica y yo no.

Lección 8: Tener clase es complicado

“La gente no sabía que ella venía de una familia acomodada y yo de la plebe”, le dice Feral a Rupert cuando él y Bianca vuelven de Australia. “Éramos más o menos iguales”. Se podría juzgar muy duramente la estratificación social de Rutshire, porque toda la clase trabajadora habla de una determinada manera, que en nada se parece a ningún acento que hayas oído.

Valent Edwards dice “bluddy” porque es de Yorkshire, pero ¿de qué otra forma se pronunciaría “bloody”? También dice “fooking”, pero ¿qué acento es ése? Paris Alvaston, que trata de enseñar a los aspirantes a futbolistas de la escuela pública a hablar llanamente (porque “a los futbolistas les molestan los niños de la escuela pública”), les aconseja que empiecen a pronunciar “pass” para que rime con “gas”, con lo que supongo que se deduce que las clases trabajadoras de sus condados de origen también tienen que ajustar su acento para jugar al fútbol porque solo se les permite venir de Leicester.

Así que, a primera vista, la política de clase es que lo sofisticado es normal y que hay que burlarse de cualquiera que no lo sea, pero la burla no puede sonar como ellos. El verdadero desprecio y la burla se reservan a los personajes que juzgan a los demás por su acento (Ryan, el hijo de Valent; la mitad de las Wags) o a la gente que habla de su condición (Rupert odia a los arribistas casi tanto como a los garbanzos).

Luchando a través de estas muchas contradicciones, en las que es malo no ser sofisticado, pero es peor ser un snob, uno empieza a preguntarse si el verdadero blanco de las burlas es el narrador oculto, equivocándose constantemente con aproximaciones que no suenan en absoluto como el acento al que se inclina. Tal vez la propia clase haya dejado de existir.

Lección 9: Los futbolistas tienen que meter el balón entre los tres palos

Hay tres equipos y todos son de los Cotswold (¿creo?) y están en la primera división, o quizá en la tercera. Todos se juegan el descenso, o el ascenso, y uno de ellos va camino de Wembley, aunque la mitad de ellos debería haberse retirado y todos bebieron champán, aunque no en su cantidad habitual, que son “cubetas” justo antes del partido y ganaron igualmente. ¿O no? ¡Tackle! no te enseñará mucho sobre fútbol.

Lección 10 de Jilly Cooper: Las novelas eróticas son para reventar, no para tener sexo

Claro que hay mucho sexo en todas las novelas de Cooper, pero se cuenta de forma bastante elíptica. No son las “Cincuenta sombras de Grey”, por así decirlo. Cuando en 2004 le concedieron la Orden del Imperio Británico por sus servicios a la literatura, hubo muchas risitas, sobre todo por la idea de que la reina leyera un libro en cuya portada aparecía la mano de alguien metida en los pantalones de otra persona. También hubo muchas risas sobre si todo esto contaba o no como literatura.

Cooper es una narradora increíble. Como todo el mundo sabe, cualquiera que haya ojeado alguna vez un Nevil Shute en un intercambio de libros en una estación de metro, o un Graham Greene en el baño de otra persona, o abierto accidentalmente un Muriel Spark mientras se suponía que estaba ordenando, la narración es una categoría fuera de los conceptos de alta o baja intelectualidad o literatura rosa. Es algo que algunas personas, pero no muchas, saben hacer.

Cuando ganó la Orden del Imperio Británico, escribí que no sabía por qué todos se reían; que Cooper era una genialidad. Ella me escribió diciendo que no se había dado cuenta de que se reían. Todavía me siento mal por ello.

Traducción: Ligia M. Oliver

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