Más de mil tumbas sin nombre descubiertas en rutas migratorias de la Unión Europea
Tumbas sin marcar en Sidiro, en el norte de Grecia. Screenshot video: Daphne Tolis

Los cuerpos también se amontonan en los depósitos de cadáveres de todo el continente mientras los países son acusados de incumplir sus obligaciones en materia de derechos humanos; tumbas sin nombre por doquier… Refugiados y migrantes están siendo enterrados en fosas comunes en toda la Unión Europea a una escala sin precedentes en tiempos de no guerra.

The Guardian puede revelar que al menos mil 15 hombres, mujeres y niños que murieron en las fronteras de Europa en la última década fueron enterrados antes de ser identificados.

Tumbas sin marcar en Sidiro, en el norte de Grecia. Video: Daphne Tolis

Yacen en tumbas austeras, a menudo en blanco, a lo largo de las fronteras: toscas piedras blancas cubiertas de maleza en el cementerio de Sidiro, Grecia; crudas cruces de madera en Lampedusa, Italia; en el norte de Francia, losas anónimas marcadas simplemente con “Monsieur X”; en Polonia y Croacia, placas en las que se lee “NN” por nombre desconocido.

En la isla española de Gran Canaria, una tumba dice: “Barco de migrantes número 4. 25/09/2022”.

El Parlamento Europeo aprobó en 2021 una resolución en la que pedía que se identificara a las personas que mueren en las rutas migratorias y reconocía la necesidad de tener una base de datos coordinada para recoger los datos de los cadáveres.

Pero en todos los países europeos la cuestión sigue siendo un vacío legislativo, sin datos centralizados o algún proceso uniforme para el tratamiento de los cadáveres.

En colaboración con forenses del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y otros investigadores, organizaciones no gubernamentales y patólogos, The Guardian y un equipo de periodistas han reconstruido por primera vez el número de inmigrantes y refugiados fallecidos en la última década en las fronteras de la Unión Europea cuyos nombres siguen sin conocerse. Al menos 2 mil 162 cadáveres siguen sin ser identificados.

Algunos de estos cadáveres se acumulan en morgues, funerarias e incluso contenedores de transporte en todo el continente. Visitando 24 cementerios y trabajando con investigadores, el equipo encontró más de mil tumbas sin nombre.

Sin embargo, éstas son la punta del iceberg. Más de 29 mil personas murieron en las rutas migratorias europeas en este periodo, la mayoría de las cuales siguen desaparecidas.

El problema está “totalmente desatendido”, según la comisaria europea de Derechos Humanos, Dunja Mijatović, que afirma que los países de la Unión Europea incumplen sus obligaciones en virtud de la legislación internacional sobre derechos humanos.

“Las herramientas están ahí. Tenemos las agencias y los expertos forenses, pero es necesario que los gobiernos los utilicen”, afirmó. El auge de la derecha dura y la falta de voluntad política podrían impedir aún más el desarrollo de un sistema adecuado para abordar “la tragedia de los migrantes desaparecidos”, añadió.

En lugar de ello, se realizan algunos trabajos a nivel local. Los patólogos, por ejemplo, recogen muestras de ADN y los pocos objetos personales que se encuentran en los cadáveres. Las pistas sobre las vidas perdidas son escasas: cambio suelto en moneda extranjera, cuentas de oración, una insignia de recuerdo del Manchester United.

La falta de coordinación deja a las familias desconcertadas y luchando por navegar en una burocracia localizada, a menudo extranjera, en la búsqueda de familiares perdidos.

Apoyarlos corresponde a organizaciones de ayuda como el CICR, que ha registrado 16 mil 500 solicitudes de información desde 2013 a su programa de restablecimiento del contacto entre familiares de personas que buscan a parientes desaparecidos en ruta hacia Europa. El mayor número de solicitudes ha procedido de afganos, iraquíes, somalíes, guineanos y personas de la República Democrática del Congo, Eritrea y Siria. Sólo se han conseguido 285 emparejamientos con éxito.

Y ahora incluso parte de esta ayuda está a punto de desaparecer. A medida que los gobiernos recortan sus presupuestos de ayuda, el CICR se ha visto obligado a reorientar sus reducidos recursos. Los organismos nacionales de la Cruz Roja continuarán con el programa de vínculos familiares, pero se está recortando gran parte de la labor del CICR para el entrenamiento de la policía y las autoridades locales.

Una carrera contrarreloj

El mini juego de tijeras y el peine que llevaba en una cadena eran exclusivos de Oussama Tayeb, de 24 años, un pequeño talismán que reflejaba su trabajo como peluquero. Para su primo Abdallah, eran la esperanza de que lo habían encontrado.

Tayeb zarpó el año pasado del noroeste de Argelia poco antes de las ocho de la noche del día de Navidad. A bordo iban 22 vecinos que se habían unido para pagar el barco que esperaban que los llevara a España.

Su familia lo busca desde entonces. Abdallah, que vive en Francia, teme que sea una carrera contrarreloj.

La policía española introdujo en 2007 una base de datos en la que se supone que se registran los datos y las muestras genéticas de los restos no identificados. En la práctica, el sistema se rompe cuando se trata de familias que buscan a parientes desaparecidos, que no tienen información clara sobre cómo acceder a él.

La familia había proporcionado una muestra de ADN poco después de la desaparición de Tayeb. Sin noticias en febrero, viajaron por segunda vez al sur de España para buscarlo. En el depósito de cadáveres de Almería, una doctora forense reaccionó ante la foto de Tayeb diciendo que le resultaba familiar. Recordó un collar, pero dijo que se creía que el hombre en el que pensaba había muerto en un accidente de moto acuática.

Tayeb disfrutando de un día de playa en el verano de 2022 con su primo Abdallah. En una caleta llamada Tres Hermanos, Abdallah intentó convencerle de que no abandonara su país. Foto: Familia

“Fue un momento muy intenso porque sabíamos que Oussama llevaba un chaleco salvavidas de moto acuática”, dijo Abdallah.

Incluso sabiendo que podían haber encontrado el cuerpo de Tayeb, su primo no pudo ver el cadáver que yacía en el depósito sin la presencia de un agente de policía. Abdallah recordó la espeluznante insensibilidad con la que le recibieron en una de las muchas comisarías a las que acudió. “Un policía nos dijo que, si no querían desaparecer, no deberían haber salido en bote a España”.

Sobre la continua búsqueda de Abdallah se cierne una presión práctica mencionada por el patólogo español: los cadáveres en la morgue suelen conservarse durante un año y luego se entierran, sean identificados o no. “Sólo queremos una respuesta. Si vemos la cadena, sería como un certificado de defunción. Es tan desgarrador. Es como si dejáramos a Oussama en el refrigerador y no pudiéramos hacer nada al respecto”, dijo.

Aquí yace un hermano que perdió la vida

Las autoridades locales que reciben más cadáveres suelen estar en islas pequeñas y cada vez dicen más que no se dan abasto.

Advierten que un sistema ya de por sí inadecuado está retrocediendo. Las Islas Canarias han registrado este año la cifra récord de 35 mil 410 hombres, mujeres y niños llegados en botes al archipiélago. En los últimos meses, la mayoría de estas embarcaciones han intentado desembarcar en la pequeña y remota isla de El Hierro. Sólo en las últimas seis semanas, siete personas no identificadas fueron enterradas en la isla.

Las bóvedas funerarias de 15 personas no identificadas que fueron halladas muertas en una desvencijada embarcación de madera en 2020, en la localidad de Agüimes, en Gran Canaria, llevan placas idénticas en las que se lee simplemente: “Aquí yace un hermano que perdió la vida intentando llegar a nuestras costas.”

En la sección musulmana del cementerio de Teguise, en Lanzarote, las tumbas de los niños están marcadas con círculos de piedras. Entre ellas se encuentra la tumba de un bebé que se cree que nació muerto en una mortal travesía desde Marruecos en 2020. El cuerpo de Alhassane Bangoura fue separado de su madre durante el rescate y fue enterrado en una tumba sin nombre. Su nombre sólo consta de manera informal, grabado en un tazón por lugareños conmovidos por su difícil situación.

Lo mismo ocurre en otros países limítrofes de la Unión Europea: las tumbas sin nombre que salpican sus fronteras son testimonio de la crisis. A lo largo de las fronteras terrestres, en Croacia, Polonia, Lituania, el número de tumbas sin nombre es menor, pero siguen ahí, piedras en blanco o a veces un NN marcado en placas.

En Francia, la inscripción anónima “X” destaca en los cementerios de Calais. Las cifras parecen bajas en comparación con las que se encuentran a lo largo de las fronteras costeras del sur: 35 de los 242 migrantes y refugiados que murieron en la frontera franco-británica desde 2014 siguen sin ser identificados. La alta proporción de muertos identificados refleja el hecho de que la gente pasa tiempo esperando antes de intentar cruzar el Canal de la Mancha, por lo que a menudo hay contactos aún en Francia capaces de dar el nombre de los fallecidos.

Sepulturas sin identificar en toda Europa

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Gráfico de The Guardian. Fuente: The Guardian y colaboradores

Fragmentos de esperanza

Imágenes filtradas de guardias fronterizos polacos riéndose de un joven que cuelga cabeza abajo, atrapado por el pie, atascado en el alambre de púas en la parte superior de la valla fronteriza de acero de 180 km que separa Bielorrusia de Polonia provocaron una breve tormenta en las redes sociales.

Pero el momento en que es captado por los reflectores, con su asustado rostro brevemente congelado, ha perseguido a Kafya Rachid, de 50 años, durante el último año. Está segura de que se trata de su hijo desaparecido, Mohammed Sabah, que tenía 22 años la última vez que lo vio con vida.

Sabah había volado desde su casa en el Kurdistán iraquí en otoño de 2021 a Bielorrusia, porque tenía una visa. Unos contrabandistas lograron llevarlo a través de la frontera de la Unión Europea, pero fue detenido a unos 50 km al interior de Polonia y deportado de nuevo a Bielorrusia.

Mientras esperaba para volver a cruzar, sus mensajes se detuvieron de repente. La familia se había hecho a la idea de que probablemente estaba muerto. Entonces apareció el video. Sin mucho más, fragmentos como éste dan esperanza a las familias.

Mohammed Sabah, iraquí de 22 años, desapareció cerca de la frontera entre Polonia y Bielorrusia a finales de 2021. Su familia pensó que probablemente estaba muerto hasta que este video apareció en las redes sociales en 2022. Foto: Piotr Czaban

Los padres de Sabah, como suele ocurrir, no consiguieron visas para viajar a la Unión Europea. En su lugar, Rekaut Rachid, un tío de Sabah que vive en Londres desde 1999, ha hecho tres viajes a Polonia para intentar encontrarlo.

Rachid cree que las autoridades polacas le mintieron cuando le dijeron que el hombre del video era egipcio, y eso lo mantiene en su búsqueda. “Están ocultando algo. El 5% de mí piensa que tal vez murió. Pero el 95% de mí cree que está en prisión en algún lugar de Polonia”, dijo, y añadió: “Mi hermana me llama todos los días para preguntarme si creo que sigue vivo. No sé qué responder”.

Morgues en contenedores

En un rincón del estacionamiento de un hospital de la ciudad griega de Alejandrópolis, dos maltrechos contenedores refrigerados están junto a unos basureros. Dentro están los cadáveres de 40 personas.

La frontera de Turquía con Grecia cerca del río Évros es sólo una travesía de 10 a 20 minutos, pero la gente cruza de noche, cuando sus pequeñas lanchas de hule pueden chocar fácilmente contra un árbol y volcar. Los cadáveres se descomponen rápidamente en el lodo del lecho del río, de modo que los rasgos faciales, la ropa y cualquier documento que pudiera ayudar a identificarlos se destruyen rápidamente.

Veinte de los cadáveres de los contenedores son restos carbonizados de inmigrantes que murieron en los incendios forestales que consumieron esta parte de Grecia durante la ola de calor del verano. La identificación ha resultado excepcionalmente difícil, y hasta la fecha sólo se ha identificado a cuatro de los fallecidos.

El profesor Pavlos Pavlidis, patólogo forense de la zona, trabaja para determinar la causa de la muerte, recoger muestras de ADN y hacer un catálogo los efectos personales que puedan ayudar a los familiares a identificar a sus seres queridos más adelante.

Los contenedores mortuorios temporales de Alejandrópolis han sido cedidos por el CICR. La agencia humanitaria ha prestado otro contenedor a la isla de Lesbos, otro punto caliente de migración, para el mismo propósito.

Lampedusa no puede permitirse ese lujo. “No hay morgues ni unidades refrigeradas”, afirma Salvatore Vella, fiscal jefe siciliano que dirige las investigaciones sobre los naufragios frente a sus costas. “Una vez metidos en bolsas para cadáveres, los cuerpos de los inmigrantes se trasladan a Sicilia. El entierro lo gestiona cada ciudad. Ha ocurrido que a veces se entierra a los migrantes en una especie de fosas comunes dentro de los cementerios.”

Según Filippo Furri, antropólogo e investigador asociado de Mecmi, un grupo que estudia las muertes durante la migración, la magnitud del problema se estaba agravando tanto que “se han dado casos de ataúdes abandonados en los almacenes de los cementerios por falta de espacio, o cuerpos que permanecen en los depósitos de cadáveres de los hospitales”.

No es sólo una dificultad técnica, sino también política

“Si contamos a los familiares de los desaparecidos, cientos de miles de personas se ven afectadas. No saben dónde están sus seres queridos. ¿Fueron bien tratados, se les respetó cuando fueron enterrados? Eso es lo que se apodera de la mente de las familias”, dijo Laurel Clegg, coordinadora forense del CICR para la migración en Europa. “Tenemos la obligación de proporcionar a los muertos un entierro digno; y (dirigirnos) al otro lado, proporcionar respuestas a las familias a través de la identificación de los muertos”.

Según ella, dar seguimiento a los muertos depende de que muchas piezas funcionen bien juntas: un marco jurídico que proteja a los muertos no identificados, autopsias coherentes, depósitos de cadáveres, registros, transporte digno y cementerios.

Sin embargo, a pesar de la resolución del Parlamento Europeo, los sistemas son insuficientes. Aún no existen normas comunes sobre la información que debe recogerse, ni un lugar centralizado donde almacenarla. La atención política se centra más en atrapar a los traficantes que en averiguar quiénes son sus víctimas.

Un portavoz de la Comisión Europea declaró que los derechos y la dignidad de los refugiados y migrantes deben abordarse al mismo tiempo que la lucha contra el tráfico de personas. La Comisión Europea está trabajando para mejorar la coordinación y los protocolos, y “lamenta la pérdida de todas las vidas humanas”.

En Italia se han realizado importantes esfuerzos para identificar a los fallecidos en un par de catástrofes a gran escala de las que se ha informado ampliamente. Cristina Cattaneo, jefa del laboratorio de antropología y odontología forense (Labanof) de la Universidad de Milán, lleva años trabajando para identificar a los muertos de un naufragio ocurrido en 2015 en el que perdieron la vida más de mil personas.

Levantar el naufragio para recuperar los cuerpos ha costado ya 9.5 millones de euros (unos 177.5 millones de pesos). Organizar los 30 mil huesos revueltos en restos identificables de 528 cuerpos ha sido una tarea hercúlea. Hasta ahora sólo se han expedido certificados de defunción oficiales a seis víctimas.

A medida que se endurecen las posiciones políticas sobre la inmigración irregular, los expertos se dan cuenta de que el entusiasmo oficial por su complejo trabajo ha disminuido. “No se trata sólo de una dificultad técnica, sino también política”, afirma Cattaneo.

49 personas partieron del norte de África hacia Europa en un barco llamado Abdelkader en octubre de 2019. Algunos de los jóvenes que iban a bordo se grabaron mientras celebraban frente a las costas italianas. Minutos después volcaron y 27 personas murieron. Foto: Imágenes del teléfono de un superviviente/Guardacostas italianos

En Sicilia, Vella ha estado investigando un pesquero que naufragó en octubre de 2019. En él viajaban 49 personas, la mayoría procedentes de Túnez. A pocas millas de la costa, un grupo a bordo se filmó celebrando su inminente llegada a Europa antes de que el barco se quedara sin combustible y volcara. Los guardacostas italianos rescataron a 22 personas, pero otras 27 perdieron la vida.

Los buzos de los guardacostas, utilizando robots, captaron imágenes de cadáveres flotando cerca de la embarcación, pero no pudieron recuperarlos a todos. Las imágenes dieron la vuelta al mundo. Un grupo de mujeres tunecinas que habían estado buscando a sus hijos se pusieron en contacto con las autoridades italianas y obtuvieron permiso para viajar a reunirse con el fiscal, que les mostró más imágenes.

Una madre, Zakia Hamidi, reconoció a su hijo de 18 años, Fheker. Fue una experiencia desgarradora tanto para ella como para Vella: “En ese momento, me di cuenta de la diferencia entre una madre, destrozada por el dolor, pero que al menos volverá a casa con el cuerpo de su hijo, y aquellas madres que no tendrán un cuerpo que llorar. Es algo desgarrador”.

La tortura de no saber

El dolor que siente la gente cuando no tiene certeza sobre el destino de sus familiares desaparecidos tiene una intensidad muy particular.

La doctora Pauline Boss, profesora emérita de psicología en la Universidad de Minnesota (Estados Unidos), fue la primera en describir esta “pérdida ambigua”. “Estás atascado, inmovilizado, te sientes culpable si empiezas de nuevo porque eso significaría aceptar que la persona está muerta. El duelo está congelado, la toma de decisiones está congelada, no puedes resolver los hechos, no puedes responder a las preguntas”, dijo.

Sabah al-Joury, con su marido Ahmed, describió la incertidumbre sobre la muerte de su hijo como “una herida abierta”. Foto: Tina Xu

El desconocimiento suele tener también graves consecuencias prácticas. Los cónyuges no pueden ejercer la patria potestad, heredar bienes o solicitar ayudas sociales o pensiones sin un certificado de defunción. Los huérfanos tampoco pueden ser adoptados por la familia extendida sin un certificado de defunción.

A veces, los familiares permanecen en la oscuridad durante años. Una década después del naufragio de 2013, siguen reuniéndose en Lampedusa familias en busca de respuestas. Entre ellos este año se encontraba una mujer siria, Sabah al-Joury, cuyo hijo Abdulqader estaba en el barco. Dijo que no saber dónde había ido a parar era como tener “una herida abierta”.

La familia de Sabah dijo que la tortura de no poder averiguar qué le había ocurrido era “como morir cada día”. Abdallah cree que debe hacer otro viaje de París al sur de España antes de que acabe el año. “Lo difícil es no tener el cuerpo, no poder enterrarlo”, dijo.

Los rituales en torno a la muerte eran indicativos de una profunda necesidad humana, dijo Boss. “Lo más importante es que el nombre quede marcado en algún lugar, para que la familia pueda visitarlo y se recuerde al desaparecido. Un nombre significa que estuviste en esta Tierra, no olvidado”.

Traducción: Ligia M. Oliver

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