Varamientos masivos de ballenas: ¿a qué se debe la reciente oleada de impulsos suicidas?
Mientras el sol se pone, los voluntarios corren contrarreloj para rescatar a las ballenas calderones varadas cerca de Albany, en Australia Occidental, en julio. Foto: Narelle Towie/The Guardian

En julio de este año, los socorristas acudieron a la playa de Traigh Mhor, en la isla de Lewis, frente a la costa occidental de Escocia, para rescatar a un grupo varado de ballenas calderones tropicales. La mayoría ya había muerto. Uno fue puesto a flote y sobrevivió. Los demás fueron sacrificados con un rifle.

Fue uno de los mayores varamientos masivos (MSE por sus siglas en inglés) del Reino Unido, y el equipo recuperó muestras de los órganos y tejidos de todos los miembros de la manada. Aunque agotador y perturbador, el trabajo reveló una visión incomparable y desconcertante de toda una comunidad de ballenas.

La mayoría de los cetáceos varados (ballenas, delfines o marsopas) aparecen solos y ya muertos. Los MSE son menos comunes, y los varamientos masivos con vida son aún más raros, pero ha habido muchos en los últimos años. En el caso escocés, la causa principal de la muerte fue el varamiento, según el Dr. Andrew Brownlow, director del Scottish Marine Animal Strandings Scheme (Smass), que estuvo en Lewis y pasó meses analizando las muestras. Como mamíferos que son, las ballenas necesitan respirar, y la mayoría de ellas se ahogaron, atrapadas por el oleaje y el viento en la escarpada playa.

Lo que desconcierta a Brownlow es qué las llevó hasta allí. Se han registrado varamientos masivos a lo largo de la historia, señala, “desde antes de que industrializáramos nuestros océanos”. Las ballenas pueden encallar huyendo de depredadores, quedar atrapadas por las mareas, el clima y la topografía, o simplemente perderse.

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Un pescador de Sri Lanka intenta empujar a las ballenas calderones varadas de vuelta a aguas profundas en la costa noroeste de la isla en febrero de este año. Foto: AFP/Getty Images

“Pero nuestro impacto en los ecosistemas marinos hoy en día es múltiple y generalizado, y la frecuencia de estos sucesos va en aumento”, afirma Brownlow.

¿Por qué estaban allí estas ballenas? Las ballenas calderones viven en aguas profundas y rara vez se ven cerca de la costa en el norte de Minch, el estrecho que separa Lewis del continente. Sus cuerpos no mostraban heridas de haber sido golpeados por embarcaciones o atrapados en redes o cuerdas. No había indicios de que hubieran ingerido plásticos u otros desechos marinos. Estaban sanos, sus capas de grasa eran gruesas y no tenían enfermedades ni parásitos importantes. Sus estómagos estaban vacíos, lo que sugiere que no habían estado cazando allí.

Las ballenas dependen de su oído, y muchos varamientos masivos se han relacionado con ruidos humanos: docenas de delfines comunes murieron en Falmouth en 2008 tras unos ejercicios de la Marina; y en 2011, la detonación de artillería militar frente a Kyle of Durness provocó el varamiento de más de 70 ballenas calderones. Los sonidos muy fuertes, como las explosiones, pueden causar traumas físicos en sus sensibles oídos. Sin embargo, Brownlow tampoco encontró pruebas de ello.

Sin embargo, otros ruidos subacuáticos pueden ser difíciles de detectar en una autopsia y, sin embargo, pueden desorientar o angustiar mortalmente, algo parecido a vendar repentinamente los ojos y asustar a un grupo de humanos cerca de la cima de un acantilado. Se espera un informe de Marine Scotland sobre los ruidos submarinos previos al varamiento.

Los rescatadores corren para salvar a las ballenas calderones varadas en Australia tras un varamiento masivo.

Mientras tanto, la siguiente fase de la investigación de Brownlow buscará pistas más sutiles, con pruebas genéticas, isotópicas y microbiológicas. Los niveles de metales pesados como el mercurio están aumentando en los mares del Reino Unido, y los contaminantes orgánicos persistentes tienen efectos significativos en la salud de los cetáceos, y al parecer han provocado un descenso de la población de orcas autóctonas de Escocia al hacerlas estériles.

“Somos lo que comemos, así que los cuerpos de las ballenas pueden darnos una idea de la salud de los océanos”, afirma Browlow.

¿Una pista intrigante? La presencia de algunas crías muy jóvenes. Dos parecían recién nacidos y otras dos hembras parecían haber encallado mientras daban a luz. Tal vez esto fue lo que las llevó a la costa, pero ¿por qué murieron tantas? ¿Por qué no escaparon más?

Los que responden a varamientos masivos en todo el mundo cuentan una historia común: que comprender la sociedad de las ballenas es tan importante como tomar muestras de sus cuerpos. La gran mayoría de las MSE afectan a ballenas calderones: en 2020, 120 vararon en Sri Lanka; en octubre de 2022, casi 500 murieron en Nueva Zelanda. Estos animales viven en grandes grupos multigeneracionales muy unidos, formados por madres y sus crías. Se cree que el nombre de “calderón común” procede de la creencia de que cada grupo estaba dirigido por un piloto o líder. Tanto las orcas como las ballenas calderones presentan menopausia, algo raro en otras especies, y las orcas hembras menopáusicas lideran sus manadas.

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Algunas de los cientos de ballenas calderones muertas, encontrados varadas, en las remotas islas Chatham de Nueva Zelanda en octubre de 2022. Foto: Cortesía de Tamzin Henderson/AFP/Getty Images

Según las investigaciones, las distintas poblaciones de cetáceos tienen formas de vida únicas. Se enseñan unas a otras, creando lo que en realidad son “culturas” de ballenas. Algunas cuidan de sus ancianos y discapacitados; otras forman criaderos y alimentan a las crías.

Dedica tiempo a observar a las ballenas calderones y te sorprenderá lo mucho que juegan, se tocan e interactúan. Han evolucionado para sobrevivir en el mar permaneciendo juntos y siguiendo a su líder. Se necesita mucho para matar a un depredador de siete metros de largo y tres toneladas de peso, erizado de dientes, por no hablar de 50 de ellos. Pero quizá su vida en grupo sea también su talón de Aquiles.

“El fuerte vínculo social es una parte poderosa de lo que significa ser un calderón, pero también conduce a estos eventos problemáticos”, dice el Dr. Rob Deaville del Programa de Investigación de Varamientos de Cetáceos del Reino Unido. Sea cual sea la primera causa por la que algunas ballenas se acercan a la orilla, su cohesión social a menudo parece significar que todo el grupo también se acerca.

“Intentamos empujarlas de vuelta al mar, pero seguían regresando a la playa como si quisieran suicidarse”. Pescadores de Sri Lanka

Ese vínculo social también permite que las ballenas sean explotadas por cazadores. En las Islas Feroe, cientos de ballenas calderones mueren cada año en una cacería llamada “Grind”. Si los balleneros identifican y desplazan a las matriarcas más grandes, toda la manada las seguirá hasta las aguas poco profundas, donde son sacrificadas lentamente con largos cuchillos.

En julio de este año, 97 ballenas calderones vararon cerca de Albany, en Australia Occidental. Las imágenes de un dron mostraron a las ballenas acurrucadas en alta mar durante horas, agrupadas con las cabezas juntas. En el varamiento de Sri Lanka en 2020, el pescador Upul Ranjith declaró al portal web de noticias sobre conservación Mongabay: “Aparecieron primero como una mancha oscura en el horizonte y siguieron avanzando hacia la orilla como una ola gigante”.

Una ballena varada no está condenada. A menudo los rescatadores “hacen que refloten” utilizando colchonetas inflables. Daren Grover, del Proyecto Jonah en Nueva Zelanda, dice que su grupo ha aprendido a no arrastrarlas: levantar a una ballena por sus delicadas aletas de la cola es como jalar a un elefante por la trompa. Pero incluso cuando se ayuda a las ballenas sanas a volver al mar, no están a salvo. “Esos estrechos lazos sociales hacen que la ballena simplemente se dé la vuelta y quiera volver a su manada”, explica.

Los pescadores de Sri Lanka se hacen eco de esta idea. “Intentamos empujarlas de vuelta al mar, pero seguían regresando a la playa como si quisieran suicidarse”, explicaron a Mongabay. Para intentar contrarrestarlo, los equipos de Grover esperan a que estén todos listos antes de devolverlos juntos al mar.

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Decenas de ballenas calderones varadas en Cheynes Beach, cerca de Albany, en Australia Occidental, en julio. Foto: Allan Marsh/Parque de casas rodantes de Cheynes Beach/AFP/Getty Images

Nuestras reacciones ante los cetáceos no son universalmente compasivas, y pueden ser peculiares. Una vez, Deaville llegó a un cachalote varado y descubrió que le faltaba el pene de metro y medio. Años después, se enteró de que alguien se lo había llevado para impresionar a su novia. Después de que “apestara la casa”, “lo tiró en una glorieta”.

Sin embargo, las actitudes humanas están cambiando. La Dra. Asha de Vos, científica que asistió al varamiento en Sri Lanka, describió una escena asombrosa, iluminada únicamente por los faros de los coches, mientras las olas embravecidas se estrellaban sobre los rescatadores. “Debía de haber sido el pueblo entero allí, la mayoría pescadores luchando por salvar a las ballenas”.

Al amanecer, unas 120 ballenas nadaron juntas. Sólo tres murieron.

El recuerdo más vívido de De Vos era el de otro mamífero social… nosotros. “La gente se unió para ponerse en situaciones comprometidas para proteger a estas criaturas tan desconocidas. Animales que nunca habían visto ni oído hablar”.

A medida que vamos conociendo la verdadera naturaleza de estos enigmáticos animales sociales, los científicos que intervienen sienten que aumenta lo que está en juego para salvarlos. “¿Podremos alguna vez cuantificar la angustia emocional de perder tu manada?” pregunta Deaville. “La historia de ese animal [en Lewis] que perdió a toda su familia es bastante profunda”.

“¿Qué estamos perdiendo a partir de estos sucesos?” dice Brownlow. “No se trata sólo de evaluar el número de animales, ni siquiera su diversidad genética. Se está perdiendo una cultura”.

Tom Mustill es autor de How To Speak Whale: A Voyage into the Future of Animal Communication.

Traducción: Ligia M. Oliver

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