¿Por qué se ha vuelto a fumar? ¿Podría deberse a la soledad?
Gracias a las medidas de salud pública, el tabaquismo lleva décadas disminuyendo. Hasta ahora. Foto: Richard Baker/In Pictures/Getty Images

Mi médico de cabecera y yo mantenemos una relación cordial. Una vez, durante una cita telefónica, me preguntó si era fumadora. “No”, le contesté entre risas. “Pero quizá el año que viene esté más movido”. Eso es porque soy de la variedad de fumadores sociales, esa raza descarada y furtiva (y posiblemente la más molesta). Somos los mendigos en la barbacoa, que miran tu cajetilla y te piden uno. El gorrón en la fiesta de Navidad, pidiendo que lo dejes dar “una fumadita” a tu cigarrillo pues muere por fumar.

Nos conocerás por nuestro antiguo paquete de cigarrillos griegos encontrado en un cajón de la cocina, tan viejos que ya no encienden, o por nuestros regalos al final de una recepción de boda: “¿Quieres los que me quedan de la cajetilla? Tómalos, no voy a fumarlos”. Puedo pasar, y he pasado, años sin fumar, sólo para volver periódicamente al área de fumar y exclamar: “¡Vaya, está casi vacía!”

Lo cual, por supuesto, no es más que algo bueno: con las medidas de control del tabaco y las acciones de salud pública, el tabaquismo lleva décadas en constante descenso. Hasta ahora. La semana pasada, un nuevo informe revelaba que en Inglaterra el descenso constante se había estancado, y que los años de la pandemia (2020-2022) prácticamente lo detuvieron. En los años anteriores a la pandemia el consumo de tabaco disminuía aproximadamente un 5% cada año. Durante la pandemia, esa cifra fue sólo del 0.3%.

¿Qué ha ocurrido? No es que la gente no dejara de fumar. En general, se produjo un aumento del 40% en el número de personas que intentaban dejar de fumar y un aumento del 120% en la proporción de personas que lo abandonaban. Pero estas cifras se vieron contrarrestadas “por un aumento de las personas que volvieron a fumar o por un incremento de las recaídas tardías”, según la autora principal del informe, la Dra. Sarah Jackson. Esas personas eran, en primer lugar, las clases medias, que no estaban dejando de fumar en la misma medida. Y, en segundo lugar, los jóvenes que, a pesar de décadas de concientización sobre los perjuicios del tabaquismo, estaban consumiendo cigarrillos en mayor número. Es demasiado pronto para saber si el descenso del tabaquismo ha vuelto a los niveles habituales este año.

¿A qué se debe este resurgimiento entre los jóvenes? Parte del plan del gobierno para conseguir que Inglaterra esté libre de humo en 2030 consistía en promover los cigarrillos electrónicos como herramienta para dejar de fumar, pero los recientes titulares sobre una posible prohibición de los vapeadores de un solo uso, especialmente los de sabores afrutados comercializados entre los jóvenes, pueden haber sido contraproducentes. La cuestión de si son lo bastante saludables como para utilizarlos como ayuda para dejar de fumar sigue siendo controvertida, sobre todo a la luz de una reciente investigación del Times, según la cual: “Las tabacaleras han financiado artículos científicos que restan importancia a los riesgos de que los niños fumen como parte de una campaña secreta de presión para impulsar las ventas de cigarrillos electrónicos”.

Mientras tanto, las clases medias mantuvieron su hábito de fumar durante la pandemia. El informe sugiere que este grupo demográfico tenía más probabilidades de trabajar desde casa, en puestos administrativos, directivos o profesionales, y quizás no se sintió tan estimulado a dejar de fumar como los fumadores de clase trabajadora, que a) tenían más probabilidades de haber sufrido inseguridad laboral y, por tanto, necesitaban reducir el costo de los cigarrillos, y b) tenían más probabilidades de trabajar en sectores de cara al público con mayor exposición a Covid (por tanto, “dejar de fumar es una prioridad mayor por motivos de salud”, según el informe).

Pero ¿qué tenemos en común un directivo de mediana edad y un estudiante de primer año de universidad en lo que respecta a nuestro comportamiento como fumadores? Es una pregunta que creo importante y que se menciona demasiado poco en nuestra conversación nacional sobre las drogas (legales o ilegales): no sólo por qué no deberíamos hacerlo, por qué es malo para nosotros y para los demás, sino también por qué lo hacemos, qué función social cumple y qué es lo que nuestra sociedad está dejando de ofrecer que se cumple con estas opciones poco saludables y peligrosas.

Tengo una teoría. Muchos de nosotros, fumadores sociales, sabemos que no es sólo la nicotina lo que tiene un efecto calmante, sino las actividades que la rodean: la experiencia compartida y la emoción de la conexión. Y apostaría a que es la falta de gente, la falta de conexión compartida, lo que impulsa también estos otros comportamientos de fumar.

Los jóvenes, desconectados de sus amigos, recurren al cigarrillo en busca de consuelo, mientras que el trabajador en su domicilio, aislado de sus compañeros para relajarse, sigue fumando para aliviar el estrés. ¿Es de extrañar? Gran Bretaña sufre una “epidemia” de soledad. Este mes, otra investigación centrada en las drogas ha descubierto que ha aumentado el consumo de hongos mágicos, en medio del auge de la investigación sobre cómo los hongos pueden ayudar a combatir la ansiedad y la depresión, y en un contexto en el que, para la mayoría, la ayuda a la salud mental del Servicio Nacional de Salud (NHS) es imposible de acceder…

Este es mi plan. Esta temporada de fiestas, voy a probar a no fumar en sociedad. Hablaré con un desconocido sin pedirle un encendedor. Voy a robar un momento íntimo y tranquilo con un colega, preguntándole cómo le va realmente, sin la excusa de un cigarrillo. Encontraré algún otro vicio que ocultar a mi madre. Incluso tengo preparado el lema “Deja de fumar en sociedad: Enciende una conversación en vez de un cigarrillo”. Si me escuchas, Rishi, esto va para ti.

Coco Khan es redactora de The Guardian y escritora. Es copresentadora del podcast sobre política Pod Save the UK.

Traducción: Ligia M. Oliver

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