‘Crearon una imagen falsa’: cómo los Reagan engañaron al mundo
"Realmente pienso que Nancy tenía más cadencia que lo que los de la vela perpetua quisieran dejarnos pensar. Foto: Cortesía Photofest/Photofest

Charles BramescoThe Guardian

Desde que su sudoroso labio superior durante un debate con John F. Kennedy le costó la elección de 1960 a Richard Nixon, la televisión se convirtió en un territorio crucial para que cualquier candidato presidencial demuestre de qué está hecho. El don de atestiguar que obtuvo el público en general cambió el juego por completo, pues ahora las campañas y los funcionarios titulares se ven obligados a aprender sobre el cuidado y manejo de la imagen, y el branding. En la política estadounidense, una detallada postura sobre relaciones exteriores no le beneficiará tanto a un político como el encanto telegénico que hace pensar a los electores que podrían tomarse una cerveza con su candidato. Esa disonancia ha permitido que algunos personajes de procedencia dudosa accedan a las instancias más altas de la autoridad.

The Reagans, un nuevo documental de cuatro partes que se transmitirá por Showtime, señala el talento de relaciones públicas como el origen del veloz ascenso de Ronald Reagan en el gobierno, y como el secreto de la aplastante popularidad de su administración dentro del Partido Republicano.  El comandante en jefe número 40 y su primera dama, Nancy Reagan, ejercieron un grado de control nunca antes visto sobre cómo eran percibidos, y por ello los consideraron como los nuevos salvadores del estilo de vida de los conservadores, durante su periodo en La Casa Blanca en los 80s. “Más que con cualquier otro presidente, la mitificación de Ronald y Nancy Reagan fue extensiva y efectiva”, dijo Matt Tyrnauer, director de la serie, a The Guardian, desde su casa en Los Ángeles. “Crearon una falsa imagen que no concuerda con la realidad, y apenas se le está examinando”.

Tyrnauer, corresponsal veterano de Vanity Fair, ha dedicado una gran parte de su carrera a inspeccionar los “pasillos de las influencias”, y no hay mejor estudio de caso para su trabajo como el de los Reagan. Primero, profundizó en los complicados personajes, mientras editaba los ensayos de Gore Vidal, su ejemplo a seguir que más tarde se convirtió en su amigo. “Gore escribió un poderoso ensayo llamado Ronnie and Nancy: A Life in Pictures”, dijo Tyrnauer. “Ese fue, de varias formas, mi punto de partida. Desnudó el mito de los Reagan para mí. Mi otra figura clave fue Gary Wills, quien escribió el que yo considero mejor libro sobre Reagan, llamado Reagan’s America: Innocents at Home. De ningún modo es una biografía apocalíptica, pero es el análisis más claro de quién era aquel hombre, cuál era su plan, y los niveles de autoengaño y pensamiento mágico que formaban su perspectiva del mundo y métodos de gobierno”.

El objetivo general del proyecto de Tyrnauer es trazar una línea que conecte el pasado de Reagan en Hollywood con su estancia en Washington, donde actuó conforme a las lecciones que aprendió en el mundo del espectáculo. Como político novato en California tuvo un rápido ascenso debido al cuidadoso encanto con el que podría vender cualquier nueva ley o punto de vista, sin importar lo “absurdamente derechista”, según Tyrnauer. Había publicidad de él sentado en un caballo con un sombrero vaquero, una imagen esencialmente ruda para contrarrestar a los debiluchos liberales.

“Los medios, y la manipulación de los Reagan sobre ellos, fueron la parte central de esta historia”, explicó Tyrnauer. “Como dijo el académico Jason Johnson en la serie, los Reagan le dieron a la prensa la presidencia televisable que estaban buscando. Eso es irrefutablemente cierto, y hay otros aspectos del legado Reagan que están todavía más en sintonía con la psique estadounidense. Los electores votan por percepciones y sentimientos, y los Reagan sabían cómo afectarlos”.

La insistencia de la administración Reagan de documentar todo proporcionó a Tyrnauer un tesoro de archivo de filmaciones. Algunas de ellas son perturbadoras. En una escena, escuchamos a Reagan cuando era gobernador, en una reunión con Nixon, referirse a los delegados africanos de la ONU como “monos”. Mientras hacía sus investigaciones, el director se sorprendió con la soltura que le daba Reagan a las peores partes de su personalidad. “El hecho de que todo el material de archivo estuviera disponible, incluidas las partes desagradables, me enseñó mucho sobre cómo la prensa cubría a Reagan”, dijo Tyrnauer. “Me enseñó qué tan selectiva es la memoria pública. Muchas cosas que dijo frente a un micrófono serían escandalosas hoy”.

El documental obtiene un punto de vista estratégico sobre la intimidad de Reagan gracias a los comentarios de su hijo, Ronald Jr, quien concedió una entrevista de ocho horas donde pinta a su madre como la fuerza detrás del trono. Cuando se detenían las cámaras, ella aconsejaba a su esposo sobre la inexistente campaña contra el SIDA, una “guerra contra las drogas” punitiva, y la desregulación salvaje conocida como Reaganomics. Como lo indican las remodelaciones que hizo en el Ala Oeste, financiadas por el erario público, apoyaba la preocupación de su esposo acerca de las apariencias sobre todas las cosas. “De verdad creo que Nancy tenía más influencia de la que se cree”, dice Tyrnauer. “También es interesante verla a través de una óptica post-Hillary Clinton, cosa que no se ha hecho. Ambas fueron grandes influyentes desde el lugar de la Primera Dama, pero Nancy se dedicó a ocultarlo”.

Un minucioso estudio del daño que los Reagan causaron a las comunidades afroamericanas y LGBT+ permite ilustrar cómo esos daños persisten en la política hoy en día. Aunque no hay mención de Donald Trump en ninguna de las cuatro partes, su presencia se asoma en cada discurso y rally de Reagan, son dos generaciones distintas unidas por una misma frase, Make America Great Again. “Reagan le abrió la puerta a Trump,” dijo Tyrnauer. “Usó palabras racistas de doble sentido para ganar poder político”.

Tyrnauer continua: “Trump y Reagan hacen muchas cosas parecidas, pero su estilo es diferente. Reagan pretende ser un presidente. Da su interpretación de un presidente, como lo haría Michael Douglas, Kevin Kline o Martin Sheen. Y no lo digo para minimizar sus estudios de filosofía política, aunque no haya sido consistente para aplicar esas ideas. Pero es un performance”.

Ambos presidentes crearon sus propios universos ideológicos aislados, y prometieron increíbles recompensas para todos sus seguidores. La lección más duradera del periodo de Reagan es que no importa que algo sea verdadero o falso mientras suficientes personas lo crean. Conforme empeoró la vida de todo estadounidense con la mala suerte de no poder trabajar en Wall Street o manejar su propio negocio, las palabras de Reagan aseguraron a sus electores que de hecho estaban disfrutando la época más próspera en la historia de la nación. En la conversación, Tyrnauer habló con más fuerza sobre las fallas de Reagan de lo que el decoro profesional de su trabajo permite.

“Sabía lo que sabía”, dice Tyrnauer. “Era intelectualmente curioso. No era un pensador profundo. Su corazón era reaccionario. Le dieron los códigos nucleares, la Oficina Oval y la plataforma más prominente del mundo, ¿qué hizo con todo eso? Intentó cortar los circuitos del gobierno federal en formas verdaderamente perjudiciales. Implementó políticas que lastimaron a las comunidades afroamericanas y a las minorías con desventajas económicas. Creía cosas que no eran ciertas y las repetía en público. Ignoró la ciencia. Aparentemente prefería la teoría creacionista en lugar de la evolución, e ignoró o negó la pandemia de SIDA. Dijo que los árboles contaminaban, lo que me recuerda a Trump decir que las turbinas de viento contaminan”.

La fábula republicana del actor que se convirtió en el hombre más poderoso del mundo sigue vigente, en parte porque implica que la falta de experiencia puede ser una fortaleza, en lugar de una debilidad. El inexplicable ascenso de Trump restableció la idea de que la ausencia absoluta de fuentes políticas no es un obstáculo para el éxito, más bien permite evitar obstáculos y críticas que un candidato experimentado debe enfrentar. Un discurso ruidoso, ultraconservador y racista parece ser más que suficiente para cumplir con el trabajo (de acumular fama, no de proteger a los ciudadanos estadounidenses).

“Como el mismo Reagan dijo al final de su segundo término, ‘A veces me pregunto cómo es posible hacer este trabajo si no eres actor’ “, dice Tyrnauer. “No creo que sea algo necesariamente malo. Franklin Roosevelt, a quien considero nuestro mejor presidente, dominaba el arte de prevalecer en los medios de comunicación de su tiempo, o sea, la radio. La habilidad de trabajar con los medios es una parte importante de ser un líder capaz. Es mucho más interesante cuando pensamos en Reagan como un presentador y una portada, que sí fue durante su carrera como actor, incluso interpretó a maestros de ceremonias en películas. Era un locutor de radio y una especie de cómplice corporativo mezclado con un presentador de TV. Se veía tan natural como presidente porque era el tipo de papel que había interpretado durante tres décadas. Era sencillo hacerlo de nuevo”.

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