El juego del calamar deja al descubierto la crisis real de la deuda personal en Corea del Sur
La deuda doméstica equivale ahora a más del 100% del PIB y ha aumentado drásticamente la diferencia entre los ingresos.
La deuda doméstica equivale ahora a más del 100% del PIB y ha aumentado drásticamente la diferencia entre los ingresos.
Después de la medianoche, cuando las multitudes de fiesteros se han ido, Choi Young-soo* se agazapa en un callejón de mala muerte en el adinerado distrito de Gangnam, en Seúl. Es el único momento en que este hombre de 35 años, un repartidor de comida de medio tiempo, se atreve a salir de su pequeña habitación en un hostal barato que comparte con otras 30 personas.
Las habitaciones, dice, son “solo un poco más grandes que los ataúdes“.
En un mundo ficticio, Choi no estaría fuera de lugar entre los concursantes de El juego del calamar, el popular drama distópico surcoreano que enfrenta a las personas muy endeudadas en una macabra carrera salpicada de sangre por un premio en efectivo inimaginablemente grande.
Pero la situación desesperada de Choi es real: es uno de los muchos y cada vez más numerosos surcoreanos comunes que se encuentran estrangulados por las deudas, en un país donde pedir un préstamo es tan fácil como comprar una taza de café.
“Siento que los demás consideran que soy un fracaso, así que solo salgo por la noche para fumar y observar a los gatos callejeros”, dice Choi.
El juego del calamar, que se estrenó el 17 de septiembre, está en camino de convertirse en el programa más visto de Netflix, cautivando a los espectadores de todo el mundo con su mezcla de drama oscuro y ejemplo de los fracasos del capitalismo al estilo surcoreano.
La deuda doméstica en Corea del Sur ha aumentado en los últimos años y ahora equivale a más del 100% del PIB, un nivel que no se ha observado en ningún otro lugar de Asia.
El endeudamiento ha estado acompañado por una brecha de ingresos drásticamente creciente, agravada por el aumento del desempleo juvenil y los precios inmobiliarios en las grandes ciudades, que están por encima de las posibilidades de la mayoría de los trabajadores.
Como ilustra El juego del calamar, un despido repentino, una mala inversión o simplemente una racha de mala suerte pueden obligar a las personas a recurrir a prestamistas de alto riesgo solo para mantenerse a flote.
La popularidad de la serie es una prueba de que la miseria de un endeudamiento aplastante es una experiencia universal, pero, de acuerdo con Lee In-cheol, director ejecutivo del centro de estudios económicos Real Good Economic Research Institute, su trasfondo coreano está lejos de ser una coincidencia.
“La cantidad total de deuda acumulada por los surcoreanos comunes supera el PIB en un 5%“, señala. “En términos individuales, significa que incluso aunque ahorraras cada centavo que ganaras durante todo un año, seguirías siendo incapaz de pagar tu deuda. Y el número de personas con problemas de endeudamiento está aumentando a un ritmo exponencial”.
En respuesta, la comisión de servicios financieros y el servicio de supervisión financiera del país recientemente decidieron evitar que más surcoreanos se endeuden. “Por eso los principales bancos han actuado para frenar el endeudamiento“, comentó Lee. “Pero, ¿realmente va a ayudar esto a la gente, especialmente en medio de la pandemia de Covid-19?”
Al igual que muchos de los 456 concursantes ficticios de El Juego del Calamar, a los que se invita a jugar juegos infantiles coreanos y a arriesgar su vida en el proceso por un premio de 45 mil 600 millones de wones, la inmersión de Choi en el endeudamiento se produjo con una velocidad alarmante.
Hace solo dos años, trabajaba como ingeniero informático en una empresa en Pangyo, la respuesta surcoreana a Silicon Valley. Los años de horas extras agotadoras y de trasnochar le cobraron factura en su salud. Tras largas conversaciones y un año de planificación y ahorro, él y su esposa decidieron abrir un bar en su ciudad natal, Incheon.
Fue una decisión de la que se arrepentirían, a pesar de sus modestas ambiciones. “No esperábamos convertirnos en millonarios”, dice. “Nos habríamos conformado con ganar lo mismo que antes. Lo único que realmente quería era dormir más… incluso una hora más al día”.
Tras un comienzo alentador, su negocio fue víctima de la pandemia de coronavirus. Después de que se diera la orden de cerrar los bares y restaurantes a las 21:00 horas para evitar la propagación del virus, el número de clientes se redujo al mínimo, y luego desapareció por completo.
“A veces no teníamos ni un solo cliente”, cuenta Choi. “Solo éramos nosotros dos, poniendo música a todo volumen para animarnos, incluso aunque sabíamos que eso supondría un aumento en la factura de la luz. Pero no podíamos quitarla”.
Después de no poder pagar la renta durante cuatro meses, la pareja sabía que estaba poniendo a prueba la paciencia de su arrendador y buscó ayuda. Conseguir un préstamo bancario fue sorprendentemente fácil, pero se sorprendieron al descubrir que el interés era de un elevado 4%.
En pocos meses ya habían pedido préstamos a los cinco bancos más importantes de Corea del Sur, utilizando su casa como garantía. Inevitablemente, tuvieron que pedir más préstamos para pagar los existentes, uniéndose a las largas filas de propietarios de negocios con problemas, deseosos de conseguir dinero en efectivo de los prestamistas comerciales con un interés superior al 17%.
“Para entonces, ya no me importaba lo altos que eran los tipos de intereses”, dice Choi. “Recibía tantas llamadas y mensajes de texto exigiendo que pagara mis préstamos. Se apoderó de nuestras vidas. Mi esposa dice que incluso me escuchó murmurar sobre los tipos de intereses mientras dormía”.
En un intento desesperado por salir de su espiral descendente, la esposa de Choi encontró un trabajo en un restaurante en otra parte del país, y la pareja pidió a los padres de él que cuidaran de sus dos hijos pequeños.
Choi dice que ha escuchado mucho sobre El juego del calamar, pero que no puede formar parte del frenesí mundial que ha ayudado a que el programa de nueve episodios acumule decenas de millones de espectadores.
“Tienes que pagar para verlo y no conozco a nadie que me deje usar su cuenta de Netflix“, comenta. “En cualquier caso, ¿por qué querría ver a un montón de personas con enormes deudas? Simplemente puedo verme en el espejo”.
*Se ha cambiado el nombre para proteger su identidad.