El nuevo y extraño museo de Berlín: un palacio prusiano reconstruido por 680 millones de euros
El Foro Humboldt, una mezcla entre un castillo de Disneylandia y un escalofriante bloque de concreto, está diseñado para enseñar a los visitantes la época colonial de Alemania. Pero, ¿se está analizando el pasado o se está glorificando?
El Foro Humboldt, una mezcla entre un castillo de Disneylandia y un escalofriante bloque de concreto, está diseñado para enseñar a los visitantes la época colonial de Alemania. Pero, ¿se está analizando el pasado o se está glorificando?
La tienda de regalos de un museo nunca fue un campo de batalla tan ideológico. En un extremo de la tienda, en el nuevo Foro Humboldt de Berlín, se encuentra un mostrador de recuerdos adornados con la silueta dorada del Stadtschloss, el antiguo palacio real de la ciudad, que fue bombardeado en la Segunda Guerra Mundial. Los estantes de pañuelos de seda y adornos navideños cuelgan sobre hileras de velas de colores majestuosos, adornadas con una imagen del majestuoso palacio prusiano.
En el otro extremo de la tienda hay una variedad de productos de la competencia, cuyo tema es el antiguo parlamento y centro recreativo de Alemania Oriental, el Palast der Republik, que se construyó triunfalmente sobre las ruinas del palacio en la década de 1970. Con sus nítidas paredes de mármol blanco, sus ventanas con espejos de bronce y sus candelabros de la era espacial, se diseñó para mostrar las maravillas del socialismo. Puedes comprar llaveros y tazas esmaltadas con un estilo retro soviético, así como una maqueta del edificio en Formo, la versión de Lego de Alemania del Este, por 250 euros.
Es una yuxtaposición macabra. El Palast der Republik fue demolido en 2006 y en su lugar se levanta ahora una extraña reconstrucción del palacio real barroco, construida con un costo de 680 millones de euros para albergar el nuevo museo. Ahora, 19 años después de que el parlamento alemán tomó esa decisión, nunca pareció tan equivocada.
Como un imponente castillo de Disneylandia sin la diversión, el Foro Humboldt se encuentra en medio de la Isla de los Museos de Berlín, con sus paredes de color beige y sus piedras recién talladas brillando con la calidad irreal de un modelo digital de alta definición. Reconstruido a partir de registros fotográficos, es un simulacro para la era de los medios de comunicación: una imagen reconstruida de un palacio, creada a partir de imágenes, para proyectar una imagen de un pasado idealizado. La sensación de encontrarse con una escenografía se confirma cuando damos vuelta en la esquina y descubrimos que la fachada ya no tiene el traje de época. Saluda al río Spree con un muro de concreto desnudo, que provoca escalofriantes ecos del pasado fascista más reciente.
Este colosal complejo tiene un origen inusual, ya que es una institución fabricada para ocupar un edificio, y no al revés. Concebido como un lugar “para contar la historia universal de la raza humana desde múltiples perspectivas”, integra el Museo etnológico y el Museo de arte asiático de la ciudad, junto con espacios para el Museo de la ciudad de Berlín y el Laboratorio de la Universidad Humboldt. Se espera que las colecciones de África, América, Asia, Australia y Oceanía tengan el mismo protagonismo que las obras de la antigüedad clásica que se exponen en los museos contiguos. Pero el simbolismo de reconstruir un palacio imperial, coronado con un crucifijo de oro, como muestra del botín colonial ahora parece casi cómicamente desacertado.
“Lo hecho, hecho está”, comenta Hartmut Dorgerloh, director del Foro desde 2018. “No creo que hoy se tomaría la misma decisión de reconstruir el palacio. Pero no podemos cambiar la arquitectura. Ahora que está aquí, funciona como un útil catalizador para los debates sobre nuestro programa y la procedencia de las colecciones”.
La idea original de reconstruir el Stadtschloss se puede atribuir en gran medida a Wilhelm von Boddien, un magnate de los tractores originario de Hamburgo. En las últimas tres décadas ha presidido una campaña asombrosamente exitosa. En los años 90 levantó una gigantesca lona en el lugar, pintada con la fachada del palacio, para generar un debate público, y en 2002 finalmente convenció al gobierno para que financiara el proyecto, con la condición de que él atraería fondos privados para pagar el revestimiento del palacio reconstruido. Desde entonces, su asociación ha atraído más de 105 millones de euros en donaciones, incluida una importante suma de la viuda del magnate de las ventas minoristas Werner Otto para pagar el orbe y la cruz de oro, una alianza adecuada para este extraño centro comercial de herencia.
Dorgerloh, quien creció en Alemania del Este, quizás tenga dudas sobre el proyecto, pero argumenta que, ahora que está aquí, la arquitectura imperial hace que la conversación colonial sea imposible de ignorar. Al fin y al cabo, este fue el edificio en el que residió el Kaiser Guillermo II mientras sus tropas cometían genocidio en Namibia y reprimían brutalmente un levantamiento en Tanzania en el siglo XX. Las estatuas restauradas de los príncipes prusianos están alineadas en sus resonantes pasillos blancos, mientras que una inscripción debajo de la cúpula exhorta a todos los habitantes de la Tierra a arrodillarse ante Jesús.
Es posible que el catalizador arquitectónico esté comenzando a tener efecto. En abril, el ministro de Cultura alemán anunció que la colección de Bronces de Benín, saqueada por soldados y marineros británicos en 1897 y vendida a museos de Europa y América, se devolverá a Nigeria a partir del próximo año. La galería que iba a exponerlos en el Foro Humboldt está vacía, con su texto mural y su vitrina en espera de un nuevo diseño. ¿Será este el detonante que obligue al Museo Británico y a otros a seguir su ejemplo?
“Nos encontramos en un punto de inflexión en Europa para comprender y negociar nuestro pasado colonial“, señala Dorgerloh. “Estamos en una situación perfecta para dirigirnos a turistas que tal vez nunca consideraron estas cuestiones. Si te interesa saber de dónde vienen tu camiseta y tu café, quizás te interese saber de dónde vienen estos objetos y cómo se obtuvieron”.
El edificio está lleno de instalaciones que se refieren a estos temas, incluida una gigantesca escultura de bronce patinado en negro de una bandera a media asta, obra de Kang Sunkoo. Titulada Statue of Limitations (un juego de palabras con los estatutos legales que bloquean las demandas de restitución), atraviesa el techo de un vestíbulo con escaleras mecánicas, mientras que su mitad superior se encuentra en el llamado barrio africano de Berlín, donde las calles conservan nombres coloniales polémicos.
Todavía no se han instalado las colecciones principales y queda pendiente la forma en que se presentan los objetos. Una de las piezas estrella, un velero de 16 metros procedente de la isla de Luf, en el Pacífico Sur, ha sido objeto de atención después de que un libro reciente relacionara la embarcación (que las autoridades siempre declararon se adquirió de forma correcta) con una masacre de la población de la isla. En respuesta, el director de la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano comenta que el barco se expondrá a partir de ahora como “memorial de los horrores de la época colonial alemana“.
Por muy bienintencionado que sea el programa curatorial, los socios del Foro todavía tienen que enfrentarse a las rarezas del edificio. El complejo Frankenstein es obra del arquitecto italiano Franco Stella, defensor del neorracionalismo despojado, que fue seleccionado en un concurso anónimo en 2007. El programa exigía la reconstrucción de tres lados del palacio, junto con la cúpula y la cruz, pero el resto estaba en juego. Stella fue una elección sorprendente. Más acostumbrado a diseñar villas, nunca había construido algo de esta magnitud, y eso se nota.
Al entrar por la puerta sur, un portal barroco incongruentemente acristalado con una moderna puerta giratoria, se llega a un austero patio interior blanco. El arco del triunfo está suspendido en un mundo de cuadrículas de concreto, como un espécimen de laboratorio en una vitrina clínica. Un gigantesco tótem de pantallas LED se eleva hasta el techo, consolidando la impresión de un vestíbulo de aeropuerto. El choque surrealista de las recreaciones barrocas y las cuadrículas modernistas continúa en todo el edificio, como una extraña mezcla de dos fiestas de disfraces. Los patios presentan arcos de piedra entre fachadas de bloques de oficinas genéricos, mientras que en el interior, las estatuas clásicas se alinean en los pasillos diseñados con el aspecto pulcro de un centro comercial.
“El interior no es tan convincente“, admite Dorgerloh. “Pero es muy funcional. Nos da fantásticas oportunidades para incorporar diferentes tipos de diseño de exposiciones y escenografía”.
Hasta noviembre, fecha en la que se abrirán las principales galerías del museo, son gratuitas la exposición Berlin Global y el Humboldt Lab. La primera es un vertiginoso juego de pinball entre las luchas coloniales, la cultura de los clubes, las tendencias de la moda y el genocidio, mientras que la segunda se centra en el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, con objetos iluminados en vitrinas de vidrio que cuelgan del techo con brazos mecánicos.
Las exigencias de un palacio del siglo XVIII y de un museo moderno suponen la existencia de muchos cruces incómodos. Algunos pisos no llegan a las paredes para no chocar con las altas ventanas, lo que da lugar a extraños espacios de doble altura. Las ventanas, por su parte, son de un solo cristal para ser fieles al original, por lo que se han complementado internamente con un grueso vidrio secundario para cumplir las normas medioambientales actuales. Es una solución habitual en los edificios históricos registrados, en los que no se pueden modificar las ventanas, pero planificarla desde el principio parece absurdo.
Toda la experiencia permite sentir nostalgia por el Palast der Republik. El fantasma del edificio soviético está presente en “recuerdos” por todo el museo, incluyendo un letrero original y algunos de los candelabros esféricos, que otorgaron al Palast su apodo de “la tienda de lámparas de Erich”, en honor al líder del partido comunista Erich Honecker. Las exposiciones muestran que, aunque el edificio fue un símbolo de un régimen represivo, también fue un palacio público de entretenimiento, con un cine, un boliche y una pista de patinaje, así como una discoteca con una pista de baile giratoria. Con la creciente nostalgia por la cultura y el diseño de la Alemania del Este, y una mayor comprensión de la energía contenida en la demolición, el edificio pudo haber sido un candidato principal para una cuidadosa restauración y reutilización. En cambio, su recuerdo se ha reducido a llaveros y réplicas de candelabros, disponibles en la tienda de regalos por 3 mil 500 euros.
Pero hay otro detalle. En una provocación surrealista, un grupo de activistas inició una campaña para demoler el nuevo-viejo palacio y reconstruir el Palast der Republik, con un plan de cinco puntos que imita precisamente la campaña de los años 90. “Queremos ayudar a garantizar que la conflictiva historia permanezca en el centro de Berlín”, escriben, “y evitar la aparente finalización del debate de décadas cuando se complete la construcción del palacio en el sitio”. Se está realizando la recaudación de fondos para la instalación de una maqueta de bronce del edificio soviético en el exterior del Foro Humboldt, así que tal vez podremos retomar la pista de baile giratoria dentro de tres décadas, y comprar nostálgicas baratijas del Foro en la tienda de regalos.