Trump vs Biden: ¿qué tan diferentes son sus políticas respecto a la frontera entre EU y México?
Las promesas migratorias de Biden son insuficientes al tiempo que se mantienen algunas de las políticas de Trump, he aquí en qué se parecen y en qué se diferencian.
Las promesas migratorias de Biden son insuficientes al tiempo que se mantienen algunas de las políticas de Trump, he aquí en qué se parecen y en qué se diferencian.
Bajo la presidencia de Donald Trump, los estadounidenses se enfrentaron a una avalancha casi constante de retórica y políticas racistas y antiinmigración, especialmente en relación con la frontera entre Estados Unidos y México, ya que el mismo hombre que lideró las consignas sobre la construcción de un muro en dicho lugar ganó las elecciones presidenciales de 2016 y asumió el control del Despacho Oval durante los cuatro años siguientes.
Los migrantes vulnerables estaban preparando “una invasión”, dijo Trump. El sistema de asilo de Estados Unidos –un compromiso clave con sus valores humanitarios– era “ridículo” y “una locura”. Los inmigrantes de color fueron noticia por supuestamente llegar hasta este lugar desde países que eran “pocilgas”, y a los inmigrantes mexicanos los llamó traficantes de drogas, criminales y violadores.
Después de semejantes fuertes críticas públicas y escándalos humanitarios, Joe Biden se anunció a sí mismo como el candidato anti-Trump que restauraría el honor y la decencia en la presidencia, en parte mediante la construcción de un sistema de inmigración justo y humano. Una de sus declaraciones de campaña indicaba: “La mayoría de los estadounidenses pueden remontar su historia familiar a una elección: la decisión de dejar atrás todo lo que les era familiar en busca de nuevas oportunidades y una nueva vida. Joe Biden entiende que esa es una fuente irrefutable de nuestra fuerza”.
Al principio, Biden cumplió, con una serie de iniciativas ejecutivas y otras primeras medidas cuyo objetivo era deshacer la represión de Trump. Sin embargo, cuando el número de personas que cruzaban a Estados Unidos desde México sin autorización aumentó rápidamente, sus tácticas más prudentes se convirtieron en una carga política, dando a los republicanos materia para elaborar falsas pero convincentes –para algunos– narrativas sobre una frontera “abierta” y mal gestionada.
En poco tiempo, los principales agentes políticos de Biden comenzaron a presionarlo para que adoptara un enfoque más estricto, mientras que algunos de sus expertos en inmigración abandonaron el barco, incapaces de soportar la aplicación de algunas de las mismas prácticas de la era Trump que detestaban.
En medio de este embrollo ideológico, de esta administración ha surgido una agenda de inmigración reactiva, confusa y con frecuencia contradictoria. Y ahora, los defensores de la inmigración –e incluso algunos demócratas en activo– están criticando las nuevas políticas por plagiar aparentemente el propio libro de jugadas de Trump, sin una aportación significativa por parte del Congreso o de las organizaciones sobre el terreno.
Por tanto, ¿la Casa Blanca de Biden es simplemente un Trump 2.0 más políticamente correcto en materia de inmigración en la frontera entre Estados Unidos y México? A continuación, lo comparamos y contrastamos.
Imponer la disuasión
Gran parte de las estrategias fronterizas de Trump y Biden se basan en la idea de que si el gobierno de Estados Unidos erige suficientes barreras y elimina suficientes incentivos, las personas dejarán de intentar entrar al país.
Hasta ahora, esa teoría en realidad no ha dado resultado, Estados Unidos sigue experimentando cifras récord de migrantes y solicitantes de asilo en su frontera suroeste, a pesar de décadas de presidentes que aplicaron este paradigma de prevención a través de la disuasión. No obstante, en una frontera que ya está hiperpolitizada, hipervigilada y que tiene un alto número de policías, las dos últimas administraciones aún han confiado en gran medida en las infraestructuras y los proyectos centrados en la aplicación de la ley heredados de sus predecesores.
Recientemente, el gobierno de Biden anunció que reforzaría las deportaciones aceleradas, a pesar de haber revocado previamente la importante ampliación de estas medidas del propio gobierno de Trump. Según esta práctica, los inmigrantes pueden ser repatriados rápidamente sin necesidad de comparecer ante un juez.
Los funcionarios de Biden también indicaron que propondrán una nueva norma para limitar aún más la elegibilidad para el asilo, una medida que ha provocado la ira entre los defensores que ya habían luchado contra prohibiciones similares bajo el gobierno de Trump.
Expulsados al peligro
El punto en común más infame entre los enfoques de Trump y Biden respecto a las personas que llegan hoy a la frontera entre Estados Unidos y México ha sido el controvertido uso que ambas administraciones han hecho de una ley sanitaria para negar a millones de migrantes y posibles solicitantes de asilo la oportunidad de pedir protección, aparentemente violando así sus derechos a nivel nacional e internacional.
Muchas de las personas sometidas a esta política –con frecuencia conocida por su abreviatura, Título 42– se han quedado varadas o han sido expulsadas a condiciones peligrosas en México, o bien han sido devueltas con rapidez a las realidades inestables y en ocasiones potencialmente mortales de su país, por las que muchas de estas personas arriesgaron la vida para escapar de ellas. Otros mueren intentando eludir los puntos de entrada cerrados.
La administración de Trump invocó el Título 42 aparentemente como una medida de salud pública durante los primeros días de la pandemia de Covid-19 y lo utilizó para expulsar rápidamente a cientos de miles de personas, incluidos casi 16 mil niños solos.
Biden dejó de aplicar esta agresiva política a los menores no acompañados, no obstante, sigue expulsando a individuos y familias.
Muchas personas atrapadas en México a causa del Título 42 fueron posteriormente asesinadas, violadas o secuestradas, registrándose más de 13 mil 480 denuncias de ataques violentos solo durante la presidencia de Biden.
Aunque el gobierno de Biden anunció finalmente que planeaba poner fin a las restricciones del Título 42 el año pasado, los litigios pendientes han hecho que estas restricciones sigan vigentes en el futuro inmediato. Mientras tanto, incluso cuando los funcionarios argumentan públicamente en contra de la dependencia a esta política, han ampliado su uso en múltiples ocasiones, de forma abrupta, para centrarse en los venezolanos y ahora también en los nicaragüenses, haitianos y cubanos.
Estos cambios de política han estado acompañados de la creación de vías legales limitadas, pero sus requisitos de elegibilidad exigen un nivel de recursos financieros y conexiones internacionales que los desplazados forzados más vulnerables del hemisferio occidental probablemente no pueden generar.
“No se limiten a presentarse en la frontera”, advirtió Biden a los posibles migrantes. “Quédense donde están y presenten su solicitud legalmente desde ahí”.
Familias, aún separadas
Parte del legado perdurable de Trump está ligado a ser el presidente que separó familias en la frontera entre México y Estados Unidos y que metió a “niños en jaulas” durante días o semanas, muchas veces sin ofrecer apenas comunicación o información para saber dónde estaban.
En 2018, la política de tolerancia cero de Trump en materia de inmigración conmocionó a liberales y conservadores por igual cuando tuvieron conocimiento de niños aterrorizados que eran arrebatados de los brazos de padres que ahora eran procesados. Trump finalmente se vio obligado a poner fin a estas separaciones familiares hipervisibles, pero siguió promoviendo prácticas de línea dura que afectaron negativamente a los niños y las familias que buscaban ayuda en la frontera suroeste de Estados Unidos, ya fuera dejando varados a niños pequeños bajo custodia del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) o en peligrosas ciudades fronterizas mexicanas.
Biden, por el contrario, puso fin a la detención de familias migrantes en el ICE, hasta ahora. También reanudó los programas que permiten que algunas personas procedentes del Caribe y Centroamérica se reúnan con sus familiares en Estados Unidos, y un grupo de trabajo sigue intentando reconectar a las familias separadas por el gobierno de Trump.
No obstante, incluso mientras Biden intenta limpiar el desastre de Trump, continúan las separaciones familiares de facto. Los niños no acompañados están exentos del Título 42, por lo que algunos padres toman la difícil decisión de enviar a sus hijos solos a través de la frontera, incluso cuando eso significa pasar un tiempo indefinido separados.
En resumidas cuentas
Entonces, ¿las políticas fronterizas de Biden se están convirtiendo en una copia de las de Trump?
La realidad es más compleja, puesto que hay una larga historia de malos enfoques en materia de migración humanitaria por parte de los presidentes y algunos avances positivos hacia soluciones por parte de Biden, reforzados por una retórica diferente, nuevas vías legales alternativas e intentos de un procesamiento más eficiente.
Sin embargo, existen similitudes. En particular, ambos gobiernos han causado un daño devastador a millones de personas desplazadas de manera forzosa, que llegaron a este país en busca de seguridad y oportunidades solo para convertirse en víctimas de un sistema que las ha dejado varadas y vulnerables.
Y ahora que Biden se está desplazando hacia un punto central y que la inmigración se perfila como una cuestión de peso en las elecciones presidenciales de 2024 para los demócratas –la mayoría de los cuales se dejan arrastrar por la narrativa xenofóbica de la derecha sin encontrar una solución para defender los beneficios del crisol estadounidense–, los progresistas, los defensores –y los millones de migrantes– deberían prepararse para un futuro inmediato difícil.