‘Un compañero me dijo que yo era muy débil. Sentí bonito’: aprendiz de nuevas masculinidades
Foto: Foto: Jeffrey Czum/Pexels.

Si el físico de las personas manda un mensaje al exterior, más allá de lo que expresan sus palabras, el de Víctor Lara puede confundir al inicio.

Este periodista de 41 años mide más de un metro y 70 centímetros de altura, lleva lentes de pasta negra y viste de negro de pies a cabeza. Tiene el pelo chino, corto, canoso; la espalda medio encorvada y un tono de voz dulce, bajo y de ritmo calmado

A lo largo de su conversación con La-Lista se lleva la mano en el corazón en más de una ocasión.

Cada vez que se sube el cubrebocas por encima de la nariz, le tiemblan las manos, como si estuviera inseguro. Su aspecto y energía contrastan con sus confesiones.

– Con cada interrupción que me haces, siento sudoración en mis axilas y hormigueo en mis manos, y pienso: “¿Es esta una periodista? No se supone que interrumpamos de esa manera”, es decir, empiezo a echar mano de argumentos para prepararme para fregarte. Entonces, me empiezo a dar cuenta de que poco a poquito me voy encabronando. Ahorita (porque) no quisiera que me hicieras tantas preguntas. Me enojo para forzarte a ti a que no me hagas tantas preguntas. El enojo es una herramienta para que me obedezcas.

– ¿Por qué crees que la gente te tiene que obedecer?

– Es algo me pasa cada vez que la gente no hace o dice lo que yo quiero, lo veo como un riesgo, como si estuviera en peligro. Me he dado cuenta de que esto tiene que ver con perder mi autoridad ahorita contigo. 

– ¿Quién te ha dicho que tienes autoridad para nadie?

– Una de mis autoridades (construidas) es la de juez, juzgo mucho a la gente. Ese arquetipo me permitiría en algún momento hacer algo que te hiciera sentir tonta, como hacerte notar que tus preguntas son obvias. Y de ahí hasta llegar a la violencia. Pero para darme el permiso de violentarte es porque activé esa autoridad (de juez).

– ¿Es porque soy mujer?

– (Este enojo) me hace pensar: “¿Apoco me sentiría igual si me entrevistara Héctor de Mauleón? Ah, ¡no! ¿A lo mejor una Lidia Cacho?” Entonces, algo pasa que te empiezo a ver inferior y pienso que no sabes. Creo que esto me pasa más seguido con mujeres; me siento superior. Todo esto ha sido un proceso que me ha costado más de dos años.


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Víctor Lara y La-Lista se encontraron el viernes 5 de marzo en la sede de organización civil Género y Desarrollo (Gendes), dedicada a la reeducación de hombres en masculinidades alternativas

Hace más de dos años que el periodista estuvo por primera vez en esa casa de la colonia Roma.

Fue a acompañar a un buen amigo de la universidad que había golpeado a su pareja unos días antes. Le pidió ayuda urgentemente, así que hizo el esfuerzo. “Me di cuenta que el que necesitaba ayuda y urgente era yo”, asegura. 

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Sede de Género y Desarrollo AC (Gendes), en la colonia Roma de la Ciudad de México. Foto: Gendes.

“Pienso que yo estaba deteriorando mucho mi relación con mi pareja”, confiesa, con quién lleva 15 años. “Llegar a golpearla, no. Pero, por ejemplo, al cruzar la calle ella es muy miedosa. Varias veces la tomé con fuerza y le hice cruzar contra su voluntad”, explica.

Lara acude cada semana a Gendes, junto con un centenar de compañeros que decidieron cuestionar la manera en la que aprendieron a ser hombres.

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Las sesiones son una revisión a cámara lenta de episodios de violencia que vivieron en la semana. “Lo que hacemos es desmenuzar”, dice, juntando los dedos de las dos manos y frotándolos, como si tuviera granitos de sal entre ellos.

Gracias a ello, ha aprendido a identificar cuándo su cuerpo le manda señales de aviso que un episodio de violencia — física, verbal, económica, sexual o psicológica — se está gestando en su interior.

“Es lo que coloquialmente se dice me hierve la sangre”, explica uno de los psicólogos de Gendes, Hugo Barbosa, a La-Lista.

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Víctor Lara, en la sede de Gendes. Foto: Anna Portella/La-Lista.

Violencia y masculinidad

Gran parte de la técnica con la que trabajan en Gendes consiste en desarticular los pensamientos y situaciones llevan a algunos hombres a la ira.

“Nos han enseñado que la respuesta ante lo que se sale de nuestro control es la violencia. Es un recurso para seguir teniendo el control en una relación, con mujeres y también entre hombres”, explica Barbosa. 

Hay intelectuales que afirman que la masculinidad es un factor de riesgo para la supervivencia de ellos.

“Lo que se observa en multiplicidad de estudios es que muchas de las causas de muerte de los hombres no están asociadas a sus enfermedades sino a comportamientos aprendidos: a ser temerarios, a no dejar al otro que me esta retando y a lo mejor, nos matamos”, explicaba a La-Lista el sociólogo experto en nuevas masculinidades Juan Guillermo Figueroa, investigador del Colegio de México. 

Estos comportamientos aprendidos inciden también en las comorbilidades, explica Figueroa, por la falta de autocuidado. “Los hombres combinamos temeridad con omisión de cuidado”, afirma. 

Entre enero y agosto de 2020, las cinco principales causas de muerte de hombres en México fueron relacionadas con enfermedades, siendo las del corazón y el Covid-19 las número uno (78,929) y dos (71,419), respectivamente. En quinto lugar, los homicidios, con 20,165, según el Inegi.

En el caso de las mujeres, hay hasta siete causas de muerte relacionadas con la salud antes de llegar a una ajena, los accidentes (4,552). La primera fueron también las enfermedades del corazón, con 62,713, y el Covid-19, la tercera, con 37,111 fallecidas.

Pero la violencia es precisamente la gran resistencia para que algunos se cuestionen sus comportamientos. No identifican cuándo sus reacciones son abusivas, forzosas y ejercen dominio hacia la otra persona.

Barbosa dice que el movimiento feminista y el de la diversidad de género han ayudado a señalar estos comportamientos como intolerables.

Pero romper el pacto o desmantelar el patriarcado no es solo una respuesta a la exigencia de respeto de las mujeres u hombres no heterosexuales, sino de bienestar hacia ellos mismos.

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Foto: Instituto para el Desarrollo de Masculinidades Anti-Hegemónicas.

– Antes de venir [a Gendes], yo era una especie de desfile de personajes: el seductor, el inteligente y el fuerte. Esos tres eran mi tortura. Yo me odiaba a mí mismo por no ser así. Prefería estar borracho para no tener que ser yo mismo. 

– ¿Qué has descubierto de ti?

– He descubierto que no tengo que ser ninguno de esos personajes y siento un alivio enorme. Y otra cosa, que me gusta no ser eso, me gusta ser algo distinto, aunque no sepa qué. Me he dado cuenta de que así como tengo mucha capacidad de violentar también tengo mucha capacidad de generar bienestar.

– ¿Cómo se nota esto en tu vida cotidiana?

– Hace unos meses, un compañero de la carrera me dijo que yo era muy débil, y yo sentí muy bonito. Porque si ese soy yo, es que él ya me identificó en otra manada de la que yo era, y eso me gustó. 

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