Dos osos polares olfatean en el Ártico: la mejor foto de Esther Horvath
‘La cría lloraba como niño’ … los osos cerca del barco. Foto: Esther Horvath

Narrado a Dale Berning Sawa/The Guardian

En el otoño de 2019, me uní a una exploración hacia el Ártico. Zarpamos desde Tromsø, Noruega, el 20 de septiembre en el rompehielos Polarstern. Había 100 personas a bordo, 60 científicos y 40 tripulantes, pero el barco era tan grande que no se sentía lleno. Podías no ver a ciertas personas durante días.

El plan era encontrar el témpano de hielo perfecto para anclar, y después ir a la deriva durante un año a través del centro del océano Ártico y el invierno que ahí dura seis meses, sobre lo cual casi no teníamos información científica. El estudio marcó la primera vez que se hicieron investigaciones oceanográficas, biogeoquímicas, del hielo marino, la atmósfera y el ecosistema a tal escala. El 4 de octubre, el barco apagó su motor para poder congelarse en el hielo marino. Fue el último día con luz solar. Los días se hicieron más cortos, y la oscuridad más intensa. Casi siempre estaba nublado. No se veían las estrellas. Tampoco podías escuchar hablar a nadie por el viento constante.

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La vida natural como objetivo

La investigación científica en sitios extremos siempre es guiada por la naturaleza: el clima y la vida silvestre. Somos simples huéspedes en esta tierra. Desde 2015, he dedicado mi trabajo a hacer consciencia sobre la crisis climática en las regiones polares. Cuando pensamos en el alunizaje, por ejemplo, no pensamos en el trabajo científico que implica llegar allá. Pensamos en la foto de Neil Armstrong caminando sobre la luna. Lo que busco es esto: una imagen que aparezca en nuestra mente cuando pensamos en el Ártico, la tierra de los osos polares que desaparece.

En el Ártico, el hielo es como tierra: hay vida más allá de él. Si le quitamos el hielo, el ecosistema entero puede colapsar y extinguirse.

Seis días después de que apagamos los motores salí a la cubierta, durante la noche. Traía conmigo mis dos cámaras cuando divisé un par de osos polares. Como sólo es posible ver lo que está bajo los faros del barco, o frente a tu linterna, verlos aparecer así fue como un regalo. Si hubiéramos estado en el hielo marino en lugar del barco, jamás hubiera podido apuntar mi cámara.

Ellos cambiaban a través del hielo hacia nosotros, seguían los cables que iban desde el barco a las distintas estaciones de investigación que ensamblamos. Corrí por toda la cubierta y esperé a que los osos estuvieran cerca.

La mamá y la cría, típico

Era una madre con su cría, y olfateaban todo. Parecía que la cría no estaba feliz, iba detrás de su madre, llorando como un niño que no quiere hacer algo. La madre sólo lo esperaba. El movimiento de nuestras banderas llamó su atención. Las banderas rojas en el hielo significan “no pasar”, y las verdes “adelante”, indican por dónde podemos caminar. Aquellas banderas estaban a unos 20 o 30 metros. Los osos se pararon sobre sus patas traseras para examinarlas.

Los osos polares son peligrosos porque son curiosos. Si están hambrientos te verán como una presa. Aún si no te quieren lastimar, son tan fuertes que de todos modos te pueden matar. Me tocaron dos eventos con osos polares sobre el hielo cuando fui vigilante de osos voluntaria, lo que significa que mi responsabilidad era cuidar la seguridad del grupo. La primera vez sucedió en la estación más lejana, a 600 metros del barco. Escuché desde el puente que alguien observó dos osos que caminaban hacia nosotros. Le dije a los científicos que teníamos que empacar de inmediato. Teníamos nuestros trineos y había poco espacio en ellos. Algunos dijeron: “No, esperaremos aquí. Tomen el trineo y después vuelvan por nosotros”.

Pero no tuve piedad. Los subí a los trineos. Me sentí como una madre tigre que protege a sus crías, mi adrenalina estaba por los cielos. Y justo cuando avanzamos, aparecieron los osos. ¡Estuvo cerca! No es fácil saber con certeza, pero creo que son los mismos osos de mi fotografía.

La segunda vez, estaba en guardia fuera de una tienda de acampar donde dos científicos trabajaban durante una tormenta. Llevaba dos horas ahí. La temperatura era de -35ºC, pero la sensación térmica era de -45ºC. Ya no sentía mis manos. De repente se activó una trampa y voló una bengala, lo que significa que debíamos regresar al barco. No podíamos ver por la oscuridad, y no podíamos escuchar por los vientos. Al final resultó que no había osos y que el viento activó la trampa.

Puedes volver a la Tierra desde la Estación Espacial Internacional en una cápsula en unas cuantas horas. Pero si algo le sucede al Polarstern, le toma a un bote de rescate unas dos o tres semanas llegar hasta nosotros. Cada vez que pisé el hielo me sentí como una niña pequeña, estaba muy emocionada. La oscuridad de la noche polar es lo que más extraño. Ningún otro lugar del planeta provoca esa sensación.

– Into the Arctic Ice: The Largest Polar Expedition of All Time, por Esther Horvath, está disponible a través de Prestel.

La-Lista de Esther Horvath:

Fecha y lugar de nacimiento: 1979, Sopron, Hungría.

Preparación: Maestría en economía por la Universidad Occidental de Hungría; documentalismo, fotografía y fotoperiodismo por el International Center of Photography, Nueva York.

Influencias: Ami Vitale, Lynsey Addario.

Mejor momento de su vida: Ganar el premio de World Press Photo en la categoría de medio ambiente.

Peor momento de su vida: “Intentar incursionar en el mundo de la fotografía documental”.

Consejo: “Toma fotos con el corazón”.

Traducido por Andrés González

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