Rembrandt y la esclavitud: ¿Tenía vínculos con este terrible negocio?
¿Contaminado? … Los retratos de Rembrandt de la pareja rica en azúcar Marten Soolmans y Oopjen Coppit. Fotografía: Rijksmuseum / EPA

El título de la exhibición es simple y duro: Esclavitud. Programada para abrir esta primavera en el gran Rijksmuseum en Ámsterdam, esta exhibición documenta la importancia de este negocio aborrecible en el crecimiento y esplendor de los Países Bajos, al yuxtaponer grilletes e inventarios de esclavos con obras de arte. Hay un anillo de metal que ha estado en el Rijksmuseum desde el Siglo XIX. Anteriormente se catalogó como un collar para perro, ahora se piensa que se usó en un humano. Hay otros objetos igual de escalofriantes en esta exhibición perturbadora, y en el corazón de todo hay dos pinturas famosas de Rembrandt. 

Su inclusión es impactante. Después de todo, no hay ningún artista que emane tanta compasión ni empatía como Rembrandt. Aún así esta exhibición en el Rijksmuseum, hogar de tantas de sus obras maestras, revela un lado de la carrera del pintor que no encaja con nuestra percepción de él como un artista con una visión expansiva de lo que significa ser humano. 

En 1634, cuando era una estrella del arte con 28 años que se llenaba con las comisiones de la élite de Ámsterdam, Rembrandt van Rijn, el hijo del molinero de Leiden con un gusto por las cosas más finas de la visa, retrató a una pareja joven llamada Marten Soolmans y Oopjen Coppit. Los trabajos, de los que cada uno recibió un retrato, generalmente se ven como otro ejemplo de la genialidad de Rembrandt, este artista cuya percepción eleva los retratos a un nivel existencial. 

Sus pinturas de parejas casadas suelen ser momentos informales de diversión compartida. Pero para retratar a este par, los puso por separado en lienzos grandes que tienen mucho que ver con los retratos para presumir que hacía Anthony van Dyck en Inglaterra. Ambos usan el negro sombrío de una república protestante, pero este guiño de moralidad lo opacan los adornos que representan su gran riqueza. Soolmans tiene medias brillantes y arrugadas de seda y enormes volantes plateados en sus zapatos, mientras que Coppit luce perlas en su cuello y oro en sus muñecas. Olvida sus caras pastosas, parece que Rembrandt dice, ponle mucho brillo. 

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Pero hay un lado problemático de la riqueza de esta pareja, y tal vez Rembrandt quiso que registremos que hay algo mal. Soolmans fue heredero de una de las refinerías de azúcar más grandes de Ámsterdam, y la producción de azúcar en su punto de origen dependía de los esclavos. Desde el Siglo XV hasta los 1800, el gusto por lo dulce de Europa se alimentaba de la captura, transportación y explotación brutal de africanos en plantaciones de azúcar en América y el Caribe. La “era dorada” de la República Holandesa, cuando Ámsterdam era el puerto más ocupado del mundo y los barcos mercantes holandeses recorrían el mundo, vio como Holanda se metía en la dominación ibérica del azúcar y la esclavitud. 

El Rijksmuseum está lleno de las riquezas artísticas del Siglo XVII de Países Bajos. Que le preste atención a los vínculos entre el arte, la riqueza y la inhumanidad en esa era es un movimiento atrevido. Pero es momento de “decirlo todo”, me dijo Valika Smeulders, la directora de historia del museo, para “conectar la colección con esa historia”. En paralelo a la exhibición, el Rijksmuseum añadió etiquetas a 80 objetos en sus colecciones que tienen lazos con la esclavitud. Esto va más allá de los clichés de la guerra cultural. De hecho, Smeulders no lo ve de esa manera. Más allá de una denuncia del pasado, ella argumenta que revelar este lado del arte holandés solo lo puede hacer más rico. 

Ciertamente proporciona una nueva perspectiva de Rembrandt. Las revelaciones del museo sobre sus retratos gemelos de esta pareja mercantil de los 1630 son incómodas. Su enfoque está en Coppit. ¿Qué tan consciente era esta mujer joven de la crueldad y miseria que impulsaba el negocio familiar? “¿Oopjen sabía?” pregunta Smeulder. La fábrica de azúcar de Soolmans se llamaba ‘t Vagevuur, Los fuegos del purgatorio (la de un rival se llamaba Infierno). Esta era una referencia al calor del proceso de refinación, pero creaban un verdadero infierno a través del océano, en las plantaciones holandesas en Brasil, donde los esclavos no solo cultivaban sino que también hervían caña de azúcar en tanques enormes, mientras vivían en la miseria y eran sometidos a disciplina arbitraria. 

Coppit nunca vio una plantación de esclavos pero sus conexiones con la esclavitud crecieron. Después de que su marido murió joven, ella se convirtió en dueña de Los fuegos del purgatorio. Después se casó con Maerten Daey, un soldado que no solo pasó tiempo en las colonias holandesas sino que fue perseguido por violar a una mujer africana ahí. Ella dio a luz a su hijo. 

¿Qué tiene que el artista más grande de la era dorada pintara a esta gente cuya fortuna dependía de la esclavitud? Los retratos eran rentables y Rembrandt necesitaba el dinero. En 1634, el año que pintó a esta pareja, se casó con Saskia van Uylenburgh, y tuvieron gustos de ricos. Tal vez no significa nada que sus clientes incluyeran no solo a los demasiado ricos sino también a los moralmente turbios. Un siglo después, cuando el dominio de la trata de esclavos pasó a Gran Bretaña, Thomas Gainsborough pintaría caras y adornos ya sea que sus sujetos fueran músicos o dueños de esclavos. 

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Pero este es Rembrandt. A él le reconocen una percepción moral que va más allá de las convenciones de sus tiempos. Él pintó a los judíos con sensibilidad en una época de antisemitismo. Cruzó fronteras en su imaginación, dibujó copias apasionadas de las miniaturas mogol que llegaban a Ámsterdam. ¿Seguramente no tomó solamente el dinero del azúcar y le dio a la pareja lo que querían?

Esa parece una interpretación demasiado simplista. Parece que Rembrandt casi intuía que una buena parte del dinero de la élite holandesa, que financió la proliferación del arte holandés en el Siglo XVII, era turbia, que incluso venía directa o indirectamente de la esclavitud del Atlántico. Seguramente, el pintor nunca se llevó con la alta sociedad de Ámsterdam. Las comisiones de sus retratos no lo satisfacían y los resultados, que reflejaban su determinación de mirar más allá de las apariencias, nunca lo complacieron. 

Vi los retratos en el Rijksmuseum hace dos años. No sabía nada sobre el par más que claramente Rembrandt no pudo encontrar nada que amar en ellos. Él está más interesado en sus hebillas que en sus personalidades. En las manos de Rembrandt, esto no es un elogio, sino un juicio. Esta pareja tuvo la oportunidad de que los observe el artista con el ojo más penetrante de la historia y todo lo que mostraron fue encaje, seda, perlas y oro. Rembrandt nos muestra exactamente lo que eran: ricos vacíos que usaban la chapa de la riqueza para ocultar su futilidad, o algo mucho peor. 

Las cosas fueron muy diferentes después, en 1661, cuando pintó a dos hombres africanos. Para entonces. Rembrandt vivía una existencia más marginal. Todavía pintaba retratos pero rara vez aceptaba comisiones, en su lugar creaba estudios de sufrimiento y experiencia, incluida su propia cara. Van Uylenburgh estaba muerta y él vivía con Hendrickje Stoffels. Quedó en bancarrota y tuvo que vender su casa elegante con toda su colección de atuendos, armaduras, y maravillas naturales. Un inventario de sus bienes subastados menciona un Retrato de dos hombres africanos, que algunos historiadores aseguran que se refiere al Rembrandt que ahora está en el Mauritshuis en La Haya. Su estilo crudo era típico de la última fase de su vida. 

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Calidez … La obra posterior de Rembrandt, Retrato de dos hombres africanos. Fotografía: Heritage Image Partnership Ltd / Alamy

En ese mismo año, 1661. Rembrandt también trabajaba en una comisión pública poco común que lo habría hecho el consentido de la élite holandesa otra vez. Le pidieron que pinte una historia patriótica para el ayuntamiento de Ámsterdam. Pero en lugar de una escena emotiva de triunfo, él pintó La conspiración de Claudius Civilis, una escena desesperada, como del Rey Lear, tomada de la rebelión de Batavia de las Historias de Tácito. Muestra a los rebeldes que aceptan lo que parece un pacto suicida inútil con una luz espeluznante y pálida, la obra fue odiada por su perspectiva desoladora de la historia holandesa. No es difícil imaginar que esos mismos ojos desposeídos, que miran incansablemente al pasado, también estén dirigidos al presente, y al secreto más vergonzoso de los tiempos de Rembrandt: la explotación europea de África. 

Hay una conexión sorprendente y directa entre La conspiración de Claudius Civilis y la decisión de Rembrandt de hacer un retrato radical de dos africanos. Él obtuvo la comisión después de que el primero que pidió el ayuntamiento, Govert Flinck, muriera. Flinck fue pupilo de Rembrandt pero, después de que su maestro se volviera raro y poco popular, él presentaba una versión aceptable de lo rembrandtesco. El joven arquero de Flinck, que está en Londres en la Wallace Collection, es una pintura de un africano que tiene mucha de la simpatía de Rembrandt pero también es imaginaria y fantasiosa. Puede ser que no sea un retrato. Hay un toque de algo, pero ciertamente no de la violencia de la esclavitud. 

El retrato de Rembrandt de dos africanos en la sociedad holandesa es mucho menos de ensueño. Los dos hombres que posaron para él probablemente eran libres o fueron liberados, eran parte de una comunidad negra en el Ámsterdam barroco que los historiadores comienzan a redescubrir. De hecho, esta comunidad estaba en el mismo vecindario en el que vivían muchos judíos y en donde estaba la casa de Rembrandt. Así que pueden ser sus vecinos. De cualquier forma, él los representa íntimamente. 

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A diferencia de la pareja de ricos que él decidió pintar por separado, estos hombres están juntos en una imagen de amistad y apoyo. Uno descansa su barbilla en el brazo del otro. Parece que están juntos para tener calor humano en un mundo hostil. Rembrandt captura su ansiedad y soledad en una ciudad que no es su hogar. Ellos parecen tristes, pero puedes sentir que no es una tristeza solo por ellos. Uno usa un atuendo histórico, una armadura que parece de los imperios antiguos, como si fuera un rey caído. Hay un aire abrumador de pérdida, como si estos dos hombres trataran de encontrar su lugar en un mundo roto. 

Rembrandt nunca fue a Brasil, ni al Castillo Elmina de la Ghana de hoy, o a ningún sitio de la esclavización holandesa. Pero eso no lo detuvo de que sintiera la mancha de la esclavitud en Europa y sus ramificaciones. Él la pudo ver en los ojos de estos hombres y los capturó con este magnífico trabajo. Es una pintura que muestra su profundo humanismo, su alienación de los líderes de su sociedad, y sus sentimientos por los desafortunados del mundo. Sería una excelente compañía para los retratos en la exhibición de Esclavitud. 

Esclavitud abre en el Rijksmuseum, Ámsterdam, esta primavera.

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