Juan Catarina Romero: la empresaria tehuana que la historia borró de los libros

Juana Catarina Romero (1837-1915) fue una tehuana empoderada, que tenía una personalidad triunfante en el México del Siglo XIX en donde la ideología de género dictaba que “el hombre debía estar en lo público y la mujer en la casa”. Un personaje deslumbrante que la historia oficial terminó por borrar de los libros.

Oriunda del Istmo de Tehuantepec, Juana Cata sobresalió por sí misma. Fue una empresaria enamorada de la modernidad, el orden y el progreso. Comenzó vendiendo cigarros y terminó por ser una empresaria que generó el mejor aguardiente de la región. Pagaba la educación de los niños y fue a Milán vestida de tehuana por ser orgullosa de sus raíces. Entendió como nadie la manera de aumentar su capital social en una época en donde las mujeres no podían acceder a cargos públicos.

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En la Guerra de Reforma (1958-60), sirvió como una espía del ejército liberal lo que le sirvió para estrechar una amistad con Díaz, que derivó en un mito no comprobado de que fueron amantes. Sin embargo, la tehuana nunca se casó, optó por su libertad, lo que no era bien visto por la sociedad de la época.

“Su vida tal vez sea clave para entender de qué eran capaces las mujeres. Si vas a una ciudad o estado aparecen como empresarias, gente influyente como Juana Cata, que era comerciante internacional y era la única a ese nivel. Construyó el ingenio más avanzado en el Istmo. Juntó influencia económica y quería serlo también en la política, pero lo hacía tras bambalinas porque no podía postularse”, describe Francie Chassen-López, autora del libro Mujer y Poder en el siglo XIX, la vida extraordinaria de Juana Catarina Romero, cacica de Tehuantepec.

Romero tenía visión para iniciar negocios. Se dio cuenta que el cultivo de caña no generaba suficientes utilidades, por lo que optó por viajar a Cuba con el fin de aprender la refinación e importar la maquinaria necesaria para hacerlo. Le gustaban los avances que permitían el progreso, por lo que nunca cesó en su esfuerzo por llevar la tecnología necesaria para el desarrollo.

“No aprendió a escribir y a leer hasta que tenía 27-30 años y aún así es una mujer que logra levantar un enorme negocio. Va a Europa a ver los textiles, levanta su industria agrícola, crea su ingenio, importa maquinaria de Alemania, le fascina la tecnología. Va a Cuba cuando quiere aprender bien el cultivo de la caña de azúcar. Entonces crea su ingenio y produce un aguardiente de excelente calidad, asegura Chassen López.

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La investigadora refiere que “me fascina cómo Juana Cata era tan inteligente, astuta como las tehuanas ya que aprendió a manejar a los hombres, a tener amistades con ellos. Tuvo palancas como Porfirio Díaz y sabía cómo echar mano de eso. Me impresiona cómo una mujer sin educación, aprendió a destacar en un mundo dominado por los hombres”.

Sin embargo, pese a su fuerza y poder en el Istmo de Tehuantepec, Romero no era una feminista, no tenía en su discurso la búsqueda de la igualdad, ni levantaba la voz para que las mujeres accedieran a cargos públicos, aunque en los hechos “ella hacía lo que quería”. No fue una amenaza hacia el patriarcado del Siglo XIX , pero sí una persona que fue parte de la construcción del país.

“Aguas con los mitos de las mujeres: les quitan capacidad, siempre buscan atribuir a la mujer que un hombre lo hizo, que Porfirio le dio su dinero y que Juana Cata no era capaz de hacer su fortuna ni su casa; eso no es cierto”, afirma Chassen-López.

“De todos modos, no siempre hay que buscar el poder en lo económico y político. Ella entendió que había otro capital: ayudaba con el agua, traía médicos si había epidemia, embellecía el zócalo, pagaba las escuelas para que todos los niños pudieran tener una buena educación, lo que se conoce como capital social. Eso sí, todo lo realizaba muy a la católica porque era muy devota. Su obra es impresionante”, resume contundente.

La inspiración para reivindicar a Juana Cata

Francie Chassen-López realiza investigaciones acerca de la vida nacional del Siglo XIX. A lo largo del tiempo, se ha dado cuenta de que las mujeres aparecen en periodos como la Independencia o la Revolución. Pero nada más, pareciera que fueron irrelevantes en el México de la Reforma y años posteriores.

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Francie Chassen-López, autora del libro Mujer y Poder en el siglo XIX, la vida extraordinaria de Juana Catarina Romero, cacica de Tehuantepec.

“Hice un libro acerca del papel de Oaxaca en la construcción nacional durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Benito Juárez, entonces, me surgió la pregunta: ¿Dónde están las mujeres? En los libros de historia casi no estaban. Habían en la Independencia como Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario, después de parecía que no había pasado nada, hasta la Revolución”, lamenta.

Con si libro sobre Juana Cata, Chassen López busca poner en el mapa que “la mujer era mucho más capaz de lo que piensa la gente. Hay que desterrar los mitos de que sólo la mujer es para la casa. Las mujeres de la clase popular siempre han tenido que trabajar. Hay muchas Juanas Catas por ahí. No necesariamente eran amigas del presidente de la República, pero se va a ver con investigaciones futuras qué la realidad es que ellas son claves para México.

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