El bailarín brasileño David Motta renuncia al ballet Bolshói
El bailarín brasileño David Motta se integrará al Ballet Estatal de Berlín. Foto: AFP / Mauro Pimentel

El día en que Rusia inició la invasión de Ucrania, el bailarín brasileño David Motta, solista principal del Bolshói, solo se hizo una pregunta: cómo dejar el país en el que había pasado la mitad de su corta vida y le había convertido en una promesa del ballet.

Desde ese fatídico 24 de febrero, este joven de 25 años ya ha firmado con el Staatsballett de Berlín, pero antes se da el gusto de actuar en casa, ante el público de Río de Janeiro, que lo verá este sábado como el príncipe Sigfrido en El lago de los cisnes, obra icónica nacida precisamente en el Bolshói de Moscú.

Motta explica serenamente cómo tomó la decisión más difícil de su vida, tras secarse el sudor al final del ensayo general en el Teatro Municipal.

“Ahora me siento más tranquilo. Todo eso me dejó un torbellino de emociones. Pasé días sin dormir, sin saber por dónde iba a volver a empezar”, explica Motta, todavía vestido con medias blancas y cuerpo de terciopelo con bordados dorados.

Aunque el brasileño fue uno de los primeros, todos los bailarines extranjeros del legendario ballet del Teatro Bolshói, en manos del gobierno ruso, acabaron dejando el país. 

Era obvio que tenía que salir en solidaridad con el pueblo ucraniano; la cuestión era cómo, explica el joven.

Ante el temor de un cierre de las fronteras, elaboró su ruta de fuga: reservó un primer vuelo de Moscú a Estambul y de ahí voló a Milán, antes de viajar a Brasil.

Aunque no se arrepiente, Motta lamenta que la guerra dejara a los artistas, cuya vocación es unir culturas y países, en una posición de fuego cruzado y castigara especialmente a los rusos, que fueron vetados en un sinfín de eventos en el extranjero, así como sus deportistas.

“Infelizmente los rusos son culpados por lo que una sola persona en el gobierno está haciendo”, agrega, en alusión al presidente Vladimir Putin.

“Jamás criticaré el país donde crecí y me enseñó tanto: lo llevo conmigo en el corazón”, añade Motta.

Natural de Cabo Frío, al norte de Rio de Janeiro, Motta descubrió a una edad temprana su pasión por el ballet y, tras destacar en un concurso internacional en Nueva York, consiguió una beca para la Academia del Bolshói sufragada por el Ministerio de Exteriores de Brasil.

Con solo 12 años, cambió las playas idílicas de su pequeña localidad por el frío de la capital de Rusia.

“Fui solo. Recuerdo cada momento: mi llegada al internado, era invierno, estaba todo blanco”, explica con cierta nostalgia sobre el país donde acabó teniendo una segunda familia.  

Motta se graduó en 2015, año en que ganó el primer premio en el Concurso de Jóvenes Bailarines de Rusia. Ascendió en las filas del Bolshói hasta el puesto de solista principal, solamente por debajo del primer bailarín, protagonizando clásicos como Don Quijote y El cascanueces.

“El ballet lo es todo para mí. Es el aire que respiro. Me acuesto y me despierto pensando en el ballet (…) En evolucionar y nunca parar”, confiesa.

En el estreno de este sábado, cuando se apaguen las luces y la orquesta empiece a tocar las primeras notas de El lago de los cisnes, Motta admite que sentirá una emoción especial por la presencia de sus padres.

“Para mi familia es la ocasión de verme bailar, después de todo el esfuerzo que se hizo para que me formara en el Bolshói. Poder mostrarles el fruto de mi trabajo no tiene precio”, explica este bailarín que solo actuará durante tres noches en el Teatro Municipal, antes de mudarse a finales de mes a Berlín. 

En el Staatsballett alemán entrará ya como bailarín principal, aunque todavía no sabe con qué obra debutará. En realidad, ni siquiera conoce la ciudad ni habla alemán. Pero eso no debería ser un problema para un brasileño que a los 12 años aprendió ruso a 11 mil kilómetros de su casa.

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