La reseña de ‘First Person Singular’ de Haruki Murakami: complacer al público cómodamente
La prosa del autor japonés sigue siendo muy popular, pero su nueva colección de cuentos es básicamente complaciente.
La prosa del autor japonés sigue siendo muy popular, pero su nueva colección de cuentos es básicamente complaciente.
Hacer una reseña de un libro de Haruki Murakami es hasta cierto punto un acto de redundancia. Cualquier cosa que el increíblemente popular escritor japonés saque, se venderá a montones, las reseñas sólo notifican a su multitud de admiradores que es hora de comprar un nuevo Murakami. Todo lo cual me hace abandonar mi renunciar natural de adentrarme en el libro de un septuagenario, Murakami nació en 1949, para publicar de antemano que su más reciente libro, First Person Singular, no es muy bueno. Para prueba de que una fecha de nacimiento de la década de los 40 no está relacionada necesariamente con mala escritura en los 2020, hay que leer Inside Story de Martin Amis.
El vigésimo segundo libro de Murakami es una colección de ocho cuentos, algunos de ellos más evidentemente ficticios que otros, todos narrados en primera persona por un escritor de edad, que en una de las historias se llama explícitamente Haruki Murakami. Entre los temas está la nostalgia, la música y la reminiscencia erótica. El libro tiene sus encantos y la persona suave y afable de Murakami complace a sus seguidores. Aunque sus novelas tienden a lo barroco y a lo fantástico, First Person Singular funciona mejor cuando Murakami no se complica y presenta historias que parecen memorias o recuerdos, amistades o aventuras de una noche de décadas pasadas. La segunda historia, muy disfrutable, On a Stone Pillow, habla de un adolescente que pasó la noche con una poeta que grita el nombre de otro hombre cuando se viene. Carnaval hace un recuento de una relación basada en la amistad que disfrutaba el narrador cuando tenía 50 años con la mujer “más fea” que hubiera conocido. Su nombre, por alguna razón es “F*.
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Charlie Parker Plays Bossa Nova empieza siendo prometedora, con el narrador analizando un cuento que publicó cuando era estudiante, que pretende revisar un álbum recién descubierto del gran músico de jazz. A la mitad, sin embargo, la metaficción da un giro algo tonto que si se le considerara una ganga borgiana sería darle mucho crédito. Lo peor está en Confessions of a Shinagawa Monkey, una historia infantil de un mono parlante que me hizo sentir que me estaban tratando como un tonto… “esperen un segundo, ¿qué hace por aquí un mono? ¿Y por qué está hablando en lenguaje humano?”. Esta historia se publicó primero en New Yorker lo cual sugiere que Murakami ni siquiera estaba esforzándose, pero ya no tiene que hacerlo. “¿Tema?” escribe a un editor imaginario. “No puedo decir que haya uno”.
La mayoría de las novelas más emocionantes de Murakami contienen crímenes de guerra, desviaciones sexuales y otros elementos siniestros, pero el tono aquí es de amabilidad de abuelo. Te deja con ganas de más, lo que sólo llega en la última historia e incluso entonces no es nada concluyente. La nostalgia de First Person Singular se deja sentir en situaciones como la de ver un juego de baseball en un estadio en Tokio y provocaría menos fricción si Murakami escribiera una mejor prosa. Una nota biográfica del autor nos informa que “Murakami escribe con disciplina admirable produciendo 10 páginas diarias”. Yo también lo admiraría si mis cuentas de banco se engrosaran al tiempo que se amontonan las palabras.
Viéndolo como lo que no es, lo que yo encuentro es una prosa floja y sin mucho corazón que es lo que yo he llegado a considerar la banalidad de Murakami. En ocasiones va hacia la introspección, pero la deja sin llegar a ninguna parte. Con frecuencia, ni siquiera se toma la molestia. Al enterarse de la muerte de un viejo amor, el narrador reflexiona: “No podía digerir el hecho de que ella había muerto y que ya no existía en este mundo. No estoy seguro de cómo expresarlo, parecía demasiado surreal”. En otra historia nos dicen: “No sé cómo expresarlo, pero me pareció importante”. A lo que el lector debería responder: ¡Esfuérzate más!
Son repeticiones que cansan, “como dije, ni siquiera recuerdo su nombre”, descalificaciones que no vienen al caso, “he escuchado que la época más feliz de la vida es cuando las canciones pop realmente nos dicen algo, nos llegan. Puede que sea cierto. O tal vez no. Las canciones pop son después de todo canciones pop” y declaraciones que te dejan ciego de tan obvias “supongo que fue entonces que me podías decir novelista, desde entonces”, concluye sobre la época en que escribió su primera novela.
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Para ser caricativos, podríamos atribuir todo esto a la última parte de la carrera de un muy querido contador de historias. El cínico en mi se pregunta si el estilo extrañamente cojo es una actuación calculada hecha con la idea de desarmarnos: el Murakami insípido que complace a las multitudes sin amenazas, el Forrest Gump de la literatura mundial.
Rob Doyles es escritor y su tercera novela, Threshold, está publicada en Bloomsbury Circus
First Person Singular de Haruki Murakami, con traducción al inglés de Philip Gabriel está publicada en Harvill Secker.