El mundo enfrenta una pandemia de violación de los derechos humanos por el Covid
Un peatón pasa junto a un mural que representa a una madre salvando a sus hijos de un mar de coronavirus, en Mumbai, India. Fotografía: Indranil Mukherjee / AFP / Getty Images

Desde el inicio de la pandemia de Covid-19 hace casi un año, se hizo claro que el mundo se enfrenta a más que una emergencia de salud pública. La crisis internacional más grande en generaciones rápidamente se convirtió en una crisis económica y social. Un año después, otro dato desolador se hace evidente: nuestro mundo se enfrenta a una pandemia de abusos de los derechos humanos.

El Covid-19 profundizó divisiones, vulnerabilidades y desigualdades preexistentes y provocó nuevas fracturas, incluyendo fallas en los derechos humanos. La pandemia reveló la interconexión de nuestra familia humana, y del espectro completo de los derechos humanos: civiles, culturales, económicos, políticos y sociales. Cuando cualquiera de estos derechos está bajo ataque, los demás se ponen en riesgo.

El virus ha crecido por la pobreza, discriminación, la destrucción del medio ambiente natural y otros errores humanos han creado enormes fragilidades en nuestras sociedades. Las vidas de miles de millones de familias se pusieron de cabeza, con pérdidas de empleo, deudas aplastantes y pronunciadas caídas de ingresos.

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Los trabajadores de primera línea, las personas con discapacidades, los adultos mayores, las mujeres y niñas, y las minorías han recibido los peores golpes. En cuestión de meses, el progreso en el genero ha retrocedido décadas. La mayoría de los trabajadores esenciales son mujeres, y en muchos países provienen de grupos racial y étnicamente marginalizados.

El incremento de la carga de los cuidados en casa recae sobre las mujeres. La violencia contra mujeres y niñas se ha disparado, desde acoso en línea hasta violencia doméstica, trata, explotación sexual y matrimonios infantiles.

La pobreza extrema va en aumento por primera vez en décadas. Los jóvenes sufren, fuera de las escuelas y con acceso limitado a la tecnología.

La última atrocidad moral es el fallo en asegurar la vacunación. Sólo diez países han administrado el 75% de todas las vacunas contra el Covid-19. Mientras tanto, más de 130 países no han recibido una sola dosis.

Si se permite que el virus se esparza como incendio forestal en partes del sur global, volverá a mutar una y otra vez. Las nuevas variantes pueden ser más contagiosas, más letales y potencialmente amenazadoras para la efectividad de las vacunas y diagnósticos actuales. Esto podría prolongar significativamente la pandemia, al permitir que el virus vuelva a plagar el norte global, y a retrasar la recuperación económica mundial.

El virus también ha infectado a los derechos políticos y civiles, y ha encogido aún más el espacio civil. Al usar la pandemia como pretexto, las autoridades de algunos países han desplegado duras respuestas de seguridad y medidas de emergencia para aplastar el disentimiento, criminalizar las libertades básicas, silenciar a los reporteros independientes y restringir las actividades de organizaciones no gubernamentales.

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Los defensores de los derechos humanos, periodistas, activistas políticos, e incluso profesionales de la medicina, han sido arrestados, juzgados y sujetos a la intimidación y vigilancia por criticar las respuestas de los gobiernos a la pandemia. Las restricciones vinculadas con la pandemia se han utilizado para subvertir procesos electorales y debilitar a las voces de la oposición.

En momentos, se ha ocultado información vital sobre el Covid-19, e incluso las personas en el poder han amplificado la desinformación.

Los extremistas, incluyendo a supremacistas blancos y neonazis, han explotado la pandemia para incrementar sus filas a través de la polarización social y la manipulación política y cultural.

La pandemia también ha complicado los esfuerzos para llegar a acuerdos de paz, al limitar la capacidad para conducir negociaciones, exacerbar las necesidades humanitarias y socavar el progreso en otros desafíos de derechos humanos relacionados con conflictos.

El Covid-19 también reforzó dos verdades fundamentales sobre los derechos humanos. Primero, las violaciones a los derechos humanos nos lastiman a todos. Y segundo, los derechos humanos son universales y nos protegen a todos.

Una respuesta efectiva a la pandemia debe basarse en la solidaridad y cooperación. Los enfoques divisivos, el autoritarismo y nacionalismo no tienen sentido contra una amenaza global. Con la luz de la pandemia sobre los derechos humanos, la recuperación ofrece una oportunidad de generar inercia para la transformación. Para tener éxito, nuestros enfoques deben tener un lente de derechos humanos.

Los objetivos de desarrollo sustentable (bajo los que subyacen los derechos humanos) proporcionan el marco para economías y sociedades más incluyentes y sustentables, sobre todo en cuanto a los cuidados de la salud imperativos para todos.

La recuperación también debe respetar los derechos de las futuras generaciones, al impulsar las acciones climáticas para alcanzar la neutralidad de carbono para 2050 y proteger la biodiversidad. Mi Call to Action for Human Rights describe el papel central de los derechos humanos en la respuesta a las crisis, la igualdad de género, la participación pública, la justicia climática y el desarrollo sustentable.

Este no es el momento para negar los derechos humanos, es el momento cuando, más que nunca, los derechos humanos son necesarios para navegar por la crisis de un modo que nos permita acercarnos a lograr el desarrollo incluyente y sustentable y la paz duradera.

Estamos en esto juntos. El virus amenaza a todos. Los derechos humanos levantan a todos. Al respetar los derechos humanos en una época de crisis, construiremos soluciones más efectivas y equitativas para la emergencia de hoy y la recuperación de mañana.

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Estoy convencido de que es posible, si tenemos determinación y trabajamos juntos.

António Guterres es secretario general de la ONU.

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