Tarcila Rivera Zea: de niña racializada a líder activista y símbolo de los quechuas
Tarcila Rivera Zea. Foto: UN Women/Ryan Brown

Tarcila Rivera Zea, una indígena quechua nacida en la comunidad de San Francisco de Pujas, en Ayacucho, Perú, se ha convertido en un símbolo de la lucha de los pueblos indígenas de todo el mundo.

Pero, como la inmensa mayoría de las mujeres indígenas en el continente, esta luchadora social tuvo un arranque duro en su vida. Para recibir una mejor educación, desde los 8 años tuvo que ejercer como empleada doméstica de su maestra de la primaria, quien la llevo a vivir con ella y su familia. Ella hacía las tareas domésticas y a cambio recibía ropa vieja y sobras de comida que quedaran en la mesa. No se le permitía comer en la misma mesa que la familia, con los mismos cubiertos, ni recibir visitas de sus compañeras de la escuela.

Su lengua materna es el quechua (una familia de idiomas andinos de la zona occidental de América del Sur que se extiende por siete países), pero para cuando llegó a Lima a casa de su maestra ya había logrado aprender más o menos el español por sí misma. Sus padres eran analfabetas y siempre la alentaron a aprender más, especialmente a raíz de la terrible experiencia en la que perdieron a su hermano recién nacido y no pudieron solicitar que se investigara su muerte porque no hablaban español.

En Lima fue víctima de discriminación por ser empleada doméstica, mujer e indígena. El trato que recibió la marcó y la acompañó durante mucho tiempo. Le provocó “una especie de rebeldía”, y un ansía por aprender a leer y escribir.

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En los 70, después de un duro proceso de selección—que le costó ganar por ser pobre, mujer e indígena—trabajó en el Ministerio de Cultura de Perú. Consiguió becas para estudiar en el extranjero, se unió al movimiento indígena y se ofreció como periodista voluntaria.

Su trabajo sobre las mujeres indígenas violadas durante los conflictos armados, le ganó invitaciones a estudiar especializaciones en derechos humanos en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya (Holanda) y en el Centro Internacional de Educación en Derechos Humanos en Charlottetown (Canadá).

“Ninguna de estas mujeres sabía que tenía derecho a denunciar la violencia que habían experimentado. Se había convertido en una parte normal de sus vidas… porque eran indígenas y mujeres”, dijo Rivera Zea a la ONU Mujeres en 2017.

En 1985, junto a Juanita del Rosal, funda CHIRAPAQ, centro de las culturas indígenas del Perú. Es una organización sin fines de lucro para la continuidad cultural a través de generaciones con un fuerte enfoque en derechos humanos. No podía hablar de cultura sin hablar de su gente, y su gente estaba siendo discriminada, atacada y asesinada. Las mujeres indígenas no solo necesitan las mismas oportunidades que todas las demás, necesitan oportunidades específicas para afirmar su identidad y tomar conciencia de sus propios derechos.

Hoy, después de más de 30 años de lucha por los derechos de indígenas y mujeres, Rivera Zea es presidenta de CHIRAPAQ, fundadora del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA), del Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI) y del Taller Permanente de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú. Formó parte del Comité Asesor Global de la Sociedad Civil de ONU Mujeres y fue nombrada miembro del Foro Permanente para Asuntos Indígenas de la ONU durante el período 2017-2019.

Además, Tarcila es integrante del Consejo de Administración del Fondo de Contribuciones Voluntarias para los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, del Grupo Iniciativa Indígena por la Paz liderado por Rigoberta Menchú, de la Comisión de Comercialización y Propiedad Intelectual del Movimiento Continental de Mujeres Indígenas y de la Comisión de Seguimiento del Pacto del Pedregal. Además es miembro del Consejo Directivo de la Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID) y del Comité Consultivo de la Mesa de Mujeres Parlamentarias Peruanas.

Su trabajo ha sido fundamental para los derechos de los más de 45 millones de indígenas en Latinoamérica, y sin duda un referente para las luchas de las poblaciones indígenas en más de 90 países.

“Yo nunca quise ser representante. Nunca fui consciente que hacía liderazgo. Solamente trataba de desarrollar las iniciativas que se me ocurrían porque respondían a un contexto de necesidad”.

La lección de Rivera Zea: soñar en grande y trabajar colectivamente.

Fuentes: CHIRAPAQ, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Nairobi Summit, Sacred Fire Foundation, Ford Foundation Visionaries Award, Entrevista (2020) UNESCO, In the words of Tarcila Rivera Zea (2017) UN Women, Líderes indígenas (2020) BBC Mundo.

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