Daniel Plácido, “ave fénix” que resurge tras estar preso injustamente
Foto Arte: Samantha Guerrero/La Lista

“El primer día que abrí los ojos aquí (en mi cama) sentí como si acabara de despertar de un mal sueño, de una pesadilla”, dice Daniel Plácido Arroyo, quien el pasado 2 de mayo fue absuelto y puesto en libertad luego de pasar ocho años y seis meses encarcelado por un delito que no cometió.

La casa de Daniel es acogedora: color amarillo con naranja –muy parecido al amanecer–, rodeada de plantas y cubierta por el cielo azul. Nada en ese entorno le recuerda a las paredes y pasillos de las prisiones federales a las que fue enviado, tanto en el Estado de México como en Nayarit.

Daniel pasó de ver los rostros de sus compañeros y amigos de celda, a sentarse a comer con su familia en su casa. Finalmente, volvió a abrazar a sus dos hijos. Ya no es llamado por el número de la carpeta de investigación que le fue impuesto por las autoridades, sino por su nombre. Por fin está libre…

“Es un proceso de adaptación, pero estoy disfrutando cada momento. Este ambiente, este entorno, era totalmente ajeno para mí hasta hace unos días. Volver a estar aquí es una dicha, es una bendición”, expresa en entrevista con La-Lista, mientras que con su mano y su mirada hace un breve recorrido a su espacio, de donde fue apartado hace casi nueve años para ser detenido, torturado y sentenciado injustamente.

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Daniel Plácido en su casa, tras ser absuelto y liberado. Foto: Melissa Galván/ La Lista

El 2 de mayo de 2024, Daniel Plácido Arroyo se convirtió en el primer caso del colectivo Haz Valer mi Libertad que obtuvo su liberación a través del recurso de revisión extraordinario “reconocimiento de inocencia”, que figura en el Código Nacional de Procedimientos Penales y por el cual se anuló su sentencia.

Tuvieron que pasar ocho años y medio para que la justicia le diera la razón a Daniel. Para ello, su hermana, Lady Plácido Arroyo, y su madre, Celia Arroyo, presionaron de todas las maneras posibles: se raparon, declararon dos huelgas de hambre, mantuvieron un plantón de casi un año y crearon Haz Valer mi Libertad, colectivo que adoptó a 17 familias que acusan a las autoridades de fabricar delitos a personas inocentes.

Tengo una familia que nunca se rindió. ¿Costó mucho trabajo? Sí. Incluso hubo represión por parte del gobierno, porque en su momento cuando este colectivo se empieza a encender a mí me trasladan hacia un centro federal (en Nayarit), que porque yo ponía en riesgo a la institución (…) Decían que yo era una persona ingobernable, que andaba con grupos de poder, incitando motines, pero esa mentira también se les cayó”, resalta el hombre de estatura baja y complexión media, mientras su rostro esboza una sonrisa incrédula.

Finalmente, la noche del 2 de mayo de 2024, Daniel Plácido salió del penal de Santiaguito, en Almoloya de Juárez, Estado de México, como un hombre libre e inocente.

Su familia lo esperaba afuera. Juntos, rompieron en llanto y se abrazaron. Habían roto los candados que los mantuvieron presos por casi nueve años. “Lo que está en juego ahí adentro no solo es la libertad de uno, sino de toda la familia. Uno es el que está preso allá, pero a veces la familia está más presa porque a cada instante están pensando: ¿cómo está mi familiar? ¿Ya comió? El sistema penitenciario es así”, lamenta.

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La madre y la hermana de Daniel crearon el colectivo Haz Valer mi Libertad para pelear por la liberación de él y otros 17 personas presos, que fueron encarcelados de manera injusta. Foto: Melissa Galván/La Lista

Cuando a Daniel le notificaron que quedaría libre, apenas le dio tiempo de despedirse de los amigos que hizo en el penal, amigos que, como él, fueron acusados de delitos que no cometieron.

Las autoridades penitenciarias lo mantuvieron en un área de resguardo, pues su liberación podría ocasionar la molestia de otras personas. Ahí, estuvo hasta que llegó la hora en que el penal le abrió las puertas a su libertad.

El día que me liberaron fue una emoción de alegría, de adrenalina muy, muy grande. Rompí en llanto porque prácticamente yo estaba muerto en vida ahí adentro, y de un momento a otro, como el ave fénix: vuelve a resurgir esa dicha de estar vivo nuevamente, de volver a nacer y de volverme a reincorporar, más que a la sociedad, a mi familia, de volver a decir: esta situación se terminó, esta pesadilla dejó de ser, dejó de robarme mi tranquilidad”, enfatiza.

Las características de un hombre común

El Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero –que se encargó de defender a Daniel Plácido luego de haber sido sentenciado a 65 años de prisión por el delito de secuestro– ha denunciado encarcelamientos injustos por casi 12 años.

En 2015, un testigo singular –de la tercera edad y presunta víctima de un secuestro– acusó al entonces joven Daniel, de 26 años, de ser su victimario. Dijo que lo “reconoció” por características físicas generales que cualquier hombre en México puede cumplir.

“Él (la presunta víctima) narró que me había reconocido por ser moreno y estar mugroso, dijo que (su victimario) era una persona de estatura baja, de cabello corto, cara redonda, nariz chata, labios medianos, y la barba, la barba era el principal señalamiento (…) No se podía sustentar una sentencia en el dicho de una persona que me vio, y así lo manifestó, solo un par de segundos, y que dio una descripción generalizada, porque mucha gente cumple con esas características”, cuenta Daniel.

En efecto, Daniel es de tez morena –igual que el 64% de la población mexicana, de acuerdo con estudios citados por la Cámara de Diputados– y estaba sucio de la ropa cuando fue detenido, pues se encontraba trabajando en su taller de herrería.

El 5 de noviembre de 2015, “un día normal”, hombres armados vestidos de negro descendieron de vehículos sin placas e irrumpieron en la casa-taller de Daniel. Con armas de alto poder le apuntaron mientras le decían que había una orden de aprehensión en su contra por el delito de secuestro.

“Todo fue confuso. ¿Por qué no se identificaron y dónde estaba dicha orden?”. No le dieron tiempo de hacer preguntas, los sujetos armados –que posteriormente supo que eran policías– lo sometieron, le cubrieron la cabeza con una tela negra y lo subieron a uno de los vehículos sin placas.

La detención arbitraria fue presenciada por un cliente de Daniel. El joven solo alcanzó a pedirle que, por favor, le avisara a su familia. El vehículo en el que lo trasladaron se detuvo repentinamente. Pero en lugar de entregarlo a la Fiscalía, los captores lo arrojaran a un cuarto.

En ese cuarto, a Daniel le mostraron fotografías de hombres que él no conocía. Los agentes le exigieron señalar quiénes eran sus cómplices. Él se negó y fue torturado. No iba a acusar a otro inocente. Luego fue enviado a prisión.

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Amigos de Daniel Plácido, dentro y fuera del penal, le hicieron dibujos como muestra de solidaridad con su causa. Cada uno representa una parte de su historia. Foto: Melissa Galván/ La Lista

Daniel Plácido es un hombre con características comunes, que tenía una vida normal. Se describe como una persona buena y de trabajo. Cuando fue detenido lo separaron de su esposa y sus dos hijos, uno de dos años y medio, y otro de apenas seis meses de edad. Hoy, el mayor de sus hijos tiene 11 años, y el menor nueve. Tras recuperar su libertad, Daniel se reunió con ellos.

El más pequeño le preguntaba insistente, sin dejar de abrazarlo, “¿ya no regresarás a ese lugar?”, mientras que el más grande corrió a abrazar a su abuela, Celia Arroyo, para agradecerle todo lo que hizo por su papá.

“Prácticamente mi rol de vida era levantarme temprano, irme al trabajo y regresar a mi casa a atender a mis hijos. A mí me gustan mucho los animales, en especial los perros, ese era mi hobby: salir a pasear a mis perros, pero lamentablemente, de un momento a otro, me ingresan a un ambiente desconocido para mí (…) Al día de hoy no sé por qué me pasó esto, creo que será una incógnita en mi vida”, responde.

Daniel no duda de la calidad de víctima del hombre que lo acusó, pero subraya que solo puede “meter las manos al fuego” por su inocencia. De eso es lo único que puede estar seguro.

‘Para salir hay una infinidad de candados’

Cuando Daniel Plácido fue detenido, en México todavía existía el sistema penal inquisitivo, en el que bastaba la autoincriminación para dictar una sentencia de culpabilidad. Faltaba poco para que, en 2016, entrara en vigor el nuevo sistema penal acusatorio con la intención de garantizar los derechos humanos de las personas acusadas, bajo la premisa: “todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario”.

En el caso de Daniel Plácido no hubo autoincriminación ni detención en flagrancia, así que las autoridades aplicaron un principio distinto: “primero te acusamos y encarcelamos, después demostramos si eres culpable”.

“Estar allá adentro causa mucha impotencia porque te das cuenta de que existe este tipo de injusticias, y que para entrar a estos lugares la puerta se abre en un par de segundos, pero para poder salir son infinidad de candados”, lamenta.

Cuando Daniel Plácido llegó a su primera audiencia dejó ver los golpes en todo su cuerpo, muestra visible de la tortura que sufrió al ser detenido. La jueza le pidió pruebas por escrito, las cuales le fueron entregadas por el parte médico del penal. Sin embargo, las rechazó, porque para poder validar la tortura Daniel tuvo que haberse incriminado, según lo que le explicó la impartidora de justicia. Así que fue vinculado a proceso.

La familia de Daniel recurrió en dos ocasiones a abogados particulares que, dice, no hicieron más que desfalcar a su familia y entorpecer el proceso. Uno de ellos les dijo que el caso era “pan comido”, que solo necesitaba 500 mil pesos. Aunque no pudieron pagar esa cantidad, ya habían “invertido” más dinero por su libertad. Y fue así que Daniel decidió quedarse sin abogados, por lo que el Instituto Federal de Defensoría Pública (IFDP) le asignó uno de oficio.

“Esta persona, lejos de ayudarme, me quería perjudicar porque me decía ‘tu situación ya está muy avanzada, tu delito es grave, te van a dar tanto (de cárcel), cuando entres a la audiencia necesito que te des por confeso’, él ya me estaba sentenciando aún cuando yo tenía medios de prueba de mi inocencia”, recrimina.

Por tercera ocasión, la familia Plácido Arroyo tuvo que recurrir a abogados particulares, que aunque hicieron más que los anteriores y lograron ingresar pruebas a su favor, “les faltó audacia y aferrarse a su libertad”.

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Daniel Plácido posa junto a la lona que su familia realizó cuando tenía cuatro años injustamente preso. Foto: Melissa Galván/La-Lista

Estando en prisión, Daniel Plácido aprendió dos cosas importantes: la primera, “que la libertad y la justicia es para quien puede pagar”; y la segunda, que nadie se iba a interesar tanto en su caso como él mismo, por lo que estudió su expediente y aprendió de leyes.

“Cuando llega la etapa de alegatos finales, era obvio que yo había demostraba mi inocencia, pero el juez determinó que las pruebas que yo presenté eran de coartada y solo desvirtuaban mi responsabilidad en los hechos. Sin medios científicos que corroboraran que cometí un delito, al juez le bastaba con el solo hecho de que un testigo singular me señaló, y por eso me condenó a 70 años. Prácticamente pasé de estar vivo a morir en vida”, dice.

Con lágrimas a punto de caer, Daniel recuerda ese día en el que esperaba recobrar su libertad, pero que pasó todo lo contrario. Su familia llevaba una mochila con sus pertenencias y desde el exterior le hacían señas de que lo recibirían afuera. Sin embargo, el panorama cambió inesperadamente.

Nadie esperaba la sentencia: 70 años. Daniel apeló la decisión del juez, pero fue en vano. Meses después le llegó la notificación que confirmaba la condena, con la única diferencia de que ahora pasaría 65 años en prisión. “¡Vaya! ¡Qué esperanza de vida!”, fue lo primero que pensó.

Ahora sí se sentía “en la lona”, y su panorama solo mejoró hasta que el Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero decidió tomar su caso. Gracias a este acompañamiento legal, Daniel logró demostrar su inocencia.

Pasaron casi 9 años para que Daniel Plácido pudiera volver a pisar las calles en las que creció, y que por poco no reconocía. En este tiempo, la colonia y el municipio en el que vivía se transformaron al igual que los rostros de sus hijos y su familia. Pero su casa era la misma… y el amor de las personas que ahí lo esperaban, también.

El Estado mexicano le debe una disculpa a Daniel Plácido y a su familia, son conscientes de ello, pero también consideran que no habrá reconocimiento o compensación monetaria que les repare el daño físico, psicológico, emocional y económico que causaron al privarlo de su libertad injustamente.

“La vida sigue. Tengo que tratar de nueva cuenta, porque tengo una familia y una responsabilidad con ellos. Entonces, lo más pronto posible quiero empezar a trabajar. Pero también voy a seguir luchando por estas personas que aún se encuentran privadas de su libertad injustamente. Y quiero disfrutar del día a día, no podemos anticiparnos a mañana”, expresa Daniel Plácido.

Pese a todas las injusticias que padeció, el hombre que inspiró una lucha por los injustamente presos planea seguir adelante y sin rencores. Hoy, lo único que planea es mirar al futuro y recuperar lo que alguna vez fue suyo. “No puedo decirle ‘te amo’ a mi hijo, cuando en mi corazón hay odio. A esas personas (que lo detuvieron), que Dios las bendiga”.

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Daniel Plácido logró demostrar su inocencia después de casi nueve años. Foto: Melissa Galván/La-Lista

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