No hay que dejar que los multimillonarios diseñen el futuro de la humanidad
En la imagen, el fundado de Amazon, Jeff Bezos. Foto: EFE/Michael Nelson/Archivo

El año pasado un grupo de inversionistas de criptomonedas compraron un crucero, Pacific Dawn, y lo renombraron MS Satoshi, como el supuesto creador de Bitcoin. Los inversionistas eran miembros de la comunidad “seasteading”, un movimiento experimental que busca crear ciudades flotantes autónomas en aguas internacionales. El multimillonario de Silicon Valley Peter Thiel, un autodenominado anarcocapitalista, es un impulsor principal del movimiento, el cual, como la colonización espacial, parece atraer el entusiasmo de un tipo específico de barón de la tecnología derechista y fantásticamente rico

El proyecto MS Satoshi fue un fracaso. Como un golpe importante al movimiento seasteading, el barco se vendió en partes en diciembre, después de que los dueños del barco no consiguieron seguro para su viaje hacia aguas internacionales (todavía tienen la esperanza de crear un desarrollo de lujo de departamentos como de ciencia ficción en la costa de Nueva Jersey). 

La saga destaca uno de los aspectos más preocupantes de lo que puede llamarse el movimiento futurista. La mayoría de las ideas convincentes y visibles sobre el mañana las conciben y desarrollan una pequeña mayoría de individuos ultraricos y compañías privadas. 

No es difícil ver el atractivo seductor de estas visiones del futuro. Renders digitales hermosos nos invitan a mundos resplandecientes y muy conceptuales, como el plan de Elon Musk y SpaceX de construir una colonia de domos de cristal en Marte, o el plan de Jeff Bezos de colonias espaciales flotantes. En la Tierra, Richard Branson con Virgin Hyperloop One trabaja con arquitectos importantes del mundo para producir imágenes espectaculares e inspiradoras de un mundo conectado con vehículos propulsados con vacío a 1,080 kilómetros por hora y cero emisiones. Uber, que imagina taxis voladores que llevan a los pasajeros de techo a techo, liberó 16 propuestas de “skysports” diseñadas por firmas de arquitectura prominentes. Bajo tierra, Boring Company de Musk promete tiempos más cortos de transporte, mientras nuestras casas están encantadas con Nest y Alexa. Como cualquier buena ideología, este futurismo privatizado afecta todo desde infraestructuras globales hasta electrodomésticos

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Este tipo de proyectos suelen usar imágenes fantásticas para inspirar la imaginación del público para construir consenso alrededor de estas visiones. Pero a diferencia de muchas de las propuestas sobre el futuro del pasado, que producían un “público” de académicos, artistas y agencias gubernamentales, compañías privadas de dueños multimillonarios son las que inventan el “futuro” de hoy. ¿Por qué les importa nuestra imaginación? ¿Qué está en juego cuando les compramos? ¿Qué significa que el futuro este privatizado?

Este tipo de especulación al final se trata sobre dictar políticas y propietarios. Si las compañías controlan la imagen del futuro, entonces controlan el mismo futuro, y pueden controlar la infraestructura. Las plataformas como Amazon Web Services, Facebook y Robinhood se han vuelto infraestructuras masivas que controlan grandes partes de nuestra economía y la esfera pública. 

Este no es un fenómeno nuevo. En la Feria Mundial de 1939, General Motors presentó Futurama, una “concepción artística” que delineó su visión para el mundo de 1960. Como Norman Bel Geddes, diseñador de GN, escribió sobre los planes: “Hay una obligación Federal para desarrollar los recursos del país de tierra, agua, energía y riqueza natural. Y no hay ni un solo uso más importante para estas obligaciones que el desarrollo de facilidades para la transportación nacional”. 

Al abogar sobre las inversiones del gobierno federal, y al construir consenso público con la ayuda de imágenes tomadas de artistas avant-garde como los Futuristas Italianos, GM contribuyó al consenso público que llevó al sistema de autopistas interestatales de 1956

Sin embargo, las ideas futuristas sobre rehacer la sociedad no siempre vienen de compañías privadas con intereses privados. En las décadas de los 60 y 70, hubieron muchas visiones del futuro de artistas, académicos y agencias públicas. Las propuestas tecnocráticas le dieron forma a muchas de las ideas contraculturales de la época. La marina de EU aprobó los planes de Buckminster Fuller para Triton City, un desarrollo de viviendas flotantes para 100,000 personas en Chesapeake Bay, y lo comisionó el Departamento de EU de Vivienda y Desarrollo Urbano. 

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Los futuros privatizados de hoy vienen directamente de las propuestas utópicas de esa era. El plan de colonización espacial de Bezos, Blue Origin, casi es una copia del trabajo de 1975 para la NASA del físico Gerard O’Neill. Sin embargo, las políticas son muy diferentes. Los ideales libertarios y tecnocráticos de Silicon Valley, que son una mutación curiosa de la contracultura de California, podrían extender los aspectos más oscuros del hipercapitalismo. SpaceX quiere llevar colonizadores a Marte con boletos de 500,000 dólares, con préstamos disponibles para los que se puede trabajar para cubrirlos. Dado el historial de trabajo de la industria tecnológica, eso suena terriblemente como trabajo forzado empaquetado como vida en el espacio (El MS Satoshi también es una moraleja de las ideas contra la realidad). 

Tenemos que visualizar futuros colectivos más orientados al público, unos en los que no solo el mercado dicte todo, desde las viviendas a la regulación ambiental a los derechos de los mineros. Como los futuristas de las décadas de los 60 y 70, ¿podemos pensar de maneras que sean increíblemente audaces y democráticas? Como mínimo, tenemos que intentarlo. 

Como las dificultades del movimiento seasteading de literalmente desamarrarse del sistema legal, parece que cada “nuevo mundo” contiene ADN del anterior. Las leyes europeas del uso de la tierra definieron a Estados Unidos, que se convirtió en la expansión por parte del gobierno en el oeste americano. Como alguien hoy tiene que definir el mañana, es crucial que no dejemos la imagen del futuro en las manos de los multimillonarios tecnológicos.

* Matt Shaw es del claustro académico del Instituto de Arquitectura del Sur de California.

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