Ale Higareda: La presión de estereotipos y estándares de belleza marca a las mujeres desde que nacemos
La autora de "Existir Suavecito" sostiene que la clave para enfrentar los estereotipos que afectan a las mujeres radica en reeducar nuestros conceptos de belleza y promover una visión más auténtica y diversa.
La autora de "Existir Suavecito" sostiene que la clave para enfrentar los estereotipos que afectan a las mujeres radica en reeducar nuestros conceptos de belleza y promover una visión más auténtica y diversa.
La noticia finalmente llegó: el bebé ha nacido. Es una niña. Familia y amigos se apresuran a conocerla, ansiosos por ser los primeros en verla. Desde las primeras visitas, la frase “ay, qué bonita está” resuena una y otra vez. Apenas llegó al mundo, todavía no habla, no camina, no sonríe y ya comienza a enfrentar los estereotipos de belleza.
No es una ficción, es una realidad y ese es solo el inicio. La periodista y activista Alejandra Higareda, conocida como “Malvestida”, destaca en entrevista con La-Lista que los estereotipos se imponen “desde el segundo uno que nacemos”. A medida que las mujeres crecen, las expectativas se multiplican: debe ser femenina, delicada, delgada, obediente y su comportamiento y vestimenta serán constantemente evaluados.
Hoy en día, estos prejuicios y comentarios son más visibles, lo que permite que poco a poco se eliminen del vocabulario cotidiano de la sociedad, ya que durante años han causado mucho daño.
Para enfrentar esta presión, es fundamental cuestionar y ampliar nuestros conceptos de belleza. Su “antiguía ilustrada” Existir Suavecito ofrece una perspectiva valiosa con reflexiones, entrevistas y ejercicios que buscan ayudar a las mujeres a reeducarse, a ver la belleza en la diversidad y a encontrar la autenticidad. Un camino hacia una conexión más amorosa y real con uno mismo.
¿Cómo pueden las mujeres enfrentar la presión de los estereotipos y los estándares de belleza que durante años causaron mucho daño?
Es algo muy fuerte porque está desde el segundo uno en que nacemos, es algo que está muy presente. Seguro has escuchado o dicho esa frase de: “Ay, está muy feita la bebé” o “Ay, qué bonita está”. La criatura acaba de nacer y ya estamos imponiendo todos estos estereotipos de belleza o de cómo debería de verse.
Debemos entender que estos son contextos culturales que la sociedad y el tiempo en el que estamos delimita “qué es lo bello, qué es lo atractivo, qué es mejor o qué es peor”. Lo pongo entre comillas porque al final son constructos sociales y, cuando lo ves desde afuera y con una mirada más integral, te das cuenta que esto ha ido cambiando a lo largo de la historia y va a seguir cambiando.
No se trata de que algo sea malo o bueno, tener un atributo o no tenerlo –sea bueno o malo–, es entender que hay belleza en esa diversidad y que, en la medida en la que tú seas capaz de reeducar tus conceptos sobre la belleza y de ampliarlos, más fácil va a ser ver la belleza en ti y más fácil va a ser ver la belleza en otras personas que se ven distintas a lo que es el estereotipo ideal.
Mientras tú más te permites esta apertura y esta reflexión, te empiezas a comunicar de una forma más amorosa con las personas que están a tu alrededor.
¿Cómo evolucionamos las mujeres cuando, en pleno siglo XXI, aún se nos exige la perfección?
El tema de los referentes es importante. Cuando tú de pronto conoces a alguien que está viviendo de una forma que a ti toda la vida te dijeron que no se podía, que las mujeres no podían o que solo algunas podían y otras no, empiezas a toparte con estos referentes que cuestionan eso y que deciden vivir de una forma muy auténtica. ¡Eso es inspirador! pues nos abre puertas para pensar que las cosas pueden ser distintas y que tú puedes realmente elegir otros caminos que no son tan evidentes, pero que al final te van a llevar a ser feliz.
Toca hacer un ejercicio muy fuerte y muy largo de introspección y de entender qué es lo que realmente quieres para ti en este momento de tu vida, porque esto igual puede cambiar con los años.
Es complejo, tampoco es que estos procesos de introspección sean fáciles porque al final estás cuestionando un sistema que todo el tiempo te está diciendo que quizás lo que estás eligiendo está mal y que la guía a la felicidad o la guía al éxito ya está trazada, que es una sola y es la que tienes que seguir.
También vemos que las mujeres son culpadas y revictimizadas, por ejemplo, en casos de feminicidios…
Es terrible porque lo más fuerte es que muchas veces esta revictimización o estas críticas surgen desde un aparente lugar de buenas intenciones, o de gente que dice: “Ah, es que es porque yo respeto a las mujeres como estos entes divinos y perfectos y las quiero cuidar”. Mucha gente no se da cuenta que dentro de esa visión paternalista y patriarcal también hay mucha violencia.
Siempre es responsabilizar a las mujeres de lo que ellas supuestamente provocan en los hombres, porque se han construido mitos alrededor de cómo son las mujeres y cómo son los hombres.
Todas estas ideas están conectadas de forma muy intrínseca, muy ancestral y toca irlas desmenuzando y cuestionando porque la historia no es estática, conforme avanzamos tenemos conocimiento de nuevas ideas, de nuevas maneras de entender el mundo que antes no estaban ahí necesariamente.
Además de la violencia en las calles está el acoso en redes sociales, donde los comentarios provocan miles de problemas e inseguridades.
Es un tema en sí mismo. Los discursos en redes sociales se han polarizado y se han vuelto, en muchos casos, terrenos muy hóstiles donde es difícil dialogar gracias al anonimato. La gente se atreve a decir muchas cosas que no le diría a alguien a la cara, hay un fenómeno de acoso en manada, cuando a la gente le parece divertido irse en bola contra una persona sin entender el impacto que esto tiene en la salud mental, física e, incluso, en el ámbito laboral.
Mucho de ese odio y de esa violencia viene de gente que le genera frustración que las personas no se apeguen a los conceptos de ellos, pues ya tienen en la mente cómo deben ser.
¿Cómo pueden las mujeres empoderarse para enfrentar este tipo de crisis y problemas que enfrentan en el día a día?
Lo primero es ser muy crítica, analítica y muy realistas. Entender que las mujeres no somos un ente homogéneo al que se nos atraviesan las mismas cosas y entender que hay mujeres que tenemos más privilegios que otras, que hay relaciones de poder que se construyen entre unas mujeres y otras no.
Entonces creo que hay que empezar por ahí, por hacer esta autocrítica y reflexionar: “Sí, increíble la sororidad, pero estoy teniendo una sororidad selectiva, un comportamiento que solo le beneficia a un grupo de mujeres que ya tienen muchos privilegios”. Empezar por ahí, si me doy cuenta que estoy perpetuando también estos sistemas de opresión hacia otras mujeres o, incluso, hacia otros hombres, en donde yo estoy en la ventaja de poder, empezar a cuestionar eso y a derribarlo.
La salud mental es un tema que solemos pasar por alto y muchas veces nos dejamos llevar por el síndrome del impostor, ¿cómo abordas este tema en Existir Suavecito?
El libro es un acompañamiento en estos momentos de duda, de crisis y de no sentirte bien. Lo primero es entender que es natural, que a veces te sientes así, vivimos en sistemas que son complejos, donde se atraviesan muchas opresiones, muchas exigencias, el deber ser.
Lo que busca es poner en un plano común que es natural sentirnos así, que no tenemos que estar al cien y vibrando altísimo todo el tiempo. Es un acompañamiento para que muchas de las cosas que quizás pensabas que solo te pasaban a ti, te des cuenta que no necesariamente son un problema individual sino un problema colectivo y sistémico, y que hay opciones para pensar más allá de esos dolores o de esas inseguridades, de ese síndrome del impostor.
Este libro es una “antiguía”, tampoco estamos diciéndole a nadie cómo tiene qué vivir, qué tiene que hacer, cómo sentirse bien todo el tiempo, más bien es siempre estar cuestionándonos y entender que somos personas cambiantes, que vamos a seguir cuestionándonos, cambiando, creciendo, incluso siendo a veces contradictorias en nuestras decisiones y pensamientos, así como qué herramientas podemos generar para acompañar esos procesos desde un lugar más empático y amoroso.