Escuela de pastoras en España busca restablecer el equilibrio en el campo
La ganadera y apicultora Pili Sebrango es una de las instructoras de la escuela. Fotografía: Asociación Española Contra la Despoblación

Hay caminos escarpados por toda España que se calcula son un total de 1% del territorio.  Tallados en la tierra desde hace siglos, los caminos de los rebaños del campo siempre han sido del dominio de hombres solitarios que llevan a sus animales hacia las verdes pasturas.

Existe ahora una iniciativa para cambiar esto con el lanzamiento de la primera escuela de pastoreo para mujeres. El propósito de la Escuela de pastoras del siglo XXI tiene dos caras: ofrecer a las mujeres capacitación para un oficio que siempre han dominado los hombres y al mismo tiempo tirar una línea de vida a las miles de ciudades españolas que empiezan a desaparecer del mapa.

“Hay otras escuelas de pastoreo a las que pueden ir las mujeres”, dice Susana Pacheco, la fuerza detrás de esta escuela que tiene su sede en la región del norte de Cantabria. “Pero la diferencia es que pensamos en esto desde la perspectiva de una mujer. Por eso es que estamos hablando de equilibrio entre vida y trabajo, creación de redes de apoyo mutuo y colaboración”.

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El proyecto se presentará bajo la insignia de la Asociación Española Contra la Despoblación, una organización nacional que trabaja para fomentar los prospectos de las zonas en los que la población se está desplomando.

El enfoque femenino de la escuela surgió por el hecho impactante de que son mucho más mujeres que hombres las que abandonan las zonas rurales dejando tras de sí una población que envejece, dice Lidia Díaz de la asociación. “Los pueblos se están masculinizando”, agrega. “Esto es un retroceso”.

Este es un escenario que se repite en todo España, en donde la población que habitaba en más de la mitad del territorio, se la ha comido la urbanización. Con la idea de evitar que mueran, los pueblos de España se pusieron creativos para atraer a posibles residentes con gangas para comprar tierras, niñeras e incluso solteros. Pocas de estas iniciativas, sin embargo, han sido planeadas sólo pensando en las mujeres.

El curso de pastoreo dura nueve meses con 500 horas de entrenamiento en línea y un fin de semana al mes de prácticas en las montañas y los valles profundos de Cantabria. A principios de este año se abrieron las inscripciones y ya llevan 265 solicitudes. “Es una grata sorpresa”, dijo Pacheco. “Queda claro que estamos cumpliendo una necesidad que existe en la sociedad”.

De todo España y hasta de las Islas Canarias, las mujeres detallaron sus razones para buscar la tranquilidad de la vida de granja. Lo hicieron mujeres cansadas del confinamiento y mujeres que lograron dar fin a relaciones de abuso.

La escuela se encuentra en proceso de seleccionar a las primeras 30 estudiantes que formarán parte de la primera generación, aunque todavía no se ha dado la fecha de inicio. Se ha dado inicio también a una ronda de llamadas al sector público y privado para que financien el costo del curso de 12 mil euros para cada estudiante.

Lo que se dará es un curso a pequeña escala, de trabajo de granja sustentable cuidadosamente dividido en 17 módulos. El curso mezclará tradiciones con milenios de antigüedad, como el uso de especies locales de ganado, hasta los últimos avances tecnológicos, como el uso de drones para rastrear al ganado mientras pasta.

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La búsqueda de equilibrio entre el trabajo y la vida es el hilo conductor del curso. Las mujeres pueden llevar a sus hijos a prácticas como las de apicultura, elaboración de queso y turismo sustentable, con el propósito de ayudar a las mujeres a diversificar sus ingresos.

Mientras continúan los planes de la escuela, el enfoque femenino ha despertado controversia. El mes pasado un miembro del partido Ciudadanos en el parlamento regional de Cantabria presentó una serie de preguntas escritas con relación al proyecto. La región ya realiza cursos “que no segregan por sexo”, subraya el partido.

Pacheco, la creadora de la escuela, respondió con un comentario sobre la situación demográfica que enfrenta la región, en donde hay 149 ancianos por cada 100 niños. “Si queremos un cambio generacional, las mujeres son fundamentales”, dijo.

Mientras los prospectos de trabajo sigan siendo mejores en las zonas urbanas, no va a haber esperanzas de revertir esta tendencia, dijo Pacheco. “Las mujeres siempre han trabajado en ambientes rurales pero casi siempre lo hacen con mucha intensidad y poco reconocimiento”, agregó. “Consideramos que esta escuela es un proyecto de transformación social, queremos empoderar a las mujeres y dignificar su trabajo.

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