¿Desde dónde escriben las mujeres que no tienen un cuarto propio?

Dahlia de la Cerda escribe Desde los zulos para las mujeres sin cuarto propio que teorizan cuando amamantan, venden tamales, lavan los trastes o perrean hasta abajo.

Si la pluma y el papel es un privilegio, Dahlia piensa en las mujeres que viven sin un cuarto propio pero que tienen grandes epifanías molcajeteando salsa, en sus jornadas de 12 horas al día o en el viaje en el camión hacia cualquier parte, porque las palabras son “el acto político de las desposeídas”.

La autora de Desde los zulos tiene una licenciatura en filosofía, pero su verdadera filosofía viene del barrio y la periferia, sin saltarse sus experiencias laborales en un call-center, un bar, una fábrica de dulces y de vender productos de Avon y ropa de segunda en un tianguis.

El título de su libro Desde los zulos tiene una historia. Sucedió cuando conoció a Itziar Ziga, periodista y activista feminista, y le firmó un ejemplar de Un zulo propio. Entonces, Dahlia le contó que el libro Devenir perra, de la misma autora, le hizo asumirse como feminista. Ese sería el principio de toda una serie de vivencias que hacen a Dahlia una feminista crítica que se cuestiona y renueva su posición política desde el aprendizaje y la experiencia.

Un zulo es “un agujero o un escondite o un recinto clandestino”, retoma Dahlia de una entrada de Wikipedia y también se nutre de autoras como Itziar Ziga, Gloria Anzaldúa Chela Sandoval y Audre Lorde para describir que Desde los zulos se escribe desde la marginación y la resistencia. No escribe desde la comodidad de un café en una zona nice, su camino como escritora siempre ha estado en “el borde del abismo”.

Tiene 38 años, escribe desde los barrios donde la violencia está normalizada en contextos de desigualdad y marginación. Ella es una morra y no una niña, fue a una escuela de monjas en la que su madre veía un símbolo de progreso y garantía, pero ahí era considerada por el resto como “la gata”, “la naca” o “la corriente”. Para ella, eso era una experiencia de “socialización femenina blanqueada/blanca” mientras ella reconoce que pertenecía a otra parte.

La forma de teorizar de Dahlia viene de la experiencia. No lee recetas, pero sí teoriza sobre la desigualdad y el privilegio a través de la preparación de una sopa de fideo en casa.

Cuando entraba en la adolescencia, la mamá de su amiga Ivonne les dejaba a las dos 20 pesos para comer cuando ella salía a trabajar los fines de semana. Eso alcanzaba para una sopa de pasta y un cuadrito de consomate. Pensar en el privilegio, dice Dahlia, es usar jitomate, cebolla y ajo para una sopa. Pensar en el privilegio es si le pones caldo de pollo o si alguien más te la cocina. Pero la autora va aún más lejos, exalta las ideas de las mujeres desde los zulos, las que se la rifan y hacen frente al racismo, la precariedad. También denuncia: “Si teorizamos desde los privilegios de clase y raza, proponemos agendas que reproducen sistemas de opresión, como el racismo y el clasismo”.

Así, llama a reconocer las voces y la agenda de las mujeres desde los zulos, a las que nada resuelve el feminismo si no volteamos la mirada hacia ellas y les somos útiles.

Desde los zulos está escrito con la tinta de la existencia de una mujer que expone su historia, los temas de salud que le aquejan el cuerpo, del feminicidio de una prima, la muerte de una mujer mejor amiga, la muerte de un gato y las condiciones de una familia disfuncional precarizada con sus ausencias y sus luchas. Si Dahlia pensó muchas veces que no podría ser escritora, se curó de ello: escribiendo.

A Dahlia de la Cerda le gustaría que en esta parte de la lectura, acompañaran las letras con la canción Mariposa de barrio de Jenni Rivera porque describe lo que siente con sus letras publicadas.

La oriunda de los zulos de Aguascalientes promete hablar de su salud mental y lo cumple. Su personalidad incendiaria es tan grande como su depresión y su responsabilidad para hacerse cargo. El autocuidado también es hacer feminismo aunque sea desde los lugares más obscuros.

Es crítica, expone y debate discursivamente de lo que vive, siente y piensa. No romantiza la precariedad y aunque hablar de pobreza siempre implica estar hablando de dinero, reconoce que la estabilidad económica le está dando la posibilidad de abandonar los lugares donde ya no quería estar. Puede parecer una traidora de los zulos que habitó, pero esa clase de pertenencia también es una imposición de Dahlia para Dahlia y de las personas que la juzgan por el lugar y condiciones en las que habita en la actualidad.

Desde los zulos cuenta la experiencia de Dahlia como feminista y en el feminismo. Se embarcó en el movimiento pero de manera personal quiso una misión y un objetivo, así se convirtió en acompañante de abortos. Cuestiona, teoriza y argumenta, se enfrenta y toma decisiones sobre su feminismo, como: Con el feminismo todo, con las feministas nada.