Reconstrucción mamaria: camino para sanar heridas emocionales
El cáncer de mama deja una huella imborrable en quienes lo padecen, pero la reconstrucción mamaria ofrece a muchas mujeres la posibilidad de hacer las paces con su proceso.
El cáncer de mama deja una huella imborrable en quienes lo padecen, pero la reconstrucción mamaria ofrece a muchas mujeres la posibilidad de hacer las paces con su proceso.
Un seno perdido que “se llevó la feminidad y la belleza”. Una cicatriz que evoca al mismo tiempo “fortaleza y enfermedad”. Y la ausencia en el pecho que desata el llanto y la sensación de estar “a medias”. Así entendían Nurit de los Reyes, Ana Jacobo y Guadalupe Reyes su cuerpo después del cáncer de mama.
Entre 2018 y 2019, estas tres mujeres fueron diagnosticadas y sometidas a una mastectomía para sobrevivir.
El cáncer se fue gracias al tratamiento, pero también dejó una etapa en la que las sobrevivientes se debatieron entre la dicha y el dolor. Por un lado, estaban vivas; pero por el otro, “una carencia” les impedía ser quienes habían sido.
La tres soñaban con conservar intactos sus senos, pero las y los médicos les recordaron que en sus casos la cirugía de extracción era pieza clave para vencer al cáncer y evitar que volviera.
El seno extirpado se convirtió en un recordatorio de la etapa más gris de su vida y esconder la pérdida se volvió una prioridad en su rutina, al menos hasta que tuvieron la posibilidad de reconstruir su mama.
En México, cada año se registran cerca de 30 mil nuevos casos de cáncer de mama, que pueden derivar en una mastectomía, cirugía en la que extirpan uno o ambos senos, así como los ganglios linfáticos, con el objetivo de frenar el crecimiento de un tumor maligno.
Reconstruir la mama después de una mastectomía puede llegar a costar desde 100 mil hasta 400 mil pesos, dependiendo del hospital, la técnica y los honorarios de los especialistas que participen.
Hasta el primer trimestre de este 2024, el seguro social de pacientes mastectomizadas no cubría una reconstrucción mamaria por considerarla un mero procedimiento estético. Sin embargo, este mes de mayo el “Seguro de enfermedades y maternidad” del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) fue reformado, de modo que ya existe esta prestación.
Nurit, Ana María y Guadalupe no podrían haber costeado el procedimiento de manera particular, y fueron subsidiadas por la Secretaría de Salud del gobierno de la Ciudad de México y organizaciones no gubernamentales.
Las tres afirman que la reconstrucción mamaria les ha traído beneficios incalculables a sus vidas. Te contamos sus historias:
‘¿Por qué a este precio?‘
Ana María Jacobo se sentía “como una desagradecida” cuando su cáncer entró en remisión. La capitalina, de ahora 41 años, extrañaba la antigua versión de sí misma, la que era antes del diagnóstico, y rompía en llanto cuando salía de casa sin la prótesis de gomaespuma que disimulaba su operación.
“Tengo una vida acelerada, a veces salía corriendo y de repente decía ‘ay, no traigo la chichi’. Y eso me desmoronaba”, confiesa.
Ana María es una mujer que no dimensionó el costó de perder un seno. Cuando le dieron la noticia no le preocupaba particularmente, pero conforme pasaban los meses se fue dando cuenta de que quizá nunca podría acostumbrarse.
“No es sencillo y en mi caso afectó principalmente la intimidad con mi esposo. Tengo un buen compañero, un buen esposo, pero para mí fue muy difícil verme sin mi pecho cuando yo más sentía que ‘debía ser mujer’”, recuerda.
Ana intentó adaptarse al uso de la prótesis, pero se le cayó en varias ocasiones y la hizo pasar momentos vergonzosos, a tal grado que terminó por cuestionar el costó que pagó por librarse del cáncer.
“¿Por qué a este precio?, me repetía. Y de inmediato pensaba en lo malagradecida que estaba siendo con la vida. Pero a mí sí me hacía falta esta parte para sentirme completa, entera. Este nivel de inseguridad que te provoca no tener un pecho te rebasa”, explica.
Cinco años pasaron para que Ana pudiera reconstruirse la mama. El no tener seguridad social paradójicamente le ayudó y fue seleccionada en el Hospital General “Rubén Leñero” como candidata a la cirugía con tejido autógeno; es decir, aquella que sustituye el implante con piel y grasa de la espalda, el abdomen o alguna otra parte del cuerpo.
Su procedimiento se llevó a cabo de manera totalmente gratuita porque la Secretaría de Salud de la Ciudad de México mantiene en dicho hospital un programa permanente que ayuda a mujeres en la misma situación que Ana Jacobo.
A unos meses de la cirugía, Ana ha vuelto a encontrarse con su yo del pasado y ha recuperado la confianza que perdió.
“Para mí es un regalo increíble hasta verme mi ropa, porque muchas veces dije ‘esto nunca lo voy a volver a usar’. Esa sensación de ponerme mi traje de baño me hace sentir soñada. Noté un cambio brutal en mi autoestima y en mi vida de pareja. La confianza que me ha brindado esta cirugía es sorprendente”, concluye.
‘Les pedí que taparan los espejos’
Guadalupe Reyes descubrió que tenía cáncer por un golpe que recibió en una tienda departamental. Ese momento fortuito provocó una inflamación en su seno derecho, que unos días después se revelaría como un tumor maligno.
Su diagnóstico lo recibió en septiembre del 2019 en la Fundación del Cáncer de Mama (Fucam) y en octubre entró a quirófano para que le retiraran el tejido mamario, los ganglios linfáticos y un pedazo del esternón, pues el carcinoma también se había adherido al hueso.
Lupita, como la conocen sus seres queridos, perdió su seno derecho y la movilidad del brazo en una sola cirugía. Despertar de esa anestesia dolió más que cualquier herida que hubiera padecido previamente; sin embargo, entender su proceso de sanación y sortear la quimioterapia fue lo peor.
“No quería verme en el espejo del baño. Me daba pena, porque esa no era yo. No era lo que estaba ahí. Sentir que no tenía mi seno me hacía sentir incompleta. No quería agachar la mirada y encontrar el vacío, así que le pedí a mis hijos que taparon todos los espejos de la casa”, recuerda.
La mujer de 44 años hoy celebra estar con vida, pero reconoce que esa época fue sombría. No tener un seno la orilló a evitar las relaciones humanas y solo el coaching y la reconstrucción mamaria le permitieron “reconocerse nuevamente como mujer”.
El proceso fue gradual, pero le hizo notar que un seno no la define. “Yo no soy un seno, soy una mujer que está viva, para sus hijos, para su familia. Y ahora me reconozco y amo lo que veo en el espejo”, apunta.
Guadalupe Reyes se atendió contra el cáncer de manera totalmente gratuita en Fucam, gracias al convenio que mantenía esta organización no gubernamental con el Seguro Popular; sin embargo, la reconstrucción corrió por su parte cuando el gobierno federal de este sexenio desmanteló dicha política de colaboración.
Fucam subsidió a Lupita y le cobró una cifra aproximada de 40 mil pesos para acceder al implante mamario, pero según su perspectiva cada centavo valió la pena, ya que incluyó dos cirugías, las citas mensuales para expandir la piel hasta el tamaño deseado y sobre todo su paz mental.
Junto a sus dos hijos, Guadalupe recaudó fondos entre la familia y los amigos y tituló este esfuerzo como “Lupetón”. Solo gracias al trabajo de Fucam y la solidaridad de los suyos los implantes se volvieron una realidad.
En remisión y con la cabeza más fría, Guadalupe Reyes decidió dar la bienvenida a las nuevas cicatrices de su cuerpo y con un tatuaje del lazo rosa, que se utiliza universalmente para crear conciencia sobre el cáncer de mama, selló esta etapa.
¿Clamar y crecer?
Nurit de los Reyes le clamó a Dios por su seno siete días antes de la mastectomía a la que se sometió. En julio de 2019, le diagnosticaron en Fucam cáncer de mama y como no hallaba respuestas a lo que le estaba ocurriendo decidió refugiarse en la religión.
Encerrada en su cuarto y mirando a la ventana, entendió que debía abrazar lo que viniera, seguir las instrucciones médicas y mantener la mejor actitud posible. Pero, esta determinación no fue suficiente para no extrañar una parte de su cuerpo que le fue extirpada casi sin previo aviso.
Nurit y su esposo compraron una prótesis mamaria para que ella pudiera adaptarse a la nueva situación, pero siempre implicó demasiados cuidados y la mantuvo alerta, debido a que en cualquier momento podía moverse o resbalarse hacia donde era mucho más visible.
“Me sentí muy angustiada de que no tenía mi seno. Usaba una prótesis para no sentir que me hacía falta algo, pero la prótesis no es fija y me daba miedo que se me cayera o moviera mientras iba caminando. Ir a las fiestas era sufrir en lugar de disfrutar y el autoestima me cambió bastante”, declara.
Nurit, a diferencia de Lupita y Ana María, pudo abrazar su cicatriz y rendirle un homenaje antes de decirle adiós, pero nunca se permitió salir a la calle sin la prótesis, porque significaba atraer la mirada de los curiosos.
En Fucam venció la lucha contra el cáncer, pero descartó solicitar la reconstrucción porque el presupuesto se salía de sus manos. Cuando menos lo esperaba, conoció la convocatoria del hospital Rubén Leñero, en el que atienden a mujeres sin seguridad social, y allí “no solo reconstruyeron su seno, sino también su autoestima”.
El programa de atención que ofrecen evaluó un cuadro de anemia grave que padeció Nurit (a consecuencia de las quimioterapias), la estabilizó y la preparó para concretar la reconstrucción mamaria. Así, el nuevo seno llegó acompañado de una Nurit renovada, esperanzada y agradecida con la segunda oportunidad que le dio la vida.