El estudiante del IPN que ayuda a las familias de Zacatecas con árboles y despensas
Foto: Cortesía Jaime Espinosa

Jaime Espinosa de 23 años de edad es originario de Fresnillo, Zacatecas. Recuerda que desde que cursaba la primaria le llamaba la atención los programas de ciencia y naturaleza transmitidos por el Canal 11, que lo convencía de estudiar en el Instituto Politécnico Nacional (IPN).

A este interés nato se le sumó su contacto cercano con los caminos rurales y los sembradíos cada vez que acompañaba a su familia dedicada a la agricultura. Su interés por conocer más sobre esas materias lo llevó a participar en congresos y a realizar una estancia, mientras era estudiante de preparatoria, en el Cinvestav (Centro de Investigación y de Estudios Avanzados) del IPN, Guanajuato, enfocado en lo ambiental.

“Todo apuntaba a que era el camino que debía seguir”, dice Espinosa. Su proyecto final debía enfocarse en resolver una problemática social, económica o ambiental de la región donde vivían. Jaime explica que en Zacatecas los suelos se erosionan debido a la agricultura intensiva de la zona.

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Investigó y con ayuda de sus profesores planteó un biofertilizante que no podía quedarse solo en el papel, sino que lo materializó. Lo que le llevó a ganar por primera vez el Premio Estatal de la Juventud, en la categoría al Mérito Campesino. “Pero yo soy de la idea de que se debe seguir trabajando en lo académico y social para poner un granito de arena en el municipio, en el estado y en México”.

‘Yo soy como un médico, pero en lugar de curar personas, curo al planeta’

A su comunidad llegó la universidad del IPN justo cuando llegó él debía elegir carrera. “Pensé, la trajeron para mí”, recuerda. Dentro de su oferta educativa estaba Ingeniería Ambiental, carrera encargada de utilizar ciencias como química, biología y matemáticas para resolver problemáticas ambientales como la contaminación de aire, suelo, agua y el  manejo integral de los recursos y residuos, “soy como un médico, pero en lugar de curar personas, curo al planeta”, dice.

Una de sus recetas fue empezar con varios amigos, desde hace seis años, con las campañas de reforestación con plantas endémicas. Sin embargo, esta labor ambiental tuvo que cambiar para volverse social a raíz de la pandemia, con el programa Árboles por Alimento, en el que se intercambian árboles por productos alimenticios y donarlos a las familias afectadas por Covid-19.

Al principio solo tenían 60 árboles con el que contemplaban pedir un kilo de arroz o dos latas de atún y ayudar a su colonia, pero la comunidad reaccionó muy bien llevando más productos y otros sin llevarse el árbol. El gobierno donó más de 250 árboles para mantener la iniciativa y llegara a más familias, que ya suman más de 500 en ocho municipios de Zacatecas.

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Foto: Cortesía Jaime Espinosa/ Angélica Escobar La-Lista

“No tenía aspiraciones de que fuera un proyecto grande, pero si eso pasó aquí, también en el municipio, en el estado y en todo el país”, asegura. Esta idea se replicó otros municipios de estados como Aguascalientes, Sonora y Durango.

Pero con el invierno ya no podían reforestar, sin embargo, la ayuda no podía quedarse en pausa por lo que hicieron un acopio de prendas de invierno y cobijas para personas en condiciones vulnerables.

Toda su labor lo hizo acreedor a ganar por segunda ocasión el Premio Estatal de la Juventud, ahora en una nueva categoría: Medio Ambiente. Y aunque no sabía que podría volver a recibir el premio, lo que llena de felicidad es “cuando la gente te abraza y te dice gracias, el cariño es lo más importante”, dice. 

Ahora con la llegada de la primavera reinvertirá el incentivo económico recibido del premio para continuar con el proyecto y superar la meta planteada de mil familias beneficiadas. También espera que otros repliquen estas ideas en más estados para ayudar a más personas. “Los invitaría a ser parte de la solución y no del problema y la queja”, dice. 

Cortesía: Jaime Espinosa

Invita a que la comunidad del IPN lleve de la academia a la realidad su lema: La técnica al servicio de la patria. Espera que en un año concluya sus estudios universitarios para continuar con sus planes de maestría y doctorado enfocado en el medio ambiente.

“Cuando uno hace trabajo de campo se da cuenta que las realidades son más fuertes de lo que uno se imagina. Este año cambió mi vida porque me sensibilizó y me dejó ver que cuando haces las cosas con pasión ni una lluvia de meteoritos ni una pandemia te para”.

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