Niños y niñas influencers: trabajo sin regulación y de riesgo para la salud mental 
El contenido en redes sociales se ha convertido en una nueva forma de trabajo infantil. Foto: Majo Vázquez/La-Lista

“Hola, amiguitos. Hoy me van a acompañar a hacer mi tarea”, dice una niña de entre seis y siete años en un video publicado en su cuenta de Instagram, que tiene más de 146 mil seguidores y la cual es manejada por su mamá, según se lee en la descripción. 

La cuenta de esta menor de edad tiene más de mil publicaciones, entre fotos y videos en los que muestra su día a día, sus alimentos, paseos, juguetes, pasatiempos y colaboraciones con marcas, negocios o hasta portadas de revista.

El contenido que genera para sus redes sociales evidentemente tiene un beneficio económico, como el de cualquier otro influencer adulto, pero precisamente ese factor y las horas invertidas en grabaciones o sesiones de fotos, así como los compromisos legales con ciertas empresas, convierten este tipo de actividad en un trabajo, que muchas veces quiere presentarse como “hobby”.

Especialistas en los derechos por la infancia aseguran que las y los menores de edad tienen derecho a expresar lo que piensan en diversas plataformas y foros; sin embargo, advierten que si su presencia en las redes sociales está sujeta a un contrato o un intercambio comercial deben encenderse las alertas en torno al tema.

“Si su contenido se trata simplemente de una actividad que forma parte de la libre expresión o de la participación en la vida cultural de su comunidad, adelante, esto es positivo. Pero si pudiéramos ver que hay intereses económicos o hasta políticos (en el caso de las elecciones), y que hay marcas beneficiándose de ese contenido, entonces puede representar algún tipo de explotación”, dice a La-Lista Tania Ramírez, directora de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).

Por su parte, Juan Martín Pérez García, coordinador de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe, coincide en que niños y niñas tienen derecho a acceder a internet y a la libre expresión de sus ideas, que en este caso puede ser a través de la generación de contenidos en las plataformas digitales, pero pide prestar atención a las condiciones en que esto ocurre.  

“No podemos perder de vista que a nivel internacional los que más ingresos están generando en las plataformas son niños y personas jóvenes. Incluso, hace unos años YouTube dio a conocer que el principal influencer a nivel global, y quien más dinero recibía, era un adolescente de entre 12 y 13 años. Lo que se tiene que revisar aquí es que los derechos de las infancias no se vulneren, y mucho menos su salud mental”, expresa. 

Un estudio publicado en diciembre de 2023 por la Universidad de Pisa, en Italia, refiere que las experiencias en línea de niños y adolescentes se monetizan en gran medida a través de ingresos publicitarios

La investigación encontró que los ingresos obtenidos por niños de cero a 12 años provinieron principalmente de YouTube (959.1 millones de dólares), seguido de Instagram (801.1 mdd) y Facebook (137.2 mdd); mientras que en los jóvenes de 13 a 17 años, los mayores ingresos se generaron en Instagram (4 mil millones), TikTok (2 mil millones) y YouTube (1.2 mil millones).

En México, Facebook, Instagram, TikTok y Youtube establecen en sus políticas de uso que la edad mínima para abrir una cuenta es de 13 años, pero para monetizar sus contenidos necesitan ser mayores de edad, por lo que el rédito económico puede venir directamente de las marcas con las que trabajan o al ser administrados por sus padres o tutores. 

Siempre hay una persona adulta implicada en el contenido que sube un infante, tanto para la creación de una cuenta como para la monetización, pues se requiere de una cuenta de banco, o si hay una campaña publicitaria los contratos se cierran entre personas adultas”, señala Daniela Castillo, profesora e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) unidad Xochimilco. 

La investigadora resalta que esta nueva forma de trabajo infantil está en una zona gris, porque, a diferencia de otros trabajos o medios tradicionales de entretenimiento, no hay un contrato o ley que regule las horas que un menor de edad puede trabajar generando contenido en redes sociales ni el tipo de exposición a la que se pueden enfrentar. 

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En México se ha vuelto común ver cuentas de niños dedicados a la creación de contenido para redes sociales. Foto: Especial

Así, estas infancias influencers se estarían sumando a las estadísticas de trabajo infantil en México. Hasta 2022, en el país había 3.7 millones de personas de entre cinco y 17 años en situación laboral, es decir, el 13.1% de la población menor de edad, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI, 2022) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Si bien no existe una cifra oficial sobre la cantidad de víctimas de explotación laboral infantil en México, las estadísticas muestran que el 51.8% de la población de cinco a 17 años ocupada (1.2 millones) realiza un trabajo peligroso, como los de la construcción, el sector agropecuario o aquellos que se llevan a cabo en bares.

Estamos habituados a pensar que el trabajo infantil se da solo en sectores más pobres, o que al menos ahí están los trabajos riesgosos, y no pensamos tanto en que esta condición de vida también se puede dar en otros sectores e impactar a otro tipo de infancias”, indica Tania Ramírez. 

Para Juan Martín Pérez, la industria del entretenimiento –tanto en medios tradicionales como en redes sociales– ha involucrado por décadas a niños y niñas que en su mayoría pertenecen a clases sociales más altas, sin que eso los exente de ser víctimas de explotación laboral. De hecho, menciona que el caso de los abusos a niños actores de Nickelodeon o a la cantante Britney Spears son muestra de ello. 

La industria del entretenimiento en general ha sido permisiva a la explotación de niños y niñas. El tema es que como se da en un segmento económico alto no se hace tan visible, y por supuesto, por el alto nivel económico y el poder político nunca se toca a los responsables”, lamenta. 

Sin embargo, se ha documentado que la explotación puede venir desde de la propia familia del menor. En 2021, Aracely Ordaz, conocida como “Gomita”, denunció públicamente a su padre, Alfredo Ordaz, por explotación laboral y violencia física y psicológica. De acuerdo con la ahora influencer mexicana, los abusos comenzaron desde que era una niña, cuando trabajaba como payasita de un circo junto a uno de sus hermanos.

“Gomita” ha declarado en diferentes entrevistas que su padre los sometía a largas jornadas de trabajo, bajo estrictas normas y sin percibir un solo peso. En 2010, Aracely se alejó de los circos para incursionar al mundo del entretenimiento en un canal de televisión. Tenía solo 15 años de edad y quien fungió como su manager fue su padre.

En su paso por la televisión –que duró por lo menos seis años– Aracely no percibió los ingresos de su trabajo. La única “paga” que le daba su papá fueron las cirugías a las que la joven se sometió al verse expuesta mediáticamente.

Me pagaba cirugías, pero yo era su producto y claro que me iba a pagar 3 mil, 4 mil, 5 mil con tal de que me siguiera viendo buena para yo generarle eso al público”, declaró “Gomita” en un podcast. “La realidad es que fui explotada y violentada”, agregó.

El tiempo que toma generar contenido para redes sociales varía según el tema y formato. Pero grabar un sólo video puede requerir de una hora o más, y a esto se suma el tiempo de preparación, edición y publicación. 

De acuerdo con la Ley Federal del Trabajo, la jornada laboral de adolescentes de 16 años no puede pasar de seis horas diarias, y debe dividirse en periodos máximos de tres horas. En este sentido, la Redim estima que 578 mil niñas, niños y adolescentes en el país laboran en horarios prolongados que violan lo estipulado en la ley.

¿El trabajo soñado?

Un influencer es aquella persona que destaca en redes sociales y ejerce “influencia” sobre otros. Esta figura o nueva forma de trabajo se remonta al 2010, época que coincidió con el nacimiento de la generación Alfa y que según las expertas es natural para los principales consumidores de internet.

“Los niños y niñas que hoy no pasan de los 14 años son activos digitales desde su nacimiento. Es decir, esta generación está muy enmarcada en el internet y en las redes sociales porque sus padres también lo consumían en determinado momento, entonces consumir contenido de influencers se volvió parte de su vida cotidiana”, explica Daniela Castillo.

En este sentido, la investigadora e integrante del Departamento de Relaciones Sociales de la UAM puntualiza que hoy en día la mayoría de los niños tiene aspiraciones distintas a las que las personas de la generación millennial podían tener. Y por ejemplo, precisa, las y los niños ya no sueñan con ser policías, médicos o presidentes, sino influencers.

“Ahora los niños quieren ser influencers porque son conscientes de que es un medio que los puede llevar a tener un estilo de vida ostentoso, sin dimensionar realmente las consecuencias mediáticas que puede traer su exposición ni los alcances monetarios”, dice Castillo. 

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El contenido generado por niños y adolescentes es el más redituable para las redes sociales. Foto: Pexels

La presión por llegar a cierto número de seguidores y “me gusta”, comentarios de odio o bullying, y mensajes inapropiados son algunos riesgos que cualquier persona influencer puede sufrir, pero las consecuencias se agravan cuando se trata de menores de edad que no tienen suficientes herramientas para cuidar de su salud mental. 

“Las personas adultas tenemos que alentar a la niñez y adolescencia a tener valoraciones distanciadas de esta forma de éxito. No está mal que esta actividad tenga un rédito económico, siempre y cuando no sea perjudicial a su salud, a su educación y, sobre todo, al desarrollo físico y mental”, expresa Tania Ramírez, directora de Redim. 

En tanto que Juan Martín Pérez agrega que también es responsabilidad del Estado y de las autoridades conocer la situación de estas infancias influencers y brindarles acompañamiento legal y emocional. 

“No pueden ser que solo las plataformas las que regulen el contenido, pues las infancias son sujetos de derecho, no de entretenimiento. La Ley General de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes establece que medios de comunicación o entretenimiento no pueden usar la imagen de los niños con fines lucrativos, bajo ese principio nos tenemos que regir. Pero socialmente todavía no estamos preparados para hablar de las afectaciones a los derechos de imagen de niños y niñas”, indica el activista. 

El trabajo infantil requiere una mirada crítica

El trabajo infantil en México mostró una reducción entre 2018 y 2019, sin embargo, con la llegada de la pandemia de Covid-19 en 2020 la estadística repuntó. En esa época, muchas personas perdieron sus trabajos o vieron un decremento en sus ingresos y la deserción escolar fue otra consecuencia de la emergencia sanitaria

Un informe de la Redim indica que de 2019 a 2022 el número de niñas, niños y adolescentes que realizaban trabajo infantil en México aumentó 14.1%, al pasar de 3.3 millones a 3.7 millones. En el mismo periodo, el número de menores que hacían un trabajo peligroso aumentó 7%.

Y si bien el trabajo infantil no impacta a un solo estrato social, es un hecho que la mayoría de los casos están vinculados a la desigualdad y la necesidad de oportunidades.

“Bajo este contexto es explicable que muchas niñas, niños y adolescentes de escasos recursos hayan empezado a trabajar. El trabajo infantil debe ser visto con una mirada crítica, no podemos solo decir que está mal y pedir que se prohíba. Lo que se debe reducir es la pobreza, la desigualdad y las malas condiciones económicas para las familias”, enfatiza Tania Ramírez. 

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El 51.8% de los menores de edad que trabajan realizan actividades peligrosas. Foto: Unicef

Juan Martín Pérez considera que las alternativas para que niños y niñas puedan dejar de trabajar son muy pocas, pues este fenómeno está directamente vinculado a la precariedad salarial de sus familias. Por el contrario, alerta, si no se implementan programas focalizados más allá de las becas del gobierno la estadística irá sumando nuevos casos.

No es responsabilidad de las familias frenar el trabajo infantil. Mujeres indígenas han sido criminalizadas y acusadas de trata porque su dinámica familiar, sus condiciones sociales y la precariedad mantienen a sus hijos trabajando con ellos. Las familias están buscando sobrevivir, trabajar no es un crimen, es un derecho, y es responsabilidad del Estado garantizar las condiciones laborales de los niños sin que esto merme en sus otros derechos”, concluye el coordinador de Tejiendo Redes Infancia. 

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