¿Por qué nos inundamos en el Valle de México? 6 razones detrás de un gran problema ¿Por qué nos inundamos en el Valle de México? 6 razones detrás de un gran problema
Expertos explican los múltiples factores por los que ocurren inundaciones en el Valle de México. Foto: Majo Vázquez/La-Lista

Virginia Ramírez siempre tiene a la mano una pelota de esponja, su arma secreta. Muchas personas la usan para calmar el estrés, pero a ella le sirve como un tapón para la coladera de su patio trasero, que se inunda con aguas negras durante las lluvias fuertes.

Desde hace 39 años vive en el municipio de Ecatepec, Estado de México, y hace 24 se volvió “experta en inundaciones”. Tiene un repertorio de soluciones: además de la pelota de esponja, en su zotehuela construyó un sardinel de casi 40 centímetros con el que intenta detener la alberca que se forma cada temporada de lluvias y por la que ha perdido muebles, electrodomésticos, libros y hasta documentos legales.

En su diagnóstico, Virginia Ramírez considera que el problema de la colonia CTM 14 es el tamaño de las coladeras, que no se dan abasto para desalojar el granizo o el agua de las lluvias torrenciales. Sus vecinos tienen teorías diferentes: algunos culpan a la basura que obstruye los drenajes, otros señalan a los centros comerciales y la mala planificación urbana.

Las inundaciones en el Valle de México son el resultado de una serie de factores entrelazados, desde la ubicación geográfica y el antiguo sistema de drenaje, hasta el hundimiento del suelo, el cambio climático y la acumulación de basura. Estos factores históricos y actuales contribuyen al complejo fenómeno.

1. Cuenca sin salidas

Ecatepec es uno de los 59 municipios mexiquenses que conforman el Valle de México, una región que también abarca casi toda la Ciudad de México (CDMX), el sur y sureste de Hidalgo y Tlaxcala. La característica principal de la zona es su naturaleza de cuenca endorreica, que no tiene salidas naturales para el agua, similar a un patio sin coladera. Esta falta de drenaje natural ha sido un factor crucial en la proliferación de inundaciones.

Durante el virreinato (1535-1821), la cuenca del Valle de México fue abierta artificialmente mediante un desagüe. El objetivo: proteger de las inundaciones a lo que ya era el centro político y económico del país. La meta se cumplió a medias, porque la región se sigue inundando.

Santiago Echarri, arquitecto por la UNAM y maestro en urbanismo por la Universidad Politécnica de Cataluña, dice que son las mismas salidas artificiales las que se han vuelto un riesgo. 

“Toda el agua que llueve y que se acumula dentro de este territorio solamente tiene salidas artificiales, pero éstas no fueron planeadas para grandes lluvias y, por ende, vivimos en una situación de gran vulnerabilidad. Lo que vemos es que cuando se presentan lluvias torrenciales se saturan los sistemas de desagüe, provocando que no sea posible evacuar toda esa agua en un lapso corto, así que se vuelve a quedar dentro de la ciudad y el Estado de México”, explica. 

Además, hay zonas centrales del Valle de México que eran lagos o cauces de ríos, como Polanco y la Calzada Ignacio Zaragoza, que suelen inundarse cada temporada por su memoria histórica, según Armando Rosales, presidente de la Asociación Mexicana de Urbanistas en la CDMX.

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La ubicación geográfica del Valle de México es una de las causas de las inundaciones. Imagen: UNAM

A estas condiciones históricas se suma el desafío actual de los ríos que aún atraviesan la región, como el Magdalena en la alcaldía Álvaro Obregón. El pasado 18 de julio, una lluvia torrencial colapsó los sistemas de drenaje, lo que provocó inundaciones con olas que superaron el metro de altura en la zona. En menos de dos minutos, el agua inundó las casas y volcó los vehículos. 

“Primero, pusimos la ciudad en un lugar en el que no debe estar, por ser una cuenca endorreica. Después se hicieron grandes obras de infraestructura hidráulica para evitar este problema, pero tampoco se contempló que las zonas donde más llueve se convertirían en grandes asentamientos humanos”, dice Rosales.

2. Drenaje insuficiente

Omar Hernández vende flores en Valle Dorado, Tlalnepantla, y desde hace 18 años ha sido testigo de las inundaciones que afectan esta zona del Estado de México. 

La más severa ocurrió en 2009, cuando las lluvias torrenciales rompieron un tramo del Túnel Emisor Poniente, infraestructura construida en los 60, que en su momento fue considerada una de las grandes obras de ingeniería y que tenía como propósito evitar inundaciones.

“Supuestamente ya arreglaron el canal, más adelante hay un cárcamo de bombeo y también lo han arreglado, pero cada año nos tocan, de menos, dos o tres inundaciones”, cuenta Omar, mientras organiza las flores que un día antes resguardó de la crecida de agua pluvial.

Como Omar, miles de ciudadanos detectan que el drenaje presenta varias problemáticas, pero los expertos pueden clasificarlas en dos: la primera es que las obras que se edifican para contener el fenómeno de las lluvias se vuelven obsoletas e insuficientes conforme crece la mancha urbana y la segunda es que el drenaje de CDMX y Estado de México no opera de una manera similar ni se construye bajo reglas comunes, lo que deriva en una estrategia fragmentada.

“Los municipios mexiquenses que forman parte de la zona metropolitana tienen una infraestructura mucho más deficiente, hay municipios muy pobres, con redes viejas, fracturadas, y que no tienen la capacidad financiera para poder hacer grandes obras como en la Ciudad de México”, lamenta el urbanista Armando Rosales.

A este panorama, se suma al hecho de que en la Ciudad, todo el desagüe es administrado por una sola entidad, mientras que en el Estado de México cada municipio se hace cargo de su localidad.

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Cárcamo de bombo en Valle Dorado, una de las zonas de mayor incidencia de inundaciones en el Edomex. Foto: Melissa Galván/La-Lista

En el tema de las grandes obras hidráulicas, primero nació el Gran Canal del Desagüe (que va de la zona de San Lázaro hasta Zumpango, Estado de México) y que perdió su pendiente, lo que lo inutilizó para cumplir su cometido.

El Sistema de Drenaje Profundo, una red de túneles que capta el agua de lluvia y que desemboca en el estado de Hidalgo, tenía la intención de sustituirlo, pero no lo logró. Finalmente, el Túnel Emisor Oriente (TEO) de reciente creación -que va de la Gustavo A. Madero a Atotonilco, Tula- reforzó las salidas del Gran Canal y arrancó con un proyecto que pretende aprovechar todo el ciclo del agua, pero que tampoco ha impedido las inundaciones que año con año vemos en la cuenca del Valle.

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El 14 y 18 de julio se registraron inundaciones en varios puntos del Edomex. Foto: Melissa Galván/La-Lista

3. Hundimiento frente a excesos

¿Alguna vez has recorrido la Calzada Ignacio Zaragoza en la Ciudad de México? Es una de las avenidas más importantes de la capital, pero transitar por allí se siente como viajar en la montaña rusa: con subidas y bajadas profundas que provocan un cosquilleo en el estómago, similar a la sensación que provocan los juegos mecánicos. Este tramo es un claro ejemplo del hundimiento del suelo que ocurre en el Valle de México.

De acuerdo con el Centro de Geociencias de la UNAM, cada año el suelo de esta región se hunde de 20 a 40 centímetros, lo que provoca inundaciones y encharcamientos. 

El peso del hundimiento del suelo recae sobre las tuberías –las deforma o las fractura– y hace que los sistemas de drenaje pierdan pendiente, tal como ocurrió con el Gran Canal del Desagüe. 

Según un estudio publicado en la revista científica Advancing Earth and Space Sciences, el hundimiento del suelo en el Valle de México se debe a dos factores estrechamente ligados entre sí: los suelos de arcilla, sobre los cuales se construyeron grandes urbanizaciones, y la sobreexplotación de acuíferos.

Los suelos de arcilla tienen una alta capacidad de retención de agua, se asemejan a la arena mojada del mar y con las lluvias se llenan de líquido con bastante facilidad. Como cuando marcas la huella de tu pie en la orilla de la playa y de inmediato se rellena.

Sin embargo, esa característica de retención se ha ido perdiendo debido a la extracción excesiva del agua de pozos. Ahora, cada que llueve en el Valle de México el agua ya no se absorbe como antes, sino que se expulsa. Básicamente, porque la extracción de agua se ha repetido sin control, sin que los suelos de arcilla se nutran apropiadamente. 

Poco a poco, el suelo del Valle de México se ha vuelto cada vez más seco, lo que provoca que las capas de arcilla se compriman y se agrieten a un ritmo acelerado. Es como colocar la huella de tu pie en arena totalmente seca. El espacio ya no será rellenado con agua y, por el contrario, estará cuarteado y despedazado. Eso es lo que pasa con los hundimientos. 

Actualmente, el 70% del agua potable de la CDMX proviene de pozos de agua subterránea, lo que contribuye a que se agoten los acuíferos de la región.

El urbanista Santiago Echarri considera irónico que en el Valle de México la mitad del año hay escasez de agua y la otra mitad se presentan las anegaciones. “Ambas cosas son parte del mismo fenómeno, y de la mala gestión del agua que practicamos en la cuenca del Valle de México”, dice.

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El hundimiento de suelo es otra de las razones de las inundaciones en el Valle de México. Foto: Melissa Galván/La-Lista

4. ¿Qué hay de la basura?

Ángel Pérez y Juan Manuel García son dos vecinos de Rinconada de Aragón, en Ecatepec, que han visto “nadar” su patrimonio y hasta envolverse en el lodo que salió del alcantarillado. En 2024 lo han vivido en cuatro ocasiones.

Rinconada es una zona que, con solo 10 minutos de lluvia, puede inundarse rápidamente alcanzando niveles que superan los 70 centímetros. Esto es suficiente para cubrir de pies a cabeza a un niño de tres o cuatro años. 

El desastre ha obligado a los residentes a limpiar su cisterna y hasta la calle, que huele a residuos fecales cada vez que el agua se desborda de las coladeras.

Juan Manuel atribuye el problema de inundación a una obra hidráulica mal ejecutada en la zona y también responsabiliza a Plaza Aragón, un centro comercial que se ubica justo enfrente de sus casas. Cuando se inunda, la plaza “expulsa el agua que está en su perímetro hacia el otro lado de la calle”, es decir, hacia Rinconada de Aragón. 

Ángel advierte que la colonia no es un lugar particularmente sucio y no entiende porqué las autoridades siempre reducen el problema a la basura. “El viento trae mucha basura, muchas hojas y aunque la calle tratamos de mantenerla limpia, cuando las coladeras se tapan sale la basura de allí. Y a eso hay que sumarle que Plaza Aragón nos avienta su agua”, comenta. 

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Si bien la basura obstruye los drenajes, no es la principal causa de las inundaciones. Foto: Melissa Galván/La-Lista

La Comisión Nacional del Agua (Conagua) informó el pasado 16 de julio que en lo que va de 2024 se han extraído más de 20 mil 276 toneladas de basura de canales, ríos, túneles y coladeras del Valle de México. 

El organismo apuntó que dicha acumulación impide el adecuado funcionamiento de la infraestructura de desagüe en tiempos de lluvia. No obstante, los especialistas consideran que la basura no es el principal problema en inundaciones.  

“Obviamente si tú avientas plástico a una red de drenaje, esta se va a tapar y esto va a generar encharcamientos. Pero el problema en el Estado de México es la urbanización fragmentada y que requiere de sistemas mucho más eficientes”, dice Armando Rosales. 

Para Santiago Echarri, pensar que la basura es la única responsable de las inundaciones es “no querer ver el problema de raíz” y culpar a la ciudadanía de algo que incluso concierne a la autoridad, conservar las calles limpias. “Si logramos solucionar el problema de la basuram seguramente lograríamos evitar la magnitud de las inundaciones o la rapidez con la que se saturan los sistemas, pero no acabaríamos con el fenómeno”, puntualiza.

5. Ríos a la avenida

En México hay un dicho popular: “Cuando el río suena, es porque agua lleva”. Aunque normalmente se usa para indicar que un rumor tiene fundamento, también es aplicable a la temporada de lluvias.

En la CDMX hay 12 ríos, de los cuales cinco están entubados debido a que en su momento se desbordaron por fuertes lluvias, causando severas inundaciones sobre todo en el oriente. Además, tiene seis canales y dos presas, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). 

Mientras que en el Estado de México hay 16 ríos y ninguno está entubado en su totalidad, lo que representa un mayor riesgo de inundación en municipios mexiquenses en caso de desbordamiento. 

Por ejemplo, el río San Martín y el Cartagena son los responsables de las inundaciones que se registraron en junio pasado en los municipios de Chalco y Tultitlán. Durante dos días, llovió por aproximadamente 40 minutos y las precipitaciones fueron de 50 a 75 milímetros, lo que provocó la crecida del agua y su desbordamiento. 

El Atlas de Inundaciones de la Secretaría del Agua del Estado de México informó que solo en la temporada de lluvias de 2023 se reportaron ocho desbordamientos de cauces, afectando a varios municipios mexiquenses. Lo que convierte al entorno ambiental en otro factor de riesgo.

6. Lluvias y cambio climático

A los cinco factores se suma uno más: el cambio climático, que seguirá modificando los regímenes de lluvias en el Valle de México. 

Según el Inegi, las lluvias en el Valle de México se presentan de junio a septiembre, y la precipitación anual promedio es de 849.3 mm en el Estado de México y de 553.1 mm en la CDMX.

Pero eso cambia año con año. Santiago Echarri detalla que ahora tendremos períodos de precipitaciones mucho más cortas, pero con más caída de agua, lo cual es un problema para los sistemas de drenaje porque no tienen la capacidad para expulsar tanta agua pluvial en tan poco tiempo. 

Más allá de imaginar una ciudad donde las inundaciones no existan, que ese ha sido el gran sueño de todos los expresidentes de este país, lo que deberíamos hacer es asumir que la temporada de lluvias es parte del ciclo natural del territorio y que va a cambiar sus regímenes, entonces tendríamos que empezar a pensar en cómo gestionar las inundaciones para que no nos afecten tanto”, dice. 

En este escenario, una de las soluciones que Echarri ve factible es la construcción de parques en cotas deprimidas (más abajo del suelo natural), que tendrían dos finalidades: en las temporadas de sequía pueden funcionar como un espacio con áreas verdes y recreativas y en temporada de lluvias pueden almacenar el agua, retenerla y emplearla. 

Armando Rosales indica que los cambios en el comportamiento de las lluvias se atribuyen al factor del cambio climático, el cual ya no tiene punto de retroceso. Pero aún estamos a tiempo de manejar adecuadamente los recursos hídricos. “En este punto, tendríamos que apostar a los fondos municipales para invertir en sistemas de captación de agua de lluvias, de tratamiento, de reuso y de infiltración”, señala. 

Tener una ciudad sin inundaciones es un sueño. Los esfuerzos deben enfocarse en una planeación a largo plazo que aborde los problemas estructurales y ambientales subyacentes. Solo así, dice Rosales, podrá construirse un futuro donde la resiliencia ante desastres sea una realidad y no una ilusión.

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