Opinión

Maratón: La bendita soledad del corredor de fondo

Inspirado en la gesta heroica de Filípides, el maratón es la prueba reina de los Juegos Olímpicos.

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Imagina este escenario: han pasado meses de batallas cruentas, con miles de muertos en ambos lados. Amigos, familiares e ilustres desconocidos han caído a tu lado y, de alguna manera, sigues vivo. De pronto, un grito de victoria se alza: el último soldado enemigo se rindió y, a un costo alto, has ganado. Y tú eres, literalmente, el elegido de los dioses para comunicárselo a los tuyos.

El griego Filípides pasó por eso en el año 490 antes de Cristo, tras la batalla de Maratón, donde los helenos vencieron a los persas. El soldado corrió el equivalente a 40 kilómetros para avisar a los suyos el triunfo que cimentó la derrota definitiva del ejército enemigo. Se dice que murió minutos después.

Una historia tan buena no podía ser desperdiciada y, en 1896, cuando el barón Pierre de Coubertin organizó los Juegos Olímpicos de la era moderna, decidió incluir al maratón, competencia que no formaba parte de la fiesta deportiva griega original, con una longitud de 39.2 kilómetros. Ocho años después, en 1904, por petición de la entonces reina de Inglaterra, la distancia se modificó a 42.195 kilómetros, solo para que sus chamacos pudieran ver a los deportistas sin salir de su casita.

Con todo eso en mente, ser maratonista es una cosa muy especial. Estoy seguro que todo mundo piensa lo mismo sobre sus propias actividades: no cualquiera tira de uñita en las canicas y devora hot dogs de forma competitiva –Joey Chestnut tiene el récord mundial desde 2013, con 73 hochos devorados en menos de 10 minutos– tiene su gracia, pero el maratón es algo diferente.

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El maratón tiene el encanto de convertir algo cotidiano, como caminar o correr, en algo único. Si no eres Eliud Kipchoge o algún atleta de alto rendimiento, la mayoría de los planes de entrenamiento para un maratón van de los seis a los 12 meses, según tu capacidad física, edad y hábitos. Haciendo cuentas, una persona que se suma a un acondicionamiento de, digamos, seis meses, habrá corrido 965 kilómetros antes de enfrentarse a la carrera.

Contra lo que muchos aficionados a este deporte creen, practicarlo no te hace un semidiós. Bueno, casi, pero la realidad es que implica un cambio de vida importante: cero cigarros –de cualquier tipo-, menos alcohol, más vendas y gastos en tenis. Todo por ser uno de los 1.1 millones de personas que terminan un maratón, de acuerdo con cifras del estudio State of Running, que revisa los resultados de carreras registrados en todo el mundo.

A diferencia de otras prácticas deportivas, no te hace generar un abdomen de acero. Es más, aquellos cuerpos esculpidos a golpe de anfetaminas y suplementos de dudosa composición suelen ser los primeros en morder el polvo. El maratón implica constancia y saber que, paso a paso, la meta queda en un sitio más cercano.

Si bien la preparación no es costosa ni intimidante, sí implica compromiso. Empiezas con carreras cortas para conocer tu cuerpo, saber cómo respirar y aprender a escuchar tu corazón. La constancia es lo que se entrena, como dijera Alan Sillitoe en su gran novela La soledad del corredor de fondo.

La alimentación es otro factor. A medida que se van sumando kilómetros, las necesidades alimenticias van en aumento. De hecho, se dice que en promedio se queman 2600 calorías en un maratón, aunque eso varía en función del peso, la altura y la velocidad que se despliegue. Una persona que pesa 70 kilos, por ejemplo, y corre a un ritmo de 12 kilómetros por hora, quemará mil calorías cada 60 minutos. Por ello muchos corredores hacen cenas de carbohidratos horas antes de una competencia de este tipo, para tener la suficiente energía para terminar.

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Decidir correr un maratón cambia tu vida, y lo hace para bien. Lo mejor de todo es que no necesitas empezar súper joven o hacer un gran tiempo: Fauja Singh concluyó su primer maratón luego de ocho horas y 11 minutos a la edad de 100 años.

También está la bendita sensación de soledad que te da saber que no importa lo que has entrenado, cómo te has preparado, los tenis que llevas o la gente que te rodea en el momento de la carrera: estás solo entre una multitud de personas con la misma meta y –casi– la misma intención.

Además, según estudios de investigadores de la Universidad del Sur de Carolina, los corredores suelen vivir más tiempo: tienen un 20% menos de mortalidad y eso, en época de pandemia, es muy, muy atractivo.

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