Opinión

¿Hay violencia de género y machismo en el danzón?

El danzón es un ritmo hermoso y una herramienta que debemos usar sabiamente para eliminar la violencia, no para promoverla. 

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El danzón es un ritmo lento, viejo y cadencioso. Un género músical con más de 140 años de existencia que pareciera inofensivo porque lo vemos con ternura y añoranza en los pies de nuestro abuelos. Aunque es un género musical que carece de letra, sus expresiones son bastantes. Las palabras no son la única manera en que nos comunicamos los humanos, ni la única forma en que se ejerce la violencia. 

El pasado 25 de noviembre, miles de mujeres nos recordaron que sigue pendiente la tarea de eliminar la violencia contra el sexo femenino. Y eso incluye todos los ámbitos: laboral, familiar, social y también el lúdico. ¿Pueden darse este tipo de agresiones en un baile lento, romántico, elegante y sin lírica? La respuesta es sí, pero no es culpa propia del género sino de la violencia de género sistemática que se vive en nuestra vida diaria. 

Desde hace poco más de cuatro décadas, el danzón se baila con técnica: una serie de reglas sociales para interpretarlo según los compases de la música. En este baile hay “pasos de hombre” y “pasos de mujer”, porque el danzón se baila con “pregunta” y “respuesta”; es decir, primero el paso es hacia adelante y después hacia atrás. Aunque según las reglas ambos bailarines deben manejar las dos versiones, en el baile popular impera cada paso según su rol. 

Como en otros ritmos tropicales, en este baile hay una persona que “manda” y otra que “sigue”. El hombre es quien generalmente marca el paso a la dama, y es ella quien se encarga de seguir los cuadros, paseos y columpios que él le marca. Sin embargo, hay varios profesores de bailes que reiteran el dinamismo al ejecutar este ritmo; invitan a una coordinación en la pista, pero en los salones de baile las cosas cambian. 

Este ejemplo de “quien manda” y “obedece” no es propio del danzón, es un sistema naturalizado en la mayoría de los bailes de pareja. Resultado del sistema masculino impuesto en la vida diaria. Pero hay otras expresiones más preocupantes que debe atender la comunidad danzonera. 

En 2019 se dio a conocer una nueva danzonera integrada 100% mujeres, Isora Club. Bajo la dirección de Natividad Cárdenas, esta orquesta ha luchado para posicionarse en un gremio donde imperan los músicos hombres. Los escenarios del mundo danzonero están repletos de masculinos, son pocas las orquestas que integran a femeninas en sus filas, sobre todo en instrumentos “fuertes” como la trompeta, el timbal o el trombón. 

Isora Club fue un parteaguas para la participación de las mujeres en el danzón, sobre todo en el ámbito musical. Pero se necesita promover esa agenda para que más orquestas integren a mujeres en sus filas y se logre ese equilibrio en los templetes. 

El baile, más cuando es íntimo, es un medio fácil para el acoso. Durante mis primeras visitas en el salón Los Ángeles me tocó ser testigo de cómo un par de hombres querían enseñar a bailar danzón a un par de extranjeras. La cara de molestia se le notó a la chica por la forma en que el señor la tomó de la cintura y la pegaba a su cuerpo. Al término de la pieza, la mujer agradeció y salió del lugar. 

Urge dejar de ver con gracia los coqueteos sin consenso y la brusquedad innecesaria de algunos hombres cuando bailan, como cuando le explican a una dama un paso de baile sin que se lo soliciten, haciéndola ver como inexperta, o hasta un regaño por no haber hecho el paso adecuadamente. 

Cuando tuve la oportunidad de entrevistar a Marcos Rodríguez, un joven abiertamente gay y bailador de danzón, me confesó que fue víctima de varios comentarios homofóbicos en la pista de baile. Sin embargo, con una de sus parejas sentimentales tuvo el valor de ejecutar varias rutinas en varios templetes a la vista de todos. La ejecución de ambos era tan perfecta que “se ganaron el respeto” de todos. 

Marcos no tenía por qué ganarse “ese respeto” por su ejecución tan perfecta, que lo llevó a ganar varios campeonatos nacionales de danzón. Esos valores se le deben otorgar a cualquier persona sin importar su raza, preferencias sexuales o cualquier otra condición. 

Miguel Díaz es otro bailarín que ha externado sus preferencias sexuales sin temor alguno. Junto con su pareja, Mauricio Flores, han demostrado que el danzón y cualquier otro género se puede bailar hombre con hombre. Esos cánones ancestrales de que solo es masculino con femenino deben ir desapareciendo. 

También hay que romper con el esquema que sea el hombre quien saque a bailar a una dama, cuando ella puede tener la iniciativa sin que sea juzgada por alguien más. 

El danzón es un ritmo hermoso y una herramienta que debemos usar sabiamente para eliminar la violencia, no para promoverla. 

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