Opinión

Vamos muy bien

Cuatro años desperdiciados donde se ha premiado la lealtad ciega y la incompetencia con puestos clave en el gobierno federal. Se han impartido políticas públicas desde la ocurrencia, desde la revancha. Se ha ignorado y aplastado la ley argumentando la popularidad entre el pueblo. 

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A cuatro años de gobierno de Morena vamos muy bien, algunos seguimos respirando.

Más allá de las posibles buenas intenciones que muchos otorgaron al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, lo que tenemos enfrente, en esta semana de informe de gobierno, son cuatro años de destrucción sistemática. El país es hoy más pequeño y con menos estructura para enfrentar el futuro.

Se tratará de maquillar la realidad con spots publicitarios llenos de mentiras o verdades a medias. Se exagerará en los logros obtenidos. Se hablará del tiempo récord en que se inauguraron el Aeropuerto Felipe Ángeles y la refinería de Dos Bocas, pero se dejará a un lado su inoperancia, el sobrecosto y el verdadero fracaso que fue haberlas empezado. 

Se hablará de las remesas internacionales como un logro de gobierno, olvidando que se trata de todo lo contrario. Son paisanos que no encontraron futuro en México y tienen que salir de nuestra frontera para ayudar desde Estados Unidos a sus familias. Mexicanos y mexicanas que huyen de la violencia, la inseguridad y la falta de empleo. 

El aumento de la migración y las remesas son un índice de fracaso, no de éxito.

Se escuchará el aumento al salario mínimo y a la recaudación de impuestos a altos contribuyentes, pero no se mencionará el crecimiento del comercio informal, la salida masiva de inversiones, el cierre de empresas por falta de apoyos durante la pandemia y el aumento de la extorsión. El impuesto de sangre sobre el trabajo honesto de otros. El derecho de piso sobre un territorio que es de todos. La tasa impositiva que no debería pagarse, pero que el impago significa la muerte. 

No te pierdas:Un gobierno pequeño

Resonarán los tambores y la marcha del pueblo uniformado, las loas y la incorporación de la Guardia Nacional a las fuerzas armadas. Algo que ya sucede de facto, pero ahora se hará de forma. Un retroceso en derechos humanos. Una lanza al corazón de la izquierda democrática.

Se presionará desde el discurso al Poder Judicial para mantener la prisión preventiva oficiosa, ya que gran parte de la estrategia de seguridad se sustenta en dicha medida. Además, porque el resentimiento del presidente por los delincuentes de cuello blanco es mucho más grande que enviar a miles de personas vulnerables e inocentes a sobrepoblar las cárceles del país.

Vamos muy bien.

Se reactivará el modo campaña. Se culpará a los gobiernos neoliberales de todos los males del presente. Se hará uso de la esperanza como un espejismo en el desierto. Se sembrarán utopías fantásticas. Nuevas promesas. Zanahorias intangibles. Discursos de niebla. Palabras en el aire. 

Se hablará de todo menos de resultados. Porque son muy pocos o no los hay.

Cuatro años desperdiciados donde se ha premiado la lealtad ciega y la incompetencia con puestos clave en el gobierno federal. Se han impartido políticas públicas desde la ocurrencia, desde la revancha. Se ha ignorado y aplastado la ley argumentando la popularidad entre el pueblo. 

Se ha provocado el cólera entre los opositores para distraer la agenda de los verdaderos problemas del país. Se ha ignorado o menospreciando el daño que genera la polarización en las calles. Se han normalizado las distintas violencias minimizando la tragedia que vivimos.

Se ha abandonado y adoctrinado la educación pública. No se tiene diagnóstico. Se borraron de un plumazo las estancias infantiles. Se cerraron las escuelas de tiempo completo. Nada importa. Vamos muy bien.

Ha quedado demostrado en el presupuesto dónde está su verdadero amor, y ese amor no está en las víctimas, ni en las mujeres, ni en las personas desaparecidas, ni en los investigadores, ni en los periodistas, ni en la salud pública. Ese amor está en los militares, en Pemex y en todo programa o acción que les dé rédito electoral.

Los ataques a la corrupción han sido selectivos o negociados. Se disfraza de aportaciones el financiamiento ilícito. Las adjudicaciones directas sin licitación aumentan. El despilfarro de recursos públicos son peccata minuta y el premio al diezmo corruptor se traduce en una candidatura. 

Todo queda protegido bajo el velo impoluto de “la causa mayor”.

A cuatro años del gobierno de Morena vamos muy bien, la transformación avanza y seguimos respirando.

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