Opinión

¿Por qué nos alegra cuando pierde un mexicano?

Eso es lo que sucede con la cultura del más chingón. No se trata de reconocer el mérito ni el éxito.

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Empecemos por quitar del paso lo más obvio. Dicen que los mexicanos somos como los cangrejos y cuando vemos que otro se mueve no lo dejamos avanzar. De entrada, la metáfora de los “cangrejos en la cubeta” se refiere a la comunidad negra y se le debe al profesor afroamericano Booker T. Washington, que dio lugar al concepto del “síndrome del cangrejo” que ha sido objeto de diversos estudios alrededor del mundo, desde India hasta Nueva Zelanda. Es decir, que tal conducta no es propia de los mexicanos.

Esta semana se dieron a conocer los nominados al Oscar de 2023, y para sorpresa de nadie, la película Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades, de Alejandro González Iñárritu, no consiguió la esperada nominación para México en la categoría de Mejor Película Internacional. Con esto, ya son tres años consecutivos que una película producida por Netflix es enviada como representante de México y no consigue la nominación. Así es como termina el recorrido del director de Bardo en esta temporada de premios, sin que su película haya sido reconocida en los Golden Globes, el BAFTA, los Spirit Awards o el Oscar.

¿Hay mexicanos que se alegran de esto? Nos guste o no, sí los hay. Por ejemplo, todos aquellos que nunca se sintieron representados por una película que normalizaba el discurso de que en México hay ciudadanos de primera y de segunda clase, y que solo algunos gozan de la libertad para restregar su privilegio a los otros pues nuestra sociedad los considera mejores.

No sorprende que los simpatizantes de Iñárritu sigan buscando otro ángulo para esta noticia, como ensalzar la única nominación a Mejor Fotografía o recurrir al patriotismo, destacando la presencia de Los Tres Amigos en otras categorías.

Y es que en México tenemos nuestra propia versión del schadenfreude, una que le debemos (sí, adivinaron) al machismo, y es la cultura de “el más chingón”. Como bien lo escribió Octavio Paz en El laberinto de la soledad: “Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado (…) Los fuertes, los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables, se rodean de fidelidades ardientes e interesadas”.

¿Alguien podría señalar el justo momento en que las clases privilegiadas de México olvidaron las buenas maneras y empezaron a apropiarse de la palabra “chingón”? ¿Fue acaso con Octavio Paz? Yo puedo rastrear esta “moda” a principios de la década del 2000, cuando proliferaron las revistas de sociales y estilo de vida, se puso de moda lo “naco” y surgieron medios que pretendían rescatar lo más insólito de las costumbres chilangas.

Aunque, tal vez, la culminación de este fenómeno es tan reciente como 2018 y se la debemos al “Chicharito”, cuando dijo “imaginemos cosas chingonas” y convirtió a la dichosa palabra en un mensaje motivacional, dándole permiso a todas las tías copetonas para soltar una majadería en medio de cualquier comida familiar. Ahora no dejamos de escuchar y de leer en los medios todo tipo de variantes de mexicanos y mexicanas “chingonas”.

Pregunto entonces, ¿quién sigue impulsando el machismo tóxico y la cultura de “chingarse” al prójimo? Todos lo hacen. ¿Por qué nos sorprende que los mexicanos tengamos tales actitudes si desde nuestras familias, escuelas, instituciones y medios de comunicación seguimos alimentando la cultura de la competencia y del éxito a toda costa? En México todavía se insiste en jerarquías e incluso se habla de sistemas piramidales.

En la cultura de “el más chingón”, cuando un mexicano se precia como tal y pierde, entonces sus rivales se convierten automáticamente en los más chingones. Es el triunfo más sencillo y quizá el más dulce, ver al otro fracasar por su arrogancia. Es una mentalidad muy típica, por ejemplo, dentro de los deportes, particularmente entre los aficionados al fútbol. El que gana, gana doble, por el puro gusto de ver al otro perder.

Alguna vez tuve un amigo cleptómano y terminé por darme cuenta de que no solamente robaba, sino que su comportamiento en general era el de mentir y engañar. No podía aceptar un regalo, no podía pedir un favor, porque tenía que encontrar la manera de vernos la cara y robarnos lo que ya estábamos dispuestos a darle o no le sabía igual. O sea, que tenía que chingarnos. Eso es lo que sucede con la cultura de “el más chingón”. No se trata de reconocer el mérito ni el éxito, se trata de chingarse a los demás. ¿No nos gusta?, dejemos de minimizar la connotación negativa de esta palabra y de promover esta cultura.

Y ahora permítanme ahondar en otra opinión impopular: no es que los artistas, deportistas, intelectuales y otras personalidades nos caigan tan mal como sí pueden hacerlo sus fans. Es el fanatismo irracional y desmedido, que lleva a las personas a perder toda objetividad, lo que termina por reflejarse mal en las celebridades. Nos obliga a preguntarnos qué mensaje estarán comunicando tales líderes de opinión como para que sus seguidores se pongan así.

Desde esta perspectiva, no es que alguien se alegre de ver fracasar a un producto cultural o a los artistas que lo crearon, sino que al presenciar la caída de tal producto también somos testigos del derrumbe de todo lo que este representa y de aquellos grupos que respaldaron un mensaje, una ideología o una agenda con la que no estábamos de acuerdo. Puede sonar antimexicano, quizá, pero también es clásicamente chilango.

Por otro lado, es cierto que a nadie le cae bien el aplicado del salón. ¿Recuerdan cuando en la escuela había ceremonias donde siempre le entregaban diplomas a los mismos cerebritos? No me van a decir ahora que todas esas veces no hubieran preferido estar en la cafetería con los amigos o fumando un cigarro en el baño. ¿En qué momento elegimos abandonar nuestra autonomía y comportarnos como rebaño?

BREVES

De las nominadas al Oscar, la que llegó esta semana a cines es The Fabelmans de Steven Spielberg, que tiene siete nominaciones.

Otras películas que estrenaron en salas mexicanas son Corsage, que no logró la nominación para Austria pero sigue considerada en los BAFTA y los Spirit Awards, y por fin llegó I Wanna Dance With Somebody, la biopic de Whitney Houston.

Ya se puede ver en Paramount Plus una de las películas de terror más interesantes del año pasado, Cerdita, una producción española que está entre lo mejor del género de 2022.

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