Faltan ética y conocimiento en el periodismo joven
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

Faltan ética y conocimiento en el periodismo joven
Serie: Toda la sangre. Foto: Starz Originals.

Se puede usar la palabra “ignorancia” sin la intención de discriminar a nadie. Yo soy el primero que acusa cuando un periodista o líder de opinión intenta responsabilizar al público llamándolo ignorante, pero también creo que se puede usar esta palabra sin ser tratado como terrorista, solo por decir “bomba” en un avión.

La “listitis” de cada año, es decir, la abundancia de listas en medios de comunicación para hablar de lo que se consideró bueno y malo, puso en evidencia la falta de experiencia y profesionalismo de varios medios internacionales (y locales). ¿A qué se debió esto? La respuesta más aceptada es la falta de conocimiento de los nuevos periodistas.

El primero de enero, la revista Rolling Stone de Estados Unidos publicó su lista de “Los 200 mejores cantantes de todos los tiempos” y enseguida fue criticada por omitir a estrellas como Celine Dion, Cher y Madonna, pero incluir a Rosalía y al mexicano Juan Gabriel. De hecho, fans de Celine Dion se plantaron afuera de las oficinas de la revista como protesta. En redes sociales también se criticó la arbitrariedad para asignar posiciones, colocando a Taylor Swift por encima de Alicia Keys, Rihanna y Christina Aguilera, y poner a Kurt Cobain arriba de Michael Jackson. Una lista evidentemente creada para generar polémica.

No es un caso aislado. Aprovechando la publicación de “La internacional cinéfila”, una lista que reúne la opinión de cerca de 200 críticos y profesionales del cine para nombrar a lo mejor de la producción cinematográfica de cada año, el crítico y programador argentino, Diego Lerer, denunció la falta de seriedad de otra reconocida lista que se publicó semanas antes, “Los mejores filmes de todos los tiempos”, de la encuesta organizada por Sight & Sound, donde participaron mil 639 profesionales del cine.

“Que no haya ni una sola película latinoamericana en el Top 100 de Sight & Sound me parece un despropósito que empaña la seguramente esforzada tarea de sus organizadores”, escribió Lerer. En su opinión, esto demuestra la mirada eurocéntrica, colonialista y paternalista de una gran mayoría de los votantes. “Hay una desconexión, desinterés y falta de información de muchos programadores y críticos europeos y estadounidenses”, expresó.

En mi experiencia como periodista, en mis incursiones en las redes sociales, publiqué un hilo de Twitter donde explicaba las semejanzas entre la película Bardo, de Alejandro G. Iñárritu, con el trabajo de más de 15 directores de cine y otros artistas renombrados. Enseguida me llovieron reclamos de quienes rechazaron tales comparaciones -incluso otros periodistas- pero no ofrecían argumentos para rebatir lo dicho. Ahí usé la palabra “ignorancia” para decir que no es obligación de todos conocer la historia del cine, pero sí considero que es requisito para quienes se dedican a esto profesionalmente.

Mientras tanto, la romantización de la labor periodística continúa con películas como Ruido, donde un personaje investiga la desaparición de mujeres a manos del crimen organizado (interpretación conmovedora y convincente de la actriz Teresa Ruiz), o una visión caricaturesca como la de la serie Toda la sangre (muy similar a lo visto en el remake de Cuna de lobos), donde los “periodistas” parecen sacados de una agencia de modelos o de un club de strippers. Para el caso, prefiero la propuesta cínica y desesperanzadora de la película francesa Las ilusiones perdidas, ganadora de siete premios César y que aún no estrena en México.

2022 fue un año muy difícil para hablar de temas como el plagio, pues hubo quienes negaron la definición directa del diccionario para tratar de justificar o explicar a conveniencia estos actos. Incluso, me crucé con el blog de un periodista que defendía a influencers que se roban la investigación de otros periodistas para construir sus propios contenidos sin dar el crédito que corresponde.

De acuerdo con este blogger, la culpa es de los periodistas por no saber cómo comunicar la información de manera que sea interesante para nuevas generaciones. O sea que todo periodista de la vieja escuela tendría que dominar ipso facto el lenguaje de medios digitales e internet para armar contenidos virales con los cuales alimentar a las redes sociales, y mientras no puedan hacerlo se justifica que los influencers plagien sus trabajos solamente por tener otras maneras de comunicar la información a un mayor número de seguidores.

¿Qué tiene esto que ver con dar el debido crédito a los periodistas y a los medios que originaron tal información? Basta con una pequeña mención que, por ética, es esperada. Si entre periodistas y comunicadores no seguimos impulsando el concepto de ética profesional y llamamos al plagio por su nombre, entonces no debería extrañarle a nadie que la sociedad no responda como se espera cuando los plagiadores cometen tales actos. Peor aún, ¿cómo podrían reconocer el plagio cuando ignoran la historia?

Esta necedad de negar el robo, el plagio y la falta de ética no son nuevas, y tampoco en los medios de comunicación. Apenas hace unos años, la generación millennial ya promovía la indiferencia y el descrédito por lo que existió antes. Medios internacionales que ya dejaron de ser referentes, como Buzzfeed Pitchfork, se caracterizaron por la falta de rigor y la chabacanería.

Y si nos vamos más atrás, aún recuerdo cuando en la década de los 90 la revista mexicana especializada en cine, Cine Premiere (donde colaboré varios años), ignoró repetidamente las muchas peticiones de la reconocida revista Première para cambiarse el nombre, pues aquella argumentaba que ésta plagiaba la marca para que sus lectores pensaran que se trataba de la versión en español. La revista mexicana hizo caso omiso y hasta hoy conserva el nombre (que estiliza con la palabra Premiere en mayúsculas), mientras que la popular versión estadounidense desapareció en 2007 y su versión en línea en 2010.

Con la llegada de cada nueva generación de periodistas, donde ahora se abren espacio influencers, tuiteros, tiktokeros y youtubers, también llegan los descubridores del agua tibia y los inventores del hilo negro que, puntual y previsiblemente, le cambian el nombre a las cosas para seguir refiriéndose a lo mismo de siempre. Es así como las vecindades ahora son coliving, lo unisex es genderless, la moda vintage y normcore ahora es aesthetic, y los juniors y trust-fund babies son llamados nepo babies.

Un ejercicio de apropiación del lenguaje que, sin embargo, enrarece y dificulta la comunicación. Pero para terminar en una nota más positiva, por lo menos los nuevos periodistas no son como los nuevos doctores, que se desnudan en redes sociales y se toman fotos en el gym para llamar la atención y ganar clientela… Todavía.

BREVES

En cines desde el 12 de enero, Decision to Leave, la película surcoreana que ganó el premio al mejor director en el pasado Festival de Cannes.

Ya están disponibles en Netflix los seis capítulos de la serie de suspenso Copenhagen Cowboy, del director de culto Nicolas Winding Refn.

El 17 de enero se llevará a cabo una función especial de In the Court of the Crimson King: Crimson King at 50 en Cine Tonalá, un interesante trabajo que mezcla documental, terror y comedia.

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