El pasado 22 de julio se entregaron los Premios Nacionales de Ciencias y Artes, reconocimiento otorgado por el gobierno de México que reconoce el desarrollo científico y cultural impulsado por figuras clave en nuestro país.
Fue en diciembre de 1944 que el entonces presidente Manuel Ávila Camacho promulgó la creación del premio Nacional de Ciencias y Artes, la primera entrega sucedió un año después y correspondió a Alfonso Reyes en la rama de Lingüística y Literatura, a dicha ceremonia asistió el primer mandatario, con esto se instauró un reconocimiento avalado por la Secretaría de Educación Pública que deja testimonio del valor y trascendencia de la obra de creadores e investigadores que engrandecen la sociedad y país.
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Han pasado 80 años de la creación de los premios y entre los galardonados se encuentran personajes como José Clemente Orozco, Manuel M. Ponce, Mariano Azuela, Diego Rivera, Carlos Chávez, Dr.Atl, Rufino Tamayo, José Luis Cuevas, Pedro Coronel y en 1979, Guillermina Bravo fue la primera mujer en recibir el reconocimiento en el ramo de las Bellas Artes.
Los premios han evolucionado acorde a los tiempos; por ejemplo, en 1976 incluyeron el campo de tecnología y diseño, para 1984 se sumó el rubro de artes y tradiciones populares.
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Durante estas 8 décadas ser condecoradas y condecorados con el Premio Nacional de Ciencias y Artes no es solo reconocer el trabajo de una sola persona, es poner el foco en una disciplina que es fundamental para el entendimiento humano y social, en este 2025 las cocineras tradicionales colocaron su saber en el conocimiento de los aromas, tiempos de cocción y tradiciones de la mano de Juana Bravo Lázaro, quien emocionada agradeció ser considerada y con ella su pueblo purépecha, pero también a su propio criterio ya que su tenacidad la ha llevado más allá de la cocina a ser parte del equipo que trabajó para la inscripción de la cocina tradicional mexicana en la lista de patrimonio Cultural Inmaterial de la Humsnidad de la UNESCO.
Lo mismo sucede con Leonardo López Luján, arqueólogo con cinco décadas dedicadas a la salvaguarda y estudio de la cultura mexica, teotihuacana y las huellas de la gran Tenochtitlán. Hijo de tigre pintito que ha trazado su propio camino y ha sabido vincular el estudio e investigación con la divulgación hacia las nuevas generaciones en redes sociales.
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Los otros merecedores fueron el poeta Vicente Quirarte, el compositor Héctor Gerardo Domínguez, la antropóloga e investigadora María Teresa Rojas y el maestro Antolín Vázquez, este último un guardián de las tradiciones mayo-yoreme a través de la música, danza y celebraciones que fortalecen los lazos de identidad y comunidad.
Razón de orgullo y celebración que se mantengan tan encumbrados premios, quizá solo faltaría resaltar que como menciono el propio arqueólogo López Luján en su discurso, “Cuando bebas agua, recuerda la fuente”, no hay que restar importancia a quienes han sentado las bases de nuestra sociedad, cultura e investigación, si bien la situación ya no está para un banquete en el Alcázar del Castillo del Bosque de Chapultepec si valdría la pena reflexionar sobre todo lo que representa y anunciarlo con entusiasmo en tiempo y forma, podría ser de entrada un buen gesto. De ahí que asistiera la primera presidenta de México hubiera sido un buen espaldarazo a nuestra política cultural.