Se dice que no hay nombre para la muerte de un hijo y Juan, un militar del Ejército Federal en la guerra de los Cristeros lo sabe mejor que nadie, después de haber cometido atrocidades que le persiguen día y noche.
Así la trama de “El diablo en el camino”, cinta de Carlos Armella que nos ubica a finales de la década de los 20 en el siglo XX en México, es la época de la guerra de los Cristeros, la cual sucedió entre 1926 a 1929 y confrontó a los mexicanos entre quienes estaban a favor de la Ley Calles y quienes se oponían por considerar que atentaba al libre culto de los católicos.
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En la película de Armella el personaje principal es interpretado por Luis Alberti, un hombre que después de vivir las atrocidades de una batalla que no era la suya y en la que perdió tanto, se aferra a su presente, a empezar de cero y si bien, sabe que no puede borrar el pasado y todos esos actos que cometió si puede sembrar otras semillas, pero el destino tiene otros planes.
Dotado de una fotografía impecable a cargo de Mateo Guzmán en la que el polvo y esos cielos azules se entremezclan con las emociones de los personajes, “El diablo en el camino” nos coloca en esa sensación de desasosiego e incertidumbre que enfrenta Juan con la muerte de su hijo, las ideas que revolotean en su cabeza y como decide emprender un viaje de redención, no sin antes cruzar el infierno y purgatorio.
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Una cinta de época realizada de manera impecable que puede ser etiquetada como cine de terror, la película de Armella se sostiene en el misticismo de ese México profundo en el que todo lo que sucede tiene un significado y representa una acción sobre los individuos, quedan muchas preguntas después de ver “El diablo en el camino”, sobre todo en estos tiempos aciagos en los padres y madres cargan con sus hijos e hijas muertas, lo desgarrador es que es de manera metafórica pues no hay cuerpos que enterrar, solo queda el vacío de la ausencia.
Tuve oportunidad de charlar con Luis Alberti y compartió esas reflexiones que le provoco “El diablo en el camino”
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