El 1937 fue el segundo año del sexenio del presidente Lázaro Cárdenas, el último general que nos dejó la Revolución Mexicana. El país vivía un momento de transformación, las personas se movían de manera diferente en lo que en ese entonces era el Distrito Federal. Había un sistema de tranvías que recorrían la ciudad, pero uno llegaba hasta el norte de la capital sobre lo que hoy es Eje Central y se daba vuelta en la calle de Mercado, para regresar sobre Lerdo. Justo en esa esquina se encuentra lo que hoy sigue siendo el salón Los Ángeles.
Donde hoy está este salón de baile eran los límites de la ciudad, ya que unos metros más al norte estaba la estación de carga Nonoalco-Tlatelolco del ferrocarril que llegaba a lo que hoy es Buenavista. Esta vía de comunicación era muy importante para la época, de tal suerte que Cárdenas del Río nacionalizo en ese mismo año, 1937, el sistema de ferrocarriles en México.
Sin embargo, hoy en día ese sitio de carga ferroviaria ya no existe, porque en la década de los 60 se inauguró en su lugar el complejo habitacional que hoy conocemos, donde también está el metro Tlatelolco.
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En la intersección de la calle Lerdo y Mercado, donde daba vuelta el tranvía, había una bodega de carbón y estacionamiento de camiones que transportaban ese mismo material. Pero para finales de los años 30 este combustible dejó de ser un negocio fructífero, cada vez menos personas usaban esta leña oscura para cocinar en sus estufas.
El petróleo era la novedad en aquella época, de tal suerte que el consumo nacional pasó del 12% en el año 1924 a un 46% en el 1937, por lo que al año siguiente, 1938, Lázaro Cárdenas concretó la expropiación petrolera.
Ante tal escenario, el 2 de agosto de 1937 el señor Miguel Nieto Alcántara decidió convertir su bodega de carbón en un salón de baile, un centro de entretenimiento en las orillas de la ciudad que se convirtió en un punto de encuentro para la cultura, la danza y la academia.
El próximo sábado, este recinto cumplirá 88 años de resistencia, de mantenerse abierto contra viento y marea. Es el único sobreviviente de su clase, todos sus contemporáneos bajaron la cortina, muchos de ellos por la persecución que hizo el regente Ernesto P. Uruchurtu en los años 50 y 60 para acabar con la vida nocturna del Distrito Federal.
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Los Ángeles vivió el éxito del danzón de Acerina, el mambo de Pérez Prado y el cha cha chá de la Orquesta Aragón. También fue un centro de reunión para bailadores integrales, aquellos que bailaban bien desde un danzón, hasta un tango, un paso doble o el foxtrot.
Para la década de los años 70 recibió a grandes artistas de salsa como Rubén Blades, Willie Colón y Celia Cruz. También le abrió sus puertas en varias ocasiones a la Sonora Matancera, a Mike Laure, a Rigo Tovar y Grupo Niche.
Además de ser un centro de reunión de músicos y bailarines, acogió a grandes intelectuales de la época. Para 1998, el escritor Carlos Fuentes celebró en ese lugar los 40 años de su libro “La región más transparente” y su cumpleaños número 70, donde invito a grandes personalidades entre las que destacan los dos premios nobel: José Saramago y Gabriel García Márquez. Y por cierto, esa noche se bailó danzón.
Entre las décadas de los 70 y 80 se gestó un movimiento llamado “La rumba es cultura”, la cual fundaron Pepe Arévalo, Pancho Cataneo y Froylán López Narváez; siendo este último profesor de la UNAM, cofundador de la Revista Proceso y promotor cultural. El salón Los Ángeles fue pieza emblemática para este proceso, ya que ahí se gestaron varios eventos y reuniones que buscaban darle el prestigio que merecía (y merece) la música afroantillana.
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Este salón es un sobreviviente a las garras del capitalismo salvaje del siglo XXI. Casi nueve décadas después, las estufas de petroleo están en desuso, el tranvía que pasaba a un costado ya no existe y las orillas de la ciudad ahora quedan a varios kilómetros de ese lugar.
Aunque el danzón ya pasó de moda, Los Ángeles dedica todos los martes (desde los años 70) para sonar y bailar este ritmo. También es la guarida de pachucos, rumberas, jainas y tarzanes que se reúsan a que los años dorados de los 40 pasen de moda. Se ha convertido en un museo que guarda historias y conocimiento que marcaron la Ciudad de México durante los últimos 88 años.
Este lugar ha sabido adaptarse a las necesidades de las nuevas generaciones, por algo ahí han grabado y tocado artistas como Belinda, Anita, Son rompe pera, Chico Trujillo, Enjambre y muchas más. Sin embargo, no basta con eso, es necesario preservar este lugar con esfuerzos conjuntos entre la sociedad civil, autoridades y la academia.
No dejemos solo a este lugar que resguarda la memoria histórica y colectiva de casi un siglo de vida en la Ciudad de México. El próximo sábado 2 de agosto festejarán a lo grande con cumbia, mambo y son. Si todavía no visitas esta máquina del tiempo, es tu oportunidad de descubrir una gran parte de la historia que se ha escrito en la capital: porque “quien no conoce Los Ángeles, no conoce México”.