El Señor de las Sombras

“Si tienes enfrente un mariachi, es obligatorio pedir una canción de Javier Solís”, le dije a Zoé antes de dirigirme al cantante para preguntarle si “tenían puesta” una canción llamada “En tu pelo”, que es de los temas que más me gustan del “Rey del Bolero Ranchero”, pero mucha gente no conoce.

Las tías de Zoé cantaron muy animadas, mientras ella me miraba sorprendida y preguntaba: “¿Vargas, por qué te sabes esa canción?”

En casa de mis viejos había un par de discos de Pedro Infante, ninguno de Jorge Negrete, algunos de Vicente Fernández, pero muchos de Javier Solís. Por alguna razón, los recuerdos de mi infancia están asociados a aquel álbum triple de portada roja llamado “Así cantaba Javier Solís”, con la foto de Gabriel Silva Levario (su nombre real), con un sombrero ranchero y su inconfundible bigotillo. Al mencionarlo, de inmediato viene a mi mente la figura de mi papá cantando “Sombras” en medio de la sala de nuestro departamento de Torres de Mixcoac un sábado por la mañana.

El pasado 19 de abril se cumplieron 58 años de la muerte de “El Señor de las Sombras” y al revisar el historial de mi cuenta de Twitter, encontré 39 menciones a Javier Solís, desde el link de una canción en una madrugada de tragos, anécdotas con taxistas o la mención de Ezequiel Zendejas Vargas, “El cazador de estrellas”, autor de la famosa foto de Javier con Frank Sinatra. No puedo dejar de mencionar que mi madre trabajó como enfermera antes de casarse y muchas veces me contó que estaba de guardia en el mismo sanatorio de la Colonia Roma en el que murió el cantante.

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En mi añeja “relación” con Javier Solís, además de mi papá, hay dos personas fundamentales, mis amigos y colegas Jesús Ortega y Javier Sahagún (QEPD). Con Chucho hemos pasado madrugadas inolvidables cantando las canciones del de Tacubaya. Como aquella noche del 20 de noviembre de 1997, cuando después de la cobertura de un partido de liguilla entre Toros Neza y León (el partido de las famosas máscaras), nos fuimos a “pistear” a su casa y escuchamos canciones de Javier Solís hasta que su hermano Mario nos fue a callar. O aquel cumpleaños en las trajineras de Xochimilco, cuando me “disparó” una hora de mariachis y escuchamos durante una hora “Caminos de Michoacán” y “Las rejas no matan”, hasta que los músicos se encabronaron, tocaron “El mariachi loco”, cobraron y se fueron. O los sábados al mediodía en la redacción de Reforma, cuando Jesús llegaba a subir su budget antes de irse al Estadio Azul y aprovechaba que había poca gente en la oficina para poner música en su computadora:

– ¡No estás en la carnicería, cabrón!, le decía, recordando uno de los oficios de Solís antes de volverse famoso.

Con Javier Sahagún pasamos muchas madrugadas, él en la redacción de Televisa Deportes o en su casa de Satélite, yo en mi departamento, recomendándonos boleros de su tocayo. Aquella dinámica terminó en la creación del hashtag #TuitAndDrink y después en un podcast del que grabamos 12 episodios. ¡Era complicado sorprender a Sahagún, porque se las sabía todas! Otro conocedor de la música de Solís es el periodista Eduardo Camarena, que cuando yo subía algún post mencionando al cantante, no desaprovechaba la ocasión para recordarme que su papá y su tío habían salido en la película “Campeón de barrio” (1964), en la que Javier interpretaba a un boxeador.

Ahora que estoy a punto de convertirme en conductor de Uber, mesero, pintor de brocha gorda o “nosequé”, no puedo dejar de mencionar que, en mi primer viaje a Buenos Aires, en octubre de 2000, tomé un taxi del barrio de La Boca a la casa donde me quedaba. Al escuchar mi acento, el “tachero” me preguntó de qué país los visitaba. Al mencionar la palabra México, bajó la velocidad y buscó en la guantera un casete pirata de Javier Solís: “A mí que no me vengan con Pedro Infante o Luis Miguel”, me dijo el viejo, “para mí el mejor es él”.

Mis abuelos paternos, a los que seguramente también les gustaban las canciones de Javier Solís, están enterrados en el Panteón Jardín. Ahí, a menos de 200 metros de la tumba de don Roberto Vargas Rubio y Enriqueta Ponce de León está el lote de la Asociación Nacional de Actores (ANDA). Ahí descansan los restos de “El Señor de las Sombras”.

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Mis favoritas de Javier Solís

Desconozco cuántos discos y cuántas canciones grabó “El Rey del Bolero Ranchero” pero, sin duda, las más conocidas son: “El Loco”, “Sombras”, “Payaso”, “Entrega total”, “Amigo organillero” y “En mi viejo San Juan”.

En el segundo escalón pondría “Bonita”, “Gema”, “Esclavo y amo”, “Y…”, “Quinto patio”, “Regalo de reyes”, “Las rejas no matan” “Qué va”, y “Renunciación”.

Finalmente, en el nivel Sahagún-Ortega-Vargas, están “He sabido que te amaba”, “Carabela”, “Está tristeza mía”, “En tu pelo”, “Una limosna” y “Sigamos pecando”. La versión con trío, es una belleza.

Y como conté alguna vez en esta columna, mi gusto por la música popular mexicana no pone en duda mi reputación de metalero. A nadie le tengo que dar explicaciones. Por si acaso.