“La escritura es cruzar al otro lado, como lo es ser travesti”
Camila Sosa Villada escribe con el dolor, la fuerza y la rebeldía de quien ha tenido que luchar para llegar a ser finalmente quien siempre quiso ser: una mujer. Hoy, esta escritora de culto, ganadora del Premio Sor Juana de narrativa femenina, sigue reivindicando su derecho al grito y su pasión por los márgenes.
Camila Sosa Villada escribe con el dolor, la fuerza y la rebeldía de quien ha tenido que luchar para llegar a ser finalmente quien siempre quiso ser: una mujer. Hoy, esta escritora de culto, ganadora del Premio Sor Juana de narrativa femenina, sigue reivindicando su derecho al grito y su pasión por los márgenes.
“Escribir es como gritar, dar un alarido en medio de la noche, si quieres
para sonar más poética. Es el alarido de una cultura y belleza que pide ser escuchado. A las mujeres todavía nos cuesta hablar de muchas cosas
porque nos persiguen, atacan y castigan. Sin embargo, yo no sé escribir, cantar
o hacer teatro de otra manera. Me cuesta aprender y obedecer convenciones”.
Camila Sosa Villada[1]
1. Dante Alighieri mira, desde su distancia de bronce, esa parte del infierno que quedó fuera de su obra. En pleno Parque Sarmiento en la ciudad de Córdoba (Argentina), acompaña ahora a las mujeres trans que por las noches salen a ganarse la vida de una de las pocas maneras en que pueden hacerlo (“Vende caro tu amor, aventurera” cantaba Chavela Vargas, y podemos imaginarla como el sound track de esta escena), pero también a tejer redes de solidaridad, de amistad y de cariño. Redes para aprender a vivir en un mundo en el que la esperanza de vida de las personas trans es de menos de 35 años; en un mundo que las condena a la oscuridad de la noche y al ocultamiento para proteger a los “bien pensantes” que se pasean a la luz del día. La estatua de Dante es punto de encuentro, precario hogar por algunas horas, en esa realidad de pobreza, barbas mal afeitadas, celebración del deseo e inyecciones de hormonas.
Esa es la realidad de la que habla Camila Sosa Villada[1] en su entrañable novela Las malas (Tusquets, 2019). Un libro que nace impregnado por el olor de la ternura y de los lazos que se tejen más allá de la sangre. Un libro que es una épica de los cuerpos violentados, rechazados, excluidos, en busca de ese pedacito de existencia al que todxs tenemos derecho. Un libro que abraza a esos seres solitarios para defenderlos de las maldiciones, las amenazas, los insultos, los golpes, las vejaciones, de las que han sido objeto desde el instante mismo en que supieron que vivían en un cuerpo equivocado. En ese escenario y con esos personajes comienza la novela, a partir de la mirada de una jovencísima Camila, que llegó desde su pueblo a la capital de la provincia, para escapar al destino que le anunciara su padre: “Un día van a venir a golpear esa puerta para avisarme que te encontraron muerta, tirada en una zanja”. ¿Podía acaso ser distinto para un chico que se llamaba aún Cristian Omar y que se sabía mujer aunque nadie más pudiera verlo? Ese varoncito que se transvestía encerrado en su cuarto, que escribía historias de amor, y que aprendía la lengua florida, coqueta y cumbiera de sus tías (¡cuánto me recuerdan esas tías a aquella que dio origen a la escritura de Manuel Puig!), tuvo que alejarse de su pueblo, de las maldiciones y la maledicencia, para que naciera Camila. Y Camila tuvo que internarse en el Parque Sarmiento por las noches.
[1] Camila Sosa Villada nació en 1982 en La Falda (Córdoba, Argentina). Estudió cuatro años de Comunicación Social y otros cuatro de la licenciatura de Teatro en la Universidad Nacional de Córdoba. En 2009 estrenó su primer espectáculo, Carnes tolendas, retrato escénico de un travesti. En 2011 da vida al personaje de Ale en la película Mía. En 2012 actuó en la miniserie La viuda de Rafael. En 2014 protagoniza El bello indiferente, de Jean Cocteau. En 2015, Despierta, corazón dormido/Frida. En 2016, Putx madre y en 2017 El cabaret de la Difunta Correa y la miniserie La chica que limpia. Además, es autora del libro de poesía La novia de Sandro (2015) y de un ensayo autobiográfico titulado El viaje inútil (2018). Fue prostituta, mucama por horas y vendedora ambulante. A veces canta en bares. (biografía tomada de la edición de Las malas). Tuvo que aprender a dominar el miedo y la inseguridad, tuvo que dejarse guiar por sus hermanas, tuvo que enfrentarse a quienes la insultaban, a quienes pensaban que golpear a una travesti es un acto de hombría, tuvo que pasar esos años protegida en la casa de la tía Encarna (¡otra tía, Manuel!), para que naciera la escritora.
Camila Sosa Villada escribe así una novela de formación, de trans-formación, una bildungsroman de los márgenes, en la que se cruzan la historia del niño que fue, acosado por la pobreza familiar y las agresiones permanentes; la del adolescente que dijo “basta” y decidió ser lo que sentía, y la de la estudiante de Comunicación Social de la Universidad de Córdoba, que se prostituye por las noches.
2. A esa fiesta de múltiples pieles y rebeldías añejas que celebran las travestis en el parque, llega una noche de invierno un bebé. Un bebé que llora entre los yuyos como un pequeño dios abandonado y al que La Tía Encarna adopta desde ese momento -como adopta a las travas, como adopta a Camila- y que se convertirá para siempre en “El Brillo de los Ojos”. ¿Qué mejor nombre podría haber tenido? Y así, de pronto, entre las decenas de novelas de maternidad que están escribiendo nuestras autoras más jóvenes, surge aquí, precisamente aquí, una de las más hermosas escenas sobre el tema: “La casona rosa, del rosa más travesti del mundo (…), se ha vuelto silenciosa de repente, para no asustar al niño. La Tía Encarna desnuda su pecho ensiliconado y lleva al bebé hacia él. El niño olfatea la teta dura y gigante y se prende con tranquilidad. No podrá extraer de ese pezón ni una sola gota de leche, pero la mujer travesti que lo lleva en brazos finge amamantarlo y le canta una canción de cuna. Nadie en este mundo ha dormido nunca realmente si una travesti no le ha cantado una canción de cuna. (…) La Tía Encarna está como a diez centímetros del suelo de la paz que siente en todo el cuerpo en aquel momento, con ese niño que drena el dolor histórico que la habita.” (p. 25)
La “huella de odio” (p. 28) que ha marcado históricamente los cuerpos otros (travestis, homosexuales, lesbianas, afrodescendientes, indígenas, migrantes, discapacitados, militantes políticos) parece suavizarse gracias a la prosa de Camila. Las heridas siguen estando, claro, y nacen nuevas cada día, pero seguramente duelen menos después de una escena como la que leemos.
¿Cómo se sale de la espiral de violencia que persigue, que estigmatiza, que condena, que mata? ¿Cómo se sale de la miseria, del hambre, de la exclusión? Camila Sosa recorre los caminos trava de la fiesta y furia, y a veces ambas son una sola cosa: sororidad y prostitución, abrazos y muerte, miedo y rituales de vida. Los deseos aparecen de a ratos amasados desde la cultura popular: la virgen que llora con el dolor trava, la séptima hija varón que se vuelve lobizón en las noches de luna llena, María y sus plumas gritando su anhelo de volar, la Machi paraguaya. Y en todo el silencio de lo que aún no es posible decir, “del horror que fue ser travesti hace 25 años”.
El afuera es brutal, doloroso, y deja sus marcas en la piel, en los riñones tantas veces pateados, en los rostros tantas veces golpeados, en las memorias de estas mujeres que han elegido serlo. El adentro es la “ternura radical” como acción política de supervivencia.
“La ternura radical es decirle al mundo que yo también puedo ser amada, puedo ser querida, reconocida; y también amo aún con todas las heridas, con todo el dolor”, escribe la poeta y performer trans, Lía García, La novia sirena. Licenciada en Pedagogía y en Artes Visuales por la UNAM, lleva a cabo su militancia a través del trabajo creativo desde la reinvidicación de lo afectivo como herramienta de lucha. Vale la pena ver la hermosa charla que tuvo Lía con Camila en su programa “Travas al té: conversas travestis”. Allí, la cordobesa dijo: “la escritura es cruzar al otro lado, como lo es ser travesti”[1]. La lengua heredada, las pérdidas, las cicatrices pasan al texto a través del cuerpo.
Ella descubrió desde pequeña el poder de las palabras: fue mujer en la escritura antes que en la vida, escribiendo una novela a los doce años con una voz de niña que declaraba su amor por el profesor de gimnasia. Después comenzó a escribir sus propias obras de teatro y las actuaba, más adelante fueron los poemas. Y llegó, entonces, el reconocimiento literario. Frente a la “normalización” de su fuerza outsider que esta consagración puede traer, Camila extraña aún los márgenes, el “ir con una navaja en la liga”. “Soy otra cosa. No me miren con los ojos que miran a Samantha Schweblin o a Mariana Enríquez”, dice en la presentación de la novela que se hace en España. Y pone así sobre la mesa el tema de la domesticación de las resistencias por parte de los poderes culturales. Considerando que México ocupa el segundo lugar mundial en asesinatos a personas trans [2], el Premio Sor Juana otorgado a Camila Sosa Villada por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara expresa una clarísima postura política del campo literario de nuestro país. El jurado formado por Ana García Bergua y Ave Barrera de México, y Daniel Centeno de Venezuela, eligió por unanimidad a Las malas entre 67 novelas provenientes de toda América Latina. El acta dice “Las malas es ficción y realidad trabajada en el molcajete del oficio y la inspiración”, y destaca “la gran destreza narrativa, la originalidad del ambiente y la fuerza de los personajes que retrata (…) Su texto es rudo y a la vez hermoso, este extraño equilibrio lo convierte en una obra sobresaliente, cargada de lirismo, rabia y redención”.
En el bellísimo discurso con el que agradeció el Premio Sor Juana, esta otra mujer que, como nuestra Jerónima, se enfrenta cotidianamente a lo más feroz del poder misógino, citó el soneto “En perseguirme mundo, ¿qué interesas?” para agregar luego: “Hoy el mundo es un poco más justo y, por lo tanto, más bello. Y como a mí no me asusta la mentira y tampoco caer en obviedades, les agradezco el coraje y lo inesperado. Se sienta un precedente con esta indecente escritora travesti que recibe tamaña distinción. Y, como dice Susy Shock, mi comadrita, se inaugura la venganza de las travestis, por donde menos se lo esperaban: a través de la palabra.” Jamás para anestesiar y ser cómplice “la culpa de una sociedad que pretendió mi cadáver y el de muchas, y que aún lo pretende”, sino para seguir gritando siempre.
[1]https://www.facebook.com/watch/live/?v=220464753009858&ref=watch_permalink
[2] Según datos de Transgender Europe, en Animal Político, 27-11-2017.
[1] En Aristegui Noticias en ocasión del Premio Sor Juana https://aristeguinoticias.com/0211/libros/camila-sosa-villeda-gana-el-premio-sor-juana-de-la-fil-de-guadalajara-2020/